Editorial

CIUDAD COVID 19: UNA NUEVA INEQUIDAD EN EL ESPACIO Y EL TIEMPO URBANO

COVID-19 CITY: A NEW INEQUALITY IN THE URBAN SPACE AND TIME

http://orcid.org/0000-0003-1912-9448 Ana Zazo Moratalla
Universidad del Bío Bío, Chile
http://orcid.org/0000-0001-9754-4044 Alberto Álvarez Agea
Universidad San Sebastián, Chile

CIUDAD COVID 19: UNA NUEVA INEQUIDAD EN EL ESPACIO Y EL TIEMPO URBANO

Urbano, vol. 23, núm. 41, 2020

Universidad del Bío Bío

CIUDAD COVID 19: UNA NUEVA INEQUIDAD EN EL ESPACIO Y EL TIEMPO URBANO

En la actualidad, mayo de 2020, el mundo se encuentra sumido en una pandemia de escala global por la expansión del virus COVID-19. Su propagación se ha producido, principalmente, por vía aérea entre las grandes ciudades del mundo, actuando estas, luego, como nodos de distribución terrestre en sus territorios nacionales. Frente a esta situación global, los gobiernos han adoptado diferentes medidas, de acuerdo a su ideología, condiciones sanitarias, recursos económicos y capital humano. Una diversidad de respuestas para enfrentar un problema global que han provocado cambios profundos en la realidad espacio-temporal de las ciudades, inimaginables hace apenas tres meses y asimétricas en la experiencia urbana de sus ciudadanos.

En el ámbito espacial, las repercusiones de estas medidas han afectado a diversas escalas de la dimensión urbana. A nivel internacional, el cierre de fronteras ha restringido la movilidad aérea; a nivel nacional, los cordones sanitarios han restringido la movilidad terrestre a escala metropolitana, comunal y barrial; a nivel metropolitano, el “apagado” en el mapa urbano de los grandes centros de consumo y de cultura ha distorsionado los usuales flujos de atracción y de movilidad; a nivel urbano, la limitación del radio de acción de los ciudadanos a una distancia de 1 km de sus hogares ha limitado su acceso a los servicios básicos en ese ámbito espacial; a nivel barrial, la distancia social ha alterado el uso y ocupación de los espacios públicos y las relaciones interpersonales en los centros de abastecimiento y servicios básicos necesarios para el funcionamiento de la ciudad; a nivel mundial, el confinamiento ha conducido a la educación a distancia en colegios y universidades y al teletrabajo, cuando este es posible.

En el ámbito temporal, las repercusiones de estas medidas abarcan también diferentes escalas. A nivel colectivo, los toques de queda han restringido las salidas del hogar durante el día, permitiendo la salida exclusiva para el abastecimiento de productos básicos, durante la noche, de forma total; se han aplicado turnos éticos en el trabajo presencial para disminuir la movilidad de los ciudadanos y en fases de desescalada se ha normado el horario de uso y disfrute de los espacios públicos según rango etario, separando a la población de riesgo; a nivel familiar, el confinamiento ha solapado los horarios laborales de los adultos del hogar con los horarios de educación a distancia de los menores, sus cuidados y el de mayores dependientes; a nivel personal, el confinamiento ha borrado la separación entre el tiempo de ocio privado, el tiempo de contacto social y el tiempo de trabajo, a menudo distribuido de forma asimétrica entre hombres y mujeres.

Aunque formuladas con criterios universales y para la totalidad de la población ante la emergencia sanitaria, la repercusión espacial y temporal de estas medidas ha afectado de manera inicua a la ciudadanía y a su experiencia urbana, en función a la posibilidad de desarrollar su trabajo a distancia: los que pueden quedarse en casa y los que no.

Para las personas que pueden realizar el trabajo a distancia, manteniendo un confinamiento que asegura su autocuidado, estas restricciones han provocado la yuxtaposición del espacio y el tiempo propios de su estar en la ciudad en el hábitat doméstico. El espacio y el tiempo de trabajo, ocio y familia coexisten ahora en un mismo lugar, difuminando los límites espacio-temporales entre los ámbitos, tradicionalmente diferenciados, de producción y de reproducción social. En términos urbano-espaciales, la usual concentración de recursos materiales y de capital humano concentrado en determinados nodos urbanos se ha visto atomizada en una red de espacios individuales dispersos en el tejido metropolitano, desplazando la producción al espacio doméstico y vaciando de actividad esos ámbitos en torno a los que se concentran otros sectores terciarios dependientes. En términos urbano-temporales, la usual diferenciación temporal entre trabajo, ocio y abastecimiento ha sido borrada, convirtiendo el tiempo urbano en un tiempo uniforme. En términos doméstico- temporales, la percepción temporal se hace elástica. La rotación combinatoria de turnos de trabajo y cuidado genera una doble distorsión del tiempo percibido. La percepción de los días, estructurados en la repetición sincronizada de actividades reiteradas, acorta la duración subjetiva. Por otra parte, la percepción de esta etapa de confinamiento, sin la posibilidad de predecir un final, alarga la impresión subjetiva de su duración. Una doble distorsión del tiempo fenomenológico y psicológico que lo independizan del flujo natural del tiempo físico.

