Introducción
Este trabajo aborda aspectos históricos, políticos y socioculturales que explican el surgimiento del MAPU Lautaro. Se analizan sus definiciones ideológicas y sus categorías teórico políticas así como su práctica político militar y de masas en el periodo dictatorial y en el proceso de transición política a la democracia.
Historizamos el surgimiento de la organización en el seno de la izquierda chilena, sus continuidades y rupturas con ella, el repertorio político de la organización, la subjetividad de su militancia y su concepto de sujeto histórico y revolucionario, su accionar político, producción de discurso y el impacto público de su enfrentamiento con el Estado y sus consecuencias.
Como objetivos nos parece relevante revisar el modo y desarrollo de la historiografía de una organización que recién en los inicios de la década del 2000 representó un tema de interés disciplinar aún cuando por la naturaleza de su irrupción había inspirado medidas específicas de parte del Estado y logro en su historia establecer vínculos nacionales e internacionales, atraer la atención de los medios de comunicación y provocar una indiscutible conmoción pública tanto receptiva como adversa.
Resulta además significativo conocer los imaginarios que establecieron una marcada autonomía de esta organización respecto del devenir de la izquierda chilena en el periodo dictatorial y durante los primeros años del nuevo régimen. Este trabajo tiene su origen en los resultados finales de una investigación doctoral que contó con el apoyo de Conicyt.
Metodología
Historiográficamente este artículo se inscribe en la historia política reciente, incorporando aspectos de la historia cultural y transversal de las ciencias sociales. Fundamentalmente se trabaja con el soporte de fuentes primarias y secundarias de la historiografía del tema, documentos de los actores, prensa, archivos judiciales y fuentes orales mediante entrevistas e historias de vida recopiladas por el autor durante la permanencia en prisión de muchos de los militantes de la organización lautarina así como en diálogos posteriores a varios años de transcurridos los acontecimientos que se reseñan.
Resultados
A partir de nuestra investigación podemos señalar que el accionar del partido MAPU Lautaro conocido ampliamente como Movimiento Juvenil Lautaro o grupo Lautaro fue parte de la multiforme resistencia a la dictadura. Nació y creció en la juventud popular, expresando también la irrupción y el reventón histórico de los años ’80, y tuvo su origen en un grupo de jóvenes provenientes del MAPU (Garretón).
En perspectiva histórica, el despliegue de las intervenciones del Partido MAPU, del Movimiento Juvenil Lautaro y en las acciones de su fuerza militar: Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro en su origen y objetivos, fueron fundamentalmente de carácter político y no puramente militares.
La Concertación de partidos gobernante desde 1990, entendida por ellos como heredera de la dictadura, estableció el contexto de su radicalización en el discurso y en la acción así como un blindaje del imaginario y la subjetividad de la organización. En las antípodas de esa posición, para la prensa, la justicia y el resto de la izquierda y fueron fanáticos despolitizados. Solo recientemente la historiografía ha logrado abordar esa experiencia superando los prejuicios y desconocimiento que rodeo su azarosa existencia política.
MAPU Lautaro entre la dictadura y la “Democracia cartucha”
Al inicio de la transición política en Chile, una de las preocupaciones fundamentales del primer gobierno democrático era derrotar a la delincuencia terrorista. El país salía de una dictadura con crímenes horrendos, desapariciones, una generación sin futuro y aún golpeado por una crisis recesiva, agravada, por una política económica, entregada al capital transnacional. Con una declarada imposibilidad de hacer justicia más allá de lo posible y con una constitución heredada del antiguo régimen, el odiado dictador, del día anterior, se sentaba ahora, en la comandancia en jefe del aparato armado del Estado y luego en una butaca reservada para él en el Congreso Nacional como Senador vitalicio. El desmantelamiento de 100 años de conquistas sociales, seguía su curso, la identidad sociopolítica, de una población activa y movilizada, en las peores condiciones, se desvanecía ahora en la anemia plácida de un apoliticismo infantil. Y el problema de chile, era la delincuencia terrorista.
La nueva democracia y su administración se movían estrictamente en los marcos que la constitución establecía. No se podía cuestionar ni el sistema político ni el modelo económico heredado. Si las campañas que la habían llevado al triunfo llamaban al futuro, a esa alegría que ya venía, el paisaje actual, en ese instante, era el de una fotografía. Se pactó con los dirigentes sindicales, se coopto a los movimientos sociales y se subsidió la política territorial de base entregándola a los profesionales en la administración de pobres. Los mantras conceptuales eran tres palabras claves: estabilidad, gobernabilidad y sustentabilidad para atraer las inversiones internacionales.
Se levantó así, un país de escenografía, afirmado en los andamios de una transición pactada. En esa fragilidad de matrimonio arreglado, los llamados de la oposición hacia las FF.AA. para participar en el control del terrorismo y la acusada permisividad debían dar rápidos frutos. El gobierno, El Mercurio (periódico de derecha) y el CEP (centro de estudios de la derecha) con la ayuda de un alcalde Neoyorkino (Raúl Giuliani), comenzaron a diseñar tempranamente un modelo de pacificación que sólo pudo expandirse en plenitud tras el secuestro de Cristian Edwards (hijo del dueño de El Mercurio) y la muerte a manos del FPMR de Jaime Guzmán (Senador de la derecha pinochetista) en 1991. Entre caricaturas de golpismo y utopismo la democracia se declaró pragmática, reconciliadora y presentista, decretando, en pos de la unidad de la Familia Chilena, el desahucio del viejo pueblo y el arribo de la nueva gente. La sociedad se mostraba así reconciliada, sin conflicto, higienizada y con una elegante mezcla de memoria y aparente olvido para no perturbar a nadie. Un paraíso que el MAPU Lautaro llamó eunuco y cartucho.
El accionar del Lautaro había sido parte de la multiforme resistencia a la dictadura. Como muchos, aspiraban a un cambio sistémico integral, lo querían rápido, profundo y permanente, eran revolucionarios. Como muchos, también eran declaradamente anticapitalistas y luchaban por un Chile Popular como llamaban a su versión del socialismo. Sin embargo, la lucha de este actor, como otros, no se quedó en la espera de tiempos mejores y cuestionó fuertemente el diálogo, los acuerdos y la transición misma, al representar la última fase de la institucionalización del régimen y desarmar la contradicción subjetual pueblo/dictadura, cuya dialéctica histórica, debía desembocar en la lucha por una democracia avanzada.
El accionar político militar del MAPU Lautaro en dictadura, se domicilió en un sector social (la juventud popular), emergió de una tradición política (la izquierda allendista de la U.P.), resintió fuertemente el golpe y realizó un balance histórico (se planteó el problema del poder), se identificó con un sujeto histórico (el gigante popular surgido en las protestas) formuló una estrategia de lucha de masas (la insurrección), se concentró en un espacio territorial de realización como punto de partida de su crecimiento (la Zona Sur de Santiago) y elaboró una teoría a partir de su praxis (teoría concepción) alineándose en el marco internacional de la revolución (internacionalismo de los pueblos).
Desde allí, la dialéctica de la confrontación operó contra el sistema con independencia de los marcos institucionales de su administración. Para el MAPU Lautaro, la lucha continuaba porque el sistema continuaba. Sin embargo, su respuesta política y su accionar fueron marcadamente reactivos a las políticas específicas de la concertación. Incluso se constata un impasse que contemplaba la apreciación de la actitud que las masas podían tener ante las nuevas autoridades. El Lautaro, hasta avanzado el año 89 aún no declaraba a la anterior “oposición burguesa” como sus enemigos. Mediante llamados, encuentros y emplazamientos, esperaron infructuosamente, que el resto de la izquierda y el centro político se opusieran, al itinerario institucional dictatorial. Ellos mismos ofrecían una plataforma mínima que diera satisfacción a las demandas del pueblo y tuviera una base de sustentación política y social lo más amplia posible; en torno a un gobierno provisional y una Asamblea Constituyente. Lo único intranzable, hasta ahí, eran dos cuestiones: la centralidad del sujeto popular en el proceso (La Toma), las aspiraciones populares (económicas y sociales) y la justicia (en materia de derechos humanos) a la síntesis de sus objetivos la llamaron La Felicidad.
La Concertación, entendida como heredera de la dictadura, radicalizó el discurso, la acción y el blindaje del imaginario y la subjetividad del Lautaro. Hasta 1989 habían buscado un acuerdo con la izquierda para lograr establecer una hegemonía política que arrastrara a la socialdemocracia, teniendo como elemento de sugestión no sólo la “Fuerza Propia”, claramente escasa, sino el capital político y social que el pueblo en llamas (grandes movilizaciones populares expresadas en 22 protestas nacionales populares) podía representar. Siempre plantearon la necesidad de construir un Bloque Popular Revolucionario y levantar una imprescindible Dirección Política del Pueblo donde se expresara la voluntad del Gigante.
Ya instaladas las administraciones civiles, la imagen pública y la construcción emblemática que la sociedad tuvo respecto del Lautaro era aquella que se erigía, desde los medios y la autoridad. La imagen que la sociedad veía proyectada en el espejo de la “realidad” que los medios construían no era la de un partido que tuviera una propuesta política. Se trataba de un grupo terrorista carente de objetivos políticos y sin fundamento ante la llegada de la democracia (frágil, de consensos, ejemplar). Eran delincuentes subversivos, descarriados, fanáticos del sexo y la violencia, drogadictos, anárquicos y lumpen, “rotos de baja estofa” (Ministro Corte de Apelaciones de Santiago Arnoldo Dreyse). Delincuentes Terroristas fuera de todo eje de articulación política. La encarnación de los males sociales dejados por la dictadura y que la democracia debía resolver quirúrgicamente “al Lautaro le vamos a cortar las manos y la cabeza” (Ministro del Interior Enrique Kraus).
En perspectiva histórica, el despliegue de las intervenciones políticas del Partido MAPU, del Movimiento Juvenil Lautaro y en las acciones de las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro en su origen, desarrollo y objetivos, lo fundamental fue fundamentalmente lo político y no lo puramente militar. Lautaro no planteó, no se imaginó, no diseñó ni anunció la derrota militar del ejército. No existe ningún documento ni testimonio en tal sentido. En Chile, otras organizaciones de la izquierda, incluso que nunca llegaron a empuñar las armas, se arrogaron la derrota militar del ejército en guerras hipotéticas en base a lecturas teóricas de la guerra.
En la dinámica de la confrontación política entre el Lautaro y sus antagonistas (Estado Policial, Grupos Económicos, Imperialismo) evidentemente lo militar pasó a ocupar, especialmente entre 1988 y 1994, un papel muy relevante y en contrapartida en el sub-periodo de los años 1992-1994 la actividad de tipo social y política en la cual se habían instalado y proyectado en el tiempo, no vinculada a lo militar, prácticamente desapareció. Eso significó no sólo un costo político sino además impactó en la perdida de una retaguardia estratégica en términos de base social de apoyo.
El sustrato ideográfico y la fundamentación ético política de su militancia y dirigencia tuvieron como núcleo central la idea de la Felicidad. Ella se constituyó en el supuesto desde donde se miró y se actuó en la política lautarina y en toda su cosmovisión. El utopismo propio de la modernidad, encarnada en la cultura de la izquierda política e intelectual del siglo XX se sintetizó en ese “mirar” a la felicidad y desde la felicidad. Esta episteme, más que teoría, se originó políticamente en su Tercer Congreso de 1988 como visión de país, continente y como proyecto de transformación social, pero fundamentalmente como concepto de sujeto.
La revolución, en la representación política del Lautaro pero, igualmente en la subjetividad militante, no se hace en la vida cotidiana, es la vida cotidiana. La traducción era vivir y hacer, aquí y ahora. La reflexión y su accionar político derivaron en un tipo particular de teoría que se vinculó y derivó, de su propia praxis: “la toma de lo cotidiano y la política de las cosas concretas y útiles para el pueblo”.
En síntesis esa “forma de ser y vivir” como ellos definieron a su praxis política y experiencia fue una teoría en acto. Esa política lautarina se definió tributaria e inspirada en el marxismo-leninismo, pero fundamentalmente se imbuyó de las experiencias de otros pueblos victoriosos y en lucha como Cuba, Vietnam, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Libia, Irán y de la historia del movimiento popular chileno que identificaron con la lucha libertadora del líder mapuche Lautaro y especialmente con el ejemplo de Salvador Allende. Su mirada a la historia no fue idílica, repararon en las derrotas y en los avances y enjuiciaron el pasado de la izquierda duramente, hablaron de un “corte histórico” y por supuesto se colocaron ellos en la línea de la superación dialéctica de esas debilidades.
Concretamente el origen político-histórico de la llamada “teoría concepción” de Lautaro, que vendría a zanjar la cuestión más crucial de la izquierda chilena (la ausencia de una teoría que resolviera el problema del poder) se originó en el seno e irrupción del ciclo de violencia política popular correspondiente a las protestas de 1983-1987. Más que una dilatada y sesuda disquisición teórica, se impuso una teoría de la práctica concreta, de la emergencia y de la ruptura con la dictadura y de una proyección de su lucha por construir el socialismo a partir de una coyuntura que desataría las demandas populares haciéndolas explotar en furia proyectiva. Ese fue el período –dramático y feliz al mismo tiempo- en el cual se habría producido, según ellos, el “corte histórico” con la irrupción de un nuevo tipo de sujeto: el “pueblo en llamas”. Este momento histórico de corte, que para algunos sociólogos fue de deterioro, anomia y desintegración, habría establecido la diferenciación entre lo ‘antiguo’ y lo ‘nuevo’ en la política de la izquierda.