Para las personas que se ven obligadas a abandonar la seguridad del ámbito doméstico por motivos laborales, la experiencia espacio- temporal de la ciudad es distinta de la del primer grupo. Entre ellos se puede distinguir a los trabajadores de servicios básicos y sanitarios, sin los que la ciudad no podría funcionar y para los que no siempre es posible mantener la distancia social; los trabajadores que dependen de la economía informal, para los que el vaciado urbano espacio-temporal de actividad productiva reduce el público de sus micronegocios; la población más vulnerable que habita hacinada en viviendas ínfimas y para los que mantener el confinamiento resulta arduo; y las personas cesadas de su trabajo por la emergencia sanitaria, que han sido obligados a mantener el (auto)confinamiento en contra de su voluntad. Un grupo particular son las personas que trabajan como repartidores a domicilio, que merecen una especial atención. Estas producen una doble distorsión del espacio urbano para aquellos que pueden mantener el confinamiento. Por un lado, les permiten permanecer seguros al resguardo de sus hogares, restringiendo su movilidad espacial en el ámbito urbano. Por otro, amplía la oferta espacial de las alternativas de abastecimiento a las que usualmente acceden en su experiencia urbana.

Estos motivos revelan que la situación de emergencia sanitaria ha añadido un nuevo factor de inequidad en la sociedad urbana. La posibilidad de desarrollar el trabajo habitual en modalidad a distancia está marcando una brecha entre los ciudadanos, en el modo en que pueden ejercer su autocuidado y el de los suyos ante la pandemia, y en su experiencia espacial y temporal de la ciudad. Este nuevo factor de inequidad engloba a grupos ya vulnerables y arrastra a otros nuevos que hasta ahora no se consideraban “desfavorecidos”.

Para afrontar un posible retorno a la “nueva normalidad” se han planteado diversas propuestas urbanas, algunas de ellas con una clara incidencia espacio-temporal. La Ciudad de los 15 minutos promueve un retorno a la idea de barrio, al propiciar la descentralización urbana, disminuyendo la movilidad a una distancia caminable y asegurando los servicios, el abastecimiento y las zonas verdes necesarias para ello. El Territorio de una hora y media, propuesto como una red interconectada de ciudades de pequeña escala con un alto nivel de autonomía conectadas mediante movilidad sustentable al núcleo urbano central. El Modelo cíclico de los 10-4 plantea aprovechar el ciclo temporal de contagio del virus y recuperar la actividad productiva y educativa urbana en ciclos de dos semanas, con 10 días de cuarentena en confinamiento y 4 de trabajo o educación presencial. Una de las claves para el éxito y aceptación social de la aplicación de estas u otras propuestas que emerjan será la de no acentuar las inequidades existentes ni las generadas por la pandemia, sino, por el contrario, reequilibrar y democratizar la experiencia urbana espacio-temporal para toda la ciudadanía.

COVID-19 CITY: A NEW INEQUALITY IN THE URBAN SPACE AND TIME

Today, in May 2020, the world finds itself immersed in a global pandemic thanks to the spread of the COVID-19 virus. Its propagation has mainly been produced by air travel between the world’s largest cities, these later acting as land distribution nodes in their countries. The governments, on facing this global situation, have adopted different measures, considering their ideology, health conditions, economic resources and human capital. A diverse set of responses to face a global issue has produced profound changes in the special-temporal reality of cities, unimaginable barely three months ago, and asymmetric in the urban experience of their citizens.

In the spatial aspect, the repercussions of these measures have affected the urban dimension on diverse scales. Internationally, the closing of borders has restricted aerial mobility. At a national level, health checkpoints have restricted land mobility at a metropolitan, district and neighborhood scale. At a metropolitan level, the “shutting down” on the urban map of the large hubs of consumption and culture has distorted the usual flows of attraction and mobility. At an urban level, the limitation of the radius of action of the citizens to a distance of 1 km from their homes has limited their access to the basic services in this spatial aspect: While at a neighborhood level, social distancing has altered the use and occupation of public spaces and interpersonal relations in the centers of supply and basic services needed for the operation of the city. Around the world, confinement has led to e-learning in schools and universities and teleworking, when possible.

In the temporal aspect, the repercussions of these measures also cover different scales. At a collective level, curfews have restricted leaving home during the day, allowing people to go out exclusively for basic products, while not at all during the night.

Ethical shifts have been applied in face-to-face work to reduce the mobility of citizens and in de-escalation phases, the hours of use and enjoyment of public spaces, have been regulated by age groups, separating the population at risk. At a family level, confinement has overlapped the working hours of the household’s adults with the remote education of the children, their care and that of the dependent elderly. At a personal level, confinement has erased the separation between leisure, social contact and work time, often spread asymmetrically among men and women.

The spatial and temporal repercussions of these measures, albeit formulated with universal criteria and for the entire population to face the health emergency, have had an unjust effect on citizens and their urban experience, in terms of the possibility of doing their work remotely: those who can stay at home and those who cannot.

For the people who can work remotely, maintaining the confinement that ensures their self-care, these restrictions have caused the juxtaposition of the space and time of their being in the city in the domestic habitat. The space and time of work, leisure and family now cohabit the same place, blurring the spatial-temporal limits between the traditionally differentiated settings of production and social reproduction. In urban-spatial terms, the usual concentration of material and human capital resources, concentrated in given urban nodes, have been atomized in a network of individual spaces spread over the metropolitan fabric, displacing production to the domestic space and emptying these settings of activity to those where other dependent tertiary sectors are concentrated. In urban-temporal terms, the usual temporal differentiation between work, leisure and supply has been erased, converting urban time into a uniform time. In domestic-temporal terms, the temporal perception has become elastic.

The combining rotation of work and care shifts, generates a double distortion of the time perceived. The perception of days, structured in the synchronized repetition of reiterated activities, cuts the subjective duration. On the other hand, the perception of this stage of confinement, without being able to predict the end, extends the subjective impression of its length. A double distortion of the phenomenological and psychological time which makes them independent from the natural flow of physical time.

For those who have been forced to abandon the safety of the domestic setting for work reasons, the spatial-temporal experience of the city is different from those of the first group. Among those, the basic and health service workers stand out, without whom the city could not work and for whom it is not always possible to maintain social distancing. The workers who depend on the informal economy, for those whom the spatial-temporal urban emptying of productive activity reduces the public for their micro-businesses. The most vulnerable population who live hoarded up in tiny dwellings and for those for whom maintaining confinement is an arduous task. Those made unemployed due to the health emergency, those who have been forced to maintain the (self) confinement against their will. A special group are those who work in deliveries, who deserve special attention. These people produce a double distortion of the urban space for people who maintain their confinement. On one hand, they allow keeping safe those who stay at home, restricting their spatial mobility in the urban setting. On the other, they extend the spatial offer of supply alternatives for those who usually access these in their urban experience.

These reasons show that the health emergency situation has added a new factor of inequality in urban society. The possibility of doing normal work remotely is marking a gap among citizens, in the way they can exercise their self-care and that of their family during the pandemic, and in their spatial and temporal experience of the city. This new factor of inequality encompasses the already vulnerable groups and drags in other new ones, who until now were not considered as “disadvantaged”.

Diverse urban proposals have been put forward to face a possible return to the “new normality”, some of them with a clear spatial- temporal impact. The 15-minute city promotes a return to the idea of neighborhood, fostering urban decentralization, reducing mobility to a walkable distance and ensuring the services, supply and green areas needed for this. The hour and a half territory, proposed as an interconnected network of small-scale cities with a high level of autonomy connected through sustainable mobility to the central urban hub. The 10-4 cycle model, that proposes taking advantage of the temporal infection cycle of the virus and recovering the urban educational and productive activity in two-week cycles, with 10 days of quarantine in confinement and 4 of face-to-face education or work. One of the keys for the success and social acceptance of their application and other proposals that emerge will not be those that accentuate existing imbalances, or those generated by the pandemic, but rather, on the contrary, rebalancing and democratizing the urban spatial-temporal experience for all citizens.

Traducido por Kevin Wright/ Translated by Kevin Wright

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