Lautaro nació y creció en la juventud popular, expresando también la irrupción y el reventón histórico de los años ‘80, dando cauce y lugar al expresionismo popular (lo sensual) del pueblo en la calle, manifestando corporalmente su descontento y su demanda. Al surgir Lautaro, en esa coyuntura, en esa territorialidad y en esa generación, se representó a sí mismo como hijo del Pueblo en Llamas. Un hijo del Gigante. Ahí emergió una estética contestataria e iconoclasta sostenida por una ética rebelde.
Muchos identificaron en ellos a delincuentes desquiciados y con una fuerte carga mesiánica que les llevó a imponerse a si mismos un deber ético y moral para la continuidad de la lucha en las peores condiciones. La matriz cristiana –católica-protestante- y el humanismo de Marx presente explícitamente en los primeros fundadores, alimentó la resiliencia de los más jóvenes en los momentos más difíciles de la cacería y la muerte. Para la prensa, la justicia, el resto de la izquierda y el poder, fueron fanáticos. La historiografía chilena tiene aún páginas en blanco sobre esa experiencia que no ha tenido una voz en plenitud.
En la definición de la política del Lautaro, respecto de la violencia, esta fue inscrita como de un proceso inevitable en la confrontación con el sistema. La violencia se representó, política y subjetivamente, como una realidad o condición inherente, que no fue aportada por las vanguardias o por responsabilidad de los destacamentos rebeldes y menos aún por la sola existencia y acción del Lautaro como organización. La violencia, y en eso se apegaron al catecismo marxiano, arrancó de la alienación y la exacción del trabajo y de la división mundial de la apropiación ampliada de la plusvalía. Los procesos de acumulación primaria de capital, hasta los acomodos del Estado de compromiso, mostraban para ellos esa violencia estructural y los impactos en la vida que ellos también vivieron. La violencia era consustancial al capitalismo y las contradicciones que éste generaba. El diagnóstico no era privativo del Lautaro, la acción sin embargo los hizo habitar, en el imaginario del periodo, la frontera entre la revolución y la exclusión política absoluta.
Contexto, discurso y representaciones del MAPU Lautaro
La investigación sistemática sobre las organizaciones rebeldes y subversivas se ha incrementado de manera sustanciosa desde el año 2000 en adelante. Si bien sobre el MIR y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez ya existían decenas de libros y estudios, sobre el MAPU-Lautaro sólo existen –hasta hoy- Trabajos aislados o parciales. De allí que el reconocimiento del discurso, la acción política y la historiografía del MAPU-Lautaro, permita identificar aspectos relevantes y parcialmente conocidos de un actor de nuestra historia reciente que concita de modo creciente el interés académico.
Las definiciones de la política nacional, sus definiciones sobre el escenario internacional y la valoración del cambio ocurrido al término de la guerra fría hablan de una organización política que logró configurar su propio imaginario respecto del sentido y el carácter de la revolución chilena y el papel que jugaba el derrocamiento de la dictadura en ese camino.
Si en el conjunto de la izquierda latinoamericana y chilena, el fin de la bipolaridad y la caída del socialismo real, derivaron en giros y reposicionamientos políticos, discursivos y simbólicos, en el caso del MAPU-Lautaro ellos definieron con más fuerza el apego a una concepción del cambio político que en su sentido y forma (llamada por ellos “Teoría Concepción de la revolución chilena”) apuntó en las dos últimas décadas del Siglo XX, al cambio estructural mediado por un cambio cultural expresado en categorías como “Ser y vivir” “aquí y ahora” para la “Felicidad Plena”, que expresaban la unicidad entre estrategia y táctica y entre la dimensión política pública y subjetiva personal del ser social. El proceso de producción y cambios en la historicidad, que durante casi cien años, había sido reclamada por la izquierda bajo parámetros estructurales, paso a ser impulsado en la concepción lautarina por un sujeto histórico redefinido y de marcado simbolismo expresionista: “El Pueblo” o “El Gigante Popular” eran para el Lautaro, el motor de la revolución.
El núcleo del sujeto fue identificado con los llamados segmentos de avanzada y proclives a la transformación revolucionaria. Se trataba de la “Juventud Popular” y los “Los 500 mil sectores avanzados” que habitaban una específica territorialidad que podía ser física o simbólica: los “Territorios Bastión” que albergaban la resistencia con su lucha en tomas, poblaciones, liceos y luego las cárceles. Estos “Bastiones” equivalentes a una potencial fuerza social revolucionaria se concebían como el sustento de una vanguardia revolucionaria que explícitamente rechazaba la noción vanguardista del partido único. La conducción revolucionaria debía estar en manos de un Bloque Popular Revolucionario o BPR que trascendía a la organización y estaba compuesto por la unidad entre pueblo y organizaciones sociales y políticas convocadas a derribar la dictadura y construir el “Chile Popular”.
En ese bloque de vanguardia el MAPU Lautaro aspiró a instalar una idea fuerza que buscó construir hegemonía o “Posición Trinchera Subversiva” en torno a la continuidad del régimen de Pinochet sin Pinochet y su proyección por parte de la coalición gobernante devenida del proceso transicional (la Concertación de Partidos por la Democracia). Esa coalición fue calificada por la agrupación lautarina como “Eunucos” e “Impotentes”, exponentes de la “Alegría Triste” en directo cuestionamiento a la consigna que señalaba que con el plebiscito y las elecciones “La alegría ya viene”.
Para el Lautaro nada cambió con el triunfo del NO en el plebiscito de 1988 contra Pinochet y el triunfo electoral de Patricio Aylwin en las elecciones de 1989. Para la organización insurgente, la reconfiguración de un nuevo escenario político estaba marcada por el neoliberalismo, un “capitalismo salvaje” que no se restringía al ámbito económico y alcanzaba la vida toda. Frente a esa constatación la organización proclamó una particular mixtura entre táctica y estrategia que en muchos sentidos fundía tradiciones de corte insurreccional y de lucha guerrillera aplicada al ámbito urbano y que excedía (por lo menos en la formulación teórica) el ámbito de acción de un partido o una vanguardia. Se trata de la Guerra Insurreccional de Masas (GIM) definida como una revolución que venía a ser, en sus propias palabras, un “enloquecimiento de pueblos” que armados de “ganas” serían capaces de “tomarse todo”. La integralidad de la concepción programática de la organización apareció sintetizada en la expresión “Toda la patria para el pueblo”.
Lautaro reconocía y reclamaba para sí la pertenencia a una tradición y cultura de lucha de la izquierda chilena. El pasado unía pero se hacía necesario romper el anclaje a la memoria del dolor vinculada al golpe y los horrores de la dictadura. Los golpes recibidos no podían para ellos inhibir la historicidad futura. El futuro proyectivo, la interpretación de la historia reciente, el régimen de memoria y la subjetividad política militante les distanciaban explícita y voluntariamente de los enunciados de la izquierda inmersa en el proceso transicional pactado con la dictadura. La tradición historicista de la izquierda fue disputada abiertamente por una nueva generación de revolucionarios.
En la construcción lautarina, desde el programa hasta el discurso, desde el diagnostico y la consigna dibujada en los territorios destacaba la actitud y forma irreverente que resultaba subversiva en dictadura y desestabilizadora en la naciente y frágil democracia.
La legitimidad interna del discurso y la continuidad de la lucha no arrancó de una arbitrariedad puramente teórica. La oralidad lautarina muestra una línea de continuidad entre su producción y el “fenómeno subversivo” nacido durante el periodo de las “Protestas Nacionales” y su rápida conversión en “Protestas Populares” entre 1983 y 1986. El movimiento popular territorializado contaba con repertorio propio y los grupos revolucionarios que en él se desplegaron, remitían todos a una tradición de acción e intervención política que se había caracterizado por una acción directa y contestataria vinculada al surgimiento de una movilización marginal urbana desplegada a partir de la década del 60 que combinó formas legales y semilegales (impulsadas inicialmente por el MIR) y que fue la base social de la izquierda revolucionaria y de la proliferación y supervivencia posterior del MAPU-Lautaro.
El surgimiento del Movimiento Juvenil Lautaro el 12 de diciembre de 1982 y su transformación en el Partido MAPU o Complejo Mapucista Lautarino en 1987, así como su desarrollo y crisis terminal, no fue un fenómeno aislado del devenir del movimiento popular chileno. Se asocia a su crecimiento y la expansión de las demandas al Estado, a las críticas a la llamada izquierda tradicional y/o los proyectos llamados reformistas y etapistas de cambio social y al contexto revolucionario de América Latina. Como en el resto de la izquierda, antes que ellos, la sinergia entre discurso, acción y contexto derivó en formas de vida contestatarias en que los proyectos individuales se subordinaron radicalmente a aquellos formulados y sostenidos colectivamente por grupos humanos empeñados en el cambio revolucionario en los más diversos rincones del mundo.
La dictadura militar en Chile potenció esas apuestas radicales, pero no explica por sí misma el fenómeno de la subversión ni menos la permanencia del MAPU-Lautaro en la escena nacional más allá de la transición política formal pactada entre un sector de la oposición y el régimen saliente. El MAPU-Lautaro expresaba un proyecto de cambio revolucionario vinculado con una tradición y unas trayectorias políticas (de sus fundadores militantes emigrados del MAPU (un partido de izquierda, mesocrático escindido de la Democracia Cristiana durante el último año del Gobierno de Eduardo Frei) y al mismo tiempo una tensión y ruptura con lo que llaman una “experiencia trunca” (la del fracaso de la “Vía Chilena” al socialismo) que –en su perspectiva- debía ser retomada y transformada en victoria por la vía de las armas. El camino tomado fue la Guerra Insurreccional de Masas GIM (declarada en 1987) presentada como una mixtura típicamente chilena -y popular a su juicio- donde se encontraron el marxismo leninismo, la insurrección sandinista, el pensamiento del Che y las experiencias de lucha latinoamericana y del tercer mundo1.
“Entendemos nuestra revolución como parte de un proceso Continental, particularmente del Cono Sur, de enfrentamiento y derrota del Imperialismo y su sistema de dominación. Vemos la Liberación y construcción de la nueva Patria estrechamente coordinadas con procesos similares con el Pueblo argentino, boliviano, peruano, etc. Somos además, vitalmente solidarios con las luchas de todos los Pueblos y vemos en los países socialistas particularmente la revolución cubana, aliados probados con nuestra lucha. Planteamos el impulso de una política de concertación, debate, solidaridad mutua de los Pueblos del Cono Sur de América”2.
La crisis terminal del MAPU-Lautaro (1994) y el trágico saldo para las vidas de sus militantes, expresó el término de un ciclo de lucha del movimiento popular en una de sus vertientes y al mismo tiempo el costo histórico de una lucha armada llevada a cabo por grupos cada vez más reducidos y aislados. Las organizaciones político-militares transformadas en grupos operativos aislados, no lograron sobrellevar una dinámica de enfrentamiento y persecución en que la velocidad y profundidad de los golpes represivo fue superior a su disminuida capacidad de reproducción en un movimiento popular progresivamente atomizado, sin proyecto visible y desarticulado.
El impacto de estas tendencias se apreció nítidamente en la caída del reclutamiento lautarino. Entre 1990 y 1996 ya no se registraron nuevos ingresos procediendo a partir de 1994 a una reorganización desde la cárcel, provocándose, entre 1995 y 1996, la constatación de la eventual derrota estratégica. La salvaguarda final de una fuerza reclusa y sin base social los llevó a concentrarse en una expresión mínima de su concepto de “Bastión”. La Cárcel de Alta Seguridad se convirtió en su único espacio de resistencia y vida política: el “CAS Bastión” que obligó a un “cambio de pista” orientado a reconstruir el partido desde la prisión y a buscar la libertad por la vía de la fuga que nunca logró concretarse. La desconfianza en la dirección y la evidencia de la derrota, en un horizonte de prisión perpetua, desgranaron la orgánica y concentraron la acción en cuestiones de régimen interno y la posterior búsqueda de una salida política al problema orientando la acción al trabajo abierto y de solidaridad en Chile y el exterior3.
Aunque la intervención de Lautaro fue eminentemente militar después de las protestas populares de mediados de los años 80, fue relevante la búsqueda de una articulación entre lo político y lo social como factor de sustentabilidad estratégica de su proyecto político de cambio. La fragilidad de la política militar del MAPU-Lautaro no fue un fenómeno puramente operativo o técnico, fue un problema político que se amplificó a otras organizaciones del período y que tuvo un correlato en el resto de América Latina. Las consignas del avance de la lucha guerrillera por América Latina de la década de los 70 y 80 cedieron el paso al termino de la guerra fría a las transiciones pactadas, las desmovilizaciones insurgentes, la inclusión en los sistemas políticos y el aislamiento de aquellos que continuaron la lucha armada en un contexto internacional y local que ya no la legitimaba ni menos respaldaba.
El devenir de las relaciones del MAPU-Lautaro con otros grupos y sus vínculos internacionales dan cuenta de esos cambios y resultan coincidentes con el distanciamiento de otros sectores de la izquierda con quienes compartió su lucha contra la dictadura. La permanencia de las acciones lautarinas plantea la posibilidad de un efecto residual, pero al mismo tiempo, una lectura política crítica y anticipada respecto del nuevo ciclo democrático restringido o de democracia tutelada. Esta lectura resulta relevante al comprometer mecanismos hermenéuticos y de inteligencia social y no sólo de resistencia que el movimiento popular (del que formaban parte los grupos rebeldes) había desplegado largamente.
El discurso lautarino no sólo fue contrario al sistema político y el modelo económico neoliberal, también apuntó a sus aspectos socioculturales. Su discurso político antisistémico, fue severo y despectivo con la izquierda institucional y fue claramente distante y utilitario con quienes llamaban la izquierda revolucionaria tradicional. Su idea de sujeto histórico se centró gradualmente en los marginales urbanos y jóvenes, apartándose progresivamente de categorías estructurales como la clase obrera o el campesinado. Este paradigma político y su noción de sujeto constituyeron el centro de la “Teoría Concepción de la Revolución Chilena” y en buena medida contribuyó a blindarles frente a los acontecimientos internacionales que en otros casos movilizaron revisiones, ajustes y deserciones del campo de la izquierda.
Tanto la documentación como los relatos orales, la observación crítica de las dinámicas de trabajo militar y político, los cambios políticos de la post-guerra fría y las transiciones en América Latina, no lograron imprimir un cambio drástico al sentido de la praxis lautarina. Por el contrario, parecen haberla arrinconado entre la voluntad y un desalojo histórico inevitable.
“El período de mayor despliegue de la política Mapucista Lautarina coincide con el primer gobierno de la Concertación. Es donde se logran las mayores síntesis políticas y donde el accionar político militar se hace más efectivo. La ‘política de las cosas concretas y útiles para el pueblo’, junto con los copamientos territoriales y las acciones relámpago de las FRPL ponen en despliegue todo el arsenal político y orgánico del ‘complejo partidario’ y llevan al gobierno y la clase dominante a poner el problema del terrorismo como la tarea prioritaria a resolver por la democracia. Todos los medios y fuerzas dispuestas a tal fin dan por resultado un intenso proceso de cerco y captura de gran parte de la militancia y de la totalidad de su dirección”4.
Aunque para muchos observadores el MAPU Lautaro fue un “pájaro raro” de la izquierda chilena, la dinámica lautarina no fue una excepción en el acontecer de la política del período. Con el inicio de la transición, varias organizaciones que enfrentaron a la dictadura, permanecieron activas en su accionar propagandístico y militar. Respondiendo a ese accionar, el discurso de los gobiernos de la concertación les negó su condición de actores políticos situándolos en las coordenadas de la delincuencia y el terrorismo. Con la resignificación pública y el desplazamiento desde lo político al ámbito de lo puramente delictivo y anómico, se transitó a una dinámica criminalizadora en la cual se les sindicó, persiguió y juzgó como delincuentes subversivos o terroristas, diseñándose un modelo de "pacificación” que contempló elementos jurídicos, políticos y comunicacionales, para el encuadre y captura de los insurgentes5.
La década de los 90’, se inició en Chile con el traspaso de la banda presidencial entre Pinochet y Patricio Aylwin y significó un año determinante en la relación entre el Estado y el MAPU Lautaro. Sin detallar cada una de estas acciones, las escuadra de las FRPL, el MJL y combinadas, realizaron más de 45 acciones entre asaltos a bancos (9), expropiaciones y asaltos a tiendas (15), ataques a unidades de carabineros (4), iglesias mormonas (4) y sedes de partidos políticos de derecha (3), además de propaganda armada en escuelas (5). Sólo ese año.
Para la joven democracia, protegida por la constitución de Pinochet y las Fuerzas Armadas, no era fácil lidiar con los disconformes y menos aún establecer las formas de su control radical. Se debía demostrar que los métodos de la dictadura habían terminado y que el bien superior de la estabilidad era una necesidad intransable.
Se estableció un mecanismo de control político-jurídico específico amparado en lo que el ex Ministro de Justicia del primer gobierno de la concertación Francisco Cumplido llamó “leyes especiales”. Este dispositivo se apoyó en la creación de una agencia especial de seguridad (Oficina de Seguridad Pública), en la aplicación de la Ley Antiterrorista, de Seguridad Interior del Estado, de Control de Armas y de Arrepentimiento Eficaz a lo que se sumó una política de aislamiento y castigo, mediante la construcción de una Cárcel de Alta Seguridad, con un sistema de segregación máxima del exterior y un régimen disciplinario de castigo en el interior hasta entonces inédito en Chile.
En ese contexto el MAPU-Lautaro desarrolló la última etapa de su vida política, en los términos que lo habían caracterizado, constreñido ahora al espacio de la supervivencia, disgregado y acotado a la lucha por salir de la cárcel que de “bastión de dignidad” podía mutar en la cripta perpetua de una nueva “revolución trunca”. El control de la insurgencia tenía nuevos bríos y nuevos conceptos que venían a nutrir, nuevamente desde la mirada internacional las necesidades del control social emanadas del término de la guerra fría y de las experiencias de los EEUU en el control de su inseguridad urbana.
La política integral de seguridad, imitó experiencias desarrolladas en Alemania, Francia, Italia y España en materia antiterrorista. A la Doctrina de Seguridad Nacional se sumó en la temprana transición la Seguridad Ciudadana levantada por la NYPD de Nueva York (William Bratton) y el alcalde Rudolph Giuliani y la lectura criolla del “desorden comunitario” que en un escenario de problemas sociales no resueltos, insurgencia activa y simpatía de la población requerían urgente solución.
En un contexto de renovaciones y giros, el repertorio político y la genealogía del MAPU Lautaro, ha llevado a considerarlos igualmente como expresión de una renovación de la política tradicional. Una renovación “por la izquierda” del proceso de renovación socialista vivido por una parte de la izquierda a fines de los 70 y comienzos de los años 80. Esta renovación implicó primero la ruptura desde un sector de la comisión militar del MAPU y sectores de la Zona Sur de Santiago de orientación insurreccionalista en 1982 para crear el Movimiento Juvenil Lautaro MJL y luego la construcción del complejo partidario con el MAPU-Lautaro (el partido), el Movimiento Juvenil Lautaro (referente juvenil) y las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro (referente militar).
Fue en el marco de las “Protestas Nacionales” o “Protestas Populares” de la década de los años 80 cuando desde el interior del MAPU surgió y creció la idea de levantar un movimiento que diera espacio a la rebeldía juvenil dando origen al Movimiento Juvenil Lautaro MJL. Un aire de ambigüedad y oportunismo en un partido derrotado por el golpe de 1973 y seducido con la renovación socialista en curso, generó el insospechado espacio para que entre la dirigencia de una comisión especial, destinada a canalizar la rebeldía juvenil, emergiera otro tipo de renovación política y de uso para la energía social de la juventud golpeada por la dictadura. La inserción en la masa, la política emergida ahora desde el mundo popular movilizado y la definición del pueblo rebelde como sujeto desembocaron en el surgimiento de una nueva organización política.
La “renovación” de este sector no buscó la negociación, sino la insurrección. Con un fuerte asidero en lo poblacional el MJL fue también una nueva expresión de la izquierda centrándose, para algunos historiadores, más en el hacer que en la teoría. “El Pueblo Rebelde, será la síntesis renovadora del sujeto popular autónomo que existía en la retórica mapucista desde mediados de los años 70”6.
Ciertamente se les podía considerar “renovadores”, pero no en el sentido que la renovación tuvo en Chile para el resto de la izquierda. Lo fueron en el sentido de ver la lucha contra el estado desde el enfrentamiento cotidiano e integral que, a la larga, se sintetizó en la idea del “vivir y hacer” la revolución como modo de vida. Contra toda renovación que implicara aceptación de cualquier parcialidad del sistema buscaron tempranamente vínculos y contactos con dos de los referentes que encarnaban para ellos el imaginario revolucionario: la juventud popular y la revolución cubana. Primero desde el interior de la organización de la cual fueron su estructura juvenil y luego como organización independiente.
“En el instante en que nace Lautaro, se plantea la idea de la Toma de Nuestras Vidas, ósea, somos una generación que no quiere morir en dictadura… somos una generación popular, queremos la revolución y queremos jugárnosla por eso. Eso era en términos generales… se trataba entonces de dejar el toples, la garrafa y… porque era un poco los vicios que identificábamos en ese tiempo, porque querían cagarse a la juventud; dejar de estar arrinconados en la veredas, en la puerta de nuestras casas y bajar en piño a la calle… Inicialmente Lautaro no se plantea como una fuerza militar, la cuestión militar se empieza a desarrollar después. Pero si empezamos a usar las armas… como instrumento, la estructura no era una estructura guerrillera. Todo este proceso lo hicimos nosotros, este grupo, ratificado y recreado por la estructura de la Comisión (Comisión Nacional Juvenil del Mapu). No tuvo ninguna participación nadie más de la dirección y Garretón tuvo un papel de espectador, nosotros le íbamos contando, él nunca tuvo injerencia en nada de esto, esa absolutamente nuestro. Y empezamos a tomar también, a partir de ese momento una relación, por vía directa con los comunistas cubanos”7.
Si la izquierda anticipaba sus distanciamientos con el campo socialista en un movimiento marcadamente pendular o mantenía convenientes vínculos, para los fundadores del MAPU Lautaro en 1986 se trataba de una coincidencia y referencialidad eminentemente política:
“nosotros tenemos una definición de respeto, valoración y de tremenda consideración de lo que se llama el campo socialista”, como un “avance de la lucha de todos los pueblos”. “Allí se encuentra muy claramente establecido el principal frente de contención y de enfrentamiento al imperialismo norteamericano. Es claro de que allí también se encuentra la principal fuente de solidaridad, de apoyo y de surgimiento de experiencias de las cuales se van nutriendo además el conjunto de los movimientos revolucionarios y populares. Y, por lo tanto, en este plano y con estas consideraciones, nuestra definición es absolutamente clara y nítida: es respeto, valoración y amistad. Nosotros pensamos que allí, en esos países, en esos pueblos, en sus respectivas vanguardias, se encuentran importantes hermanos de nuestra revolución, de nuestro pueblo y de nuestro partido”8.
De este modo, en el plano de sus influencias y relaciones internacionales, el MAPU Lautaro marcó una diferencia con el resto de la izquierda. Fue la concepción de sujeto revolucionario o más ampliamente, su Teoría Concepción, la que determinó la dimensión internacional de la organización y no las necesidades logísticas. Es ilustrativo lo que los actores en 1986 declaraban: “no vamos a pensar nuestra política internacional en términos de ‘pasar el sombrero’, en términos de ver en qué lugar es posible que nos apoyen más o menos… lo que a nosotros nos interesa vitalmente es la relación y el intercambio político”9.
Lo nacional y lo internacional como contexto, marcarían más que la adhesión a bloques o campos, eran horizontes y planos de la confrontación. Para el naciente MAPU Lautaro y durante toda su historia la dimensión internacional y no solo las “relaciones” indicaban el camino a seguir: Cuba, Nicaragua, El Salvador y el derrocamiento del Sha de Irán eran ejemplos de pueblos en armas y de insurrecciones victoriosas. Para el MAPU Lautaro la revolución era asunto de pueblos y no de armas ni guerrilleros profesionales.
Si bien la acción de las organizaciones rebeldes chilenas había comportado ribetes de espectacularidad demostrando la vulnerabilidad de la dictadura y alentando formas de lucha más radicales en los sectores populares, la dimensión típicamente operativa o el impulso de estrategias de enfrentamiento, continuaba siendo patrimonio de “cuadros”, de “revolucionarios” que podían despertar simpatía, adhesión o crítica, ser tildados de extremistas o aventureros inoportunos, ser acusados de operadores locales de la guerra fría y sus veleidades, ser “útiles” o incluso “tontos útiles” pero eran –para todos- parte del paisaje político. Extrañamente el imaginario construido sobre los rebeldes situó al MAPU Lautaro en los márgenes de ese paisaje.
En contexto, las tesis insurreccionales, como bloque e identificadas con un campo revolucionario internacional, disputaban con aquellas que articulaban movilización y negociación con referentes y vinculaciones internacionales equivalentes tanto o más significativas gracias a la expansión de la renovación y una revalorización creciente de la democracia. Estos escenarios no ordenaron el imaginario de modo simple y claro: la calidad de renovados o retrógrados, militaristas o moderados, intransigentes, pactistas y traidores se repartían democráticamente al interior de la izquierda y en el interior de cada partido. La dictadura había logrado imponer un itinerario y un orden, a diestra y siniestra, que se prolongaría más allá de su denostado orden.
En los márgenes. Lautaro aún no era otra cosa. Considerados “rara avis” para el resto de las cúpulas de la izquierda durante la dictadura, no eran una preocupación en el conjunto de la marea de organizaciones, grupos, movimientos sociales, activistas aislados y organizaciones políticas que se debatían entre la ruptura y la negociación; entre el que se vaya y el derrocamiento.
La historiografía e imaginario sobre el MAPU Lautaro
Si se excluye una tesis y un libro escrito desde el interior de la Cárcel de Alta Seguridad por el autor de este artículo entre 1993 y 1995, la escasa producción en torno al Lautaro fue inaugurada en la historiografía académica y trabajos de investigación sociológica recién en 1996 consagrando en texto la representación más habitual sobre la organización insurgente y las características de sus militantes que se difundían en medios masivos. En base a fuentes periodísticas y declaraciones judiciales la tesis de periodismo “Lautaro, los Hijos descarriados de la izquierda” de Domínguez y Larraín dio rango científico a un sentido común construido por la dictadura y avalado por la propia izquierda cuando la acción del Lautaro incomodó el itinerario transicional.
Nadie cuestionó las fuentes sobre las cuales se reconstruían los propósitos de la organización que frecuentemente era aludida como banda terrorista, delictual o secta formada por personajes desquiciados. Durante más de una década no llamó la atención que se emplearan sin crítica fuentes compuestas por declaraciones judiciales y extrajudiciales obtenidas mediante amenazas y tortura de parte de las policías y bajo el sistema judicial chileno previo a la Reforma Procesal Penal; que establecía un sistema inquisitorial en el que el juez acusaba, desarrollaba la investigación y dictaba sentencia sobre los antecedentes entregados por las policías de Carabineros e Investigaciones de Chile.
La mirada de los propios actores estuvo completamente ausente y la imagen de la organización y sus militantes respondieron al reiterado reflejo de las líneas editoriales de los medios de comunicación y a la versión del aparato de inteligencia del Estado. La metodología empleada excluyó a los sujetos que protagonizaron los acontecimientos y de paso encubrió la permanencia de la tortura en democracia.
"Cuando me detienen yo no quería creer... (Yo) en manos de ellos en ese momento... fueron más de 10 días con ellos. Caímos 4 compañeros en esos días, fue muy duro, muy violento, nos golpearon en la cabeza, en las piernas y en los testículos... estuve varios días amarrado, sin comer, sin agua, sin baño, sometimiento absoluto... un montón de amenazas con mi familia, que iban a traer a mi hermana y tenían a compañeros con su hija, a uno le partieron la cabeza de un fierrazo. Se hicieron eternos, realmente… eternos esos días”10.
Mayoritariamente las investigaciones de naturaleza periodística sobre el MAPU-Lautaro se instalaron y tomaron como fuentes y opiniones válidas dichos que estaban marcados por prejuicios y mitos provenientes del propio Estado y los mismos medios de comunicación, que desde los años 80 y 90, se fueron divulgando sobre el grupo. Primero que se trataba de una organización anárquica, sin sustentos teóricos, que desarrollaban acciones de carácter terrorista y que sus miembros pertenecerían al lumpen con “dirigencia burguesa”.
En el caso el Poder Judicial de Chile este la denominó, por fuera de toda tipología jurídica, como “una organización cuyo método de acto criminal se caracteriza por utilizar procedimientos socialmente peligrosos, ruines y egoístas”, que “enrola en sus filas a soñadores, torpes de pocas luces y pícaros de baja estofa”11, poseyendo “una prestancia o compostura paramilitar integrada de incitante erotismo, [siendo] permanente y reiterativo, [con] una severa jerarquía de mando, [y que] actúa de acuerdo a planes percibidos por cerebros sui generis”12.
El Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación de 1991, llamado Informe Retting, aún reconociendo que no tenía información mayor sobre el grupo planteaba que “La racionalidad política de las acciones de este grupo es aún más difusa e incompresible que en el caso de los anteriores siendo patente la mayor crueldad de ellas. Quizás lo anterior se pueda explicar por lo heterogéneo de sus militantes, la escasa preparación de éstos y la indeterminación de sus fines, debiendo reconocerse, eso sí, el escaso conocimiento interno que hay sobre él”13.
Lo anterior es muy significante para dimensionar las fuentes de investigación dados el valor social y prestigio del informe y debido a que, hasta principios de los 90, sólo existían un par de artículos que alimentaban dichos mitos, originados al interior del mismo partido del cual se había escindido el MAPU Lautaro, convirtiéndose posteriormente en fuentes muy validadas. Nos referimos a revistas opositoras a la dictadura como Análisis, Cal y Canto y el derechista diario El Mercurio. Las publicaciones de izquierda Revista Punto Final y Página Abierta fueron las únicas se interesaron y lograron obtener entrevistas de dirigentes nacionales de MAPU Lautaro. A comienzos de los años 90 personalidades políticas manifestaban con frecuencia, en medios masivos o en publicaciones, que el mayor problema de la estabilidad política democrática era la delincuencia terrorista14 y no el evidente predominio de las Fuerzas Armadas, aunque en reiteradas ocasiones el ejercito se manifestó públicamente de modo beligerante y en dos ocasiones con movilización ostensible de fuerzas militares en el centro de la capital. La contradicción del argumento esgrimido contra Lautaro era obvia ¿grupo de lumpen o peligro para la democracia? La construcción del otro, surgida desde la autoridad infiltró de prejuicios la investigación durante largos años.
Los hijos descarriados de la izquierda. Entre la novedad y el mito
La particularidad atribuida al MAPU Lautaro por la historiografía y la sociología transicional ha minimizado su historicidad al inscribirla como el efecto perverso de la división del MAPU en 1983. Gaspar Domínguez y Paz Larraín indicaban que: “el proceso de Convergencia Socialista no caminaron, lineal y mecánicamente, en esa dirección. Fue el resultado de una larga pugna al interior de la alianza y de cada partido integrante, cuya resolución- en gran medida- explica la formación del MAPU-Lautaro”15.
Dicha tesis, indicaba que el MAPU (dirigido por Manuel Antonio Garretón), vivía un álgido conflicto entre “dos ópticas políticas (…) mientras un sector pugnaba por la lucha directa contra el régimen militar, otra tendencia se planteaba hacer de la lucha política y de las alianzas con el centro el eje de su proyecto renovador”16. Diez años después, la historiadora Cristina Moyano, en su tesis doctoral sobre la renovación socialista y el MAPU, asoció la emergencia del Lautaro como parte de ese proceso de renovación de la izquierda: “la autonomía movimientista con la que nace el Lautaro, se entiende bajo las construcciones teóricas especificas de la renovación socialista en el MAPU, quien en su conjunto había participado de otra construcción suprapartidaria como lo era la Convergencia Socialista. El Lautaro entronca también con la propuesta localista de la insubordinación territorial que estaba en las propuestas de resistencia del conglomerado”17.
Un planteamiento similar surgió de la investigación de Eyleen Faure sobre el MAPU- Lautaro, asociándose sus génesis a un contexto de revisión y crítica frente a los desafíos de la coyuntura donde “la diferencia esencial entre los dos sectores que se habían formado dentro del MAPU era la de avalar o no la lucha armada en el contexto de la dictadura militar de Pinochet”18. Entre sus fuentes se encontraba el reportaje de la citada revista Página Abierta y una entrevista dada por su Secretario General Guillermo Ossandón el año 2004 tras una década de reclusión en la Cárcel de Alta Seguridad:
“Un lote de gente que era del MAPU encontrábamos que había una nueva generación popular que estaba en los territorios luchando, y empezamos a pensar digamos una cosa diferente… sobre todo porque nos dimos cuenta de que en lo que creíamos que estábamos ya no tenía sentido… nosotros queríamos pelear contra la dictadura, pelear contra el miedo. Y empezamos a juntar ganas y ahí nació Lautaro…. y salió del MAPU, de la estructura juvenil del MAPU, yo estaba a cargo de la Comisión Política del MAPU en esa época. Entonces, no fue un asunto ‘desideológico’, yo diría que fue un problema de definición de recorridos, es decir, se produjo esto en la historia chilena donde salieron una cantidad de inventos raros, engendros, cuestiones de cambio distinto… y nosotros buscábamos otra cosa y por ahí salió po”19.
Del testimonio de Ossandón y en la reiteración de esos dichos expuestos en otros momentos por él y otros miembros del núcleo fundador podemos rastrear un aspecto no analizado y obviado en muchas investigaciones respecto de los orígenes sociales del surgimiento del MAPU Lautaro y de su sentido refundacional: la juventud popular organizada en parroquias y poblaciones a comienzos de los años ochenta.
Para el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar el MJL, fue fundado por una confluencia de jóvenes de extracción poblacional y marginal, pero con “un porcentaje considerable de jóvenes que provenían de otros estratos sociales. Muchos de ellos se habían iniciado en comunidades cristianas y en los grupos de base parroquial”20. “La cultura rebelde del MJL fue, sin duda, un producto típicamente juvenil, típicamente chileno y típico de los ’80, que se situó en las antípodas de la adulta y dramática ‘cultura leninista de la rebelión’”21.
La investigación del historiador Nicolás Acevedo, con amplio respaldo de la historia oral, cuestionó que el Lautaro fuera resultado de la renovación socialista. En tanto actor político del período emergía como expresión de sectores populares juveniles organizados. Estos, como protagonistas de las extensas 22 jornadas de protestas nacionales, no sólo tenían como señaló Salazar, un caudal “cultural”, evidenciaban una proyectividad política que evidentemente no surgía de la nada. Se amalgamaban en un sustrato político compuesto por la experiencia de la Unidad Popular y su recuerdo en la memoria colectiva, la resistencia a la dictadura y el trabajo político de militantes asentados y/o “refugiados” en los territorios populares junto a la experiencia propia de una generación de jóvenes comprometidos en el trabajo social y catequista para quienes la participación política (proscrita) era parte de su práctica evangelizadora.
Esteban Valenzuela, ex mapucista y ex diputado durante los primeros gobiernos de la transición, señaló en su tesis doctoral que el Lautaro era una mixtura entre la existencia de un movimiento juvenil popular y un proceso político de oposición a la Convergencia Socialista en la que participaba la dirección del MAPU. “una disidencia contra la renovación socialista, no lo veo como parte de la renovación (…) Porque la renovación, recordemos que era, critica, autocritica de la UP, reconciliar el socialismo de mercado, estoy hablando como analista, el abandono del marxismo, en cambio el Lautaro es una búsqueda dentro del Marxismo”22. La emergencia del Lautaro y de un nuevo MAPU fue la combinación de dos factores: la mezcla entre el “iluminismo de Ossandón, pero también no sólo de Ossandón, es una realidad histórica especifica del MAPU de la zona sur, y particularmente (población) Caro Ochagavía y muy particularmente (población) Joao Goulart”23.
Mayoritariamente las fuentes documentales sobre el MAPU Lautaro, empleadas en artículos y tesis correspondieron al Fondo Documental Eugenio Ruiz-Tagle de FLACSO y a los artículos ya individualizados. Dichos trabajos, menos prejuiciosos, no profundizaron en los relatos de vida y se construyeron excluyendo muchas veces la oralidad de los involucrados extrañándose la construcción discursiva y la intervención política con severas omisiones de aspectos relevantes del grupo como su trabajo social territorial y su génesis en poblaciones, comunidades cristianas, católicas y evangélicas.
Entre los primeros trabajos que intentaban develar el “misterio” de Lautaro, se encontraban los trabajos de dos historiadores consagrados y de reconocida trayectoria de izquierda como Luis Vitale y Gabriel Salazar. Vitale hizo un breve resumen en el compilado “De Martí a Chiapas”, planteando que el Movimiento Juvenil Lautaro fue “la base de las acciones armadas” de una fracción del MAPU, comparándolo con el rol que jugó para el Frente Patriótico Manuel Rodríguez el PC en su creación24, obviando los orígenes de su formación. Salazar, en Historia Contemporánea de Chile, atribuyó al MAPU Lautaro un aire “novedoso” y de “rechazo total” a la tradición de izquierda.
Para el Premio Nacional de Historia y precursor de la Nueva Historia, el Movimiento Juvenil Lautaro destacó por el grado de autonomía de su militancia: “ancho y descentralizado. Por eso, los núcleos lautaristas tenían un importante grado de autonomía, mayor que el que, en teoría, el MIR asignaba a sus ‘frente de masa’”25. Su relato colaboró tangencialmente a comprender el fenómeno apoyándose en fuentes preferentemente secundarias. Ambas referencias al MAPU Lautaro se incluyeron en estudios de carácter amplio dedicados a las organizaciones revolucionarias de América Latina (Vitale) y sobre la juventud en el Chile contemporáneo (Salazar).
La historiadora Cristina Moyano, en el año 2007, situó al Lautaro en línea de continuidad y ruptura con la izquierda enfocándose en el MAPU como espacio de surgimiento e identidad del MAPU Lautaro, situándolo dentro del proceso de renovación socialista. Su perfil político se habría derivado de la continuidad de la línea insurreccional existente en el MAPU y la influencia de elementos “exógenos” que influenciaron la reflexión de los líderes del movimiento en sus inicios. Se desplazó así el influjo de una praxis y reflexión surgida desde la militancia popular que, según la oralidad de los militantes, fue parte fundamental en su historia.
“Desde el plano más general, la fundación del LAUTARO también se entiende con los giros en torno a las consideraciones sobre la violencia que estaba dando el Partido Comunista, pero por sobre todo, el impacto que generó la revolución sandinista en Nicaragua y su triunfo en 1979. La idea de un pueblo combatiente, donde la violencia es parte de la propia forma de relación con los otros y que conviene con la solidaridad y los proyectos de la transformación, se entremezclaron novedosamente hacia 1982”26.
En la misma línea se estableció como elementos exógenos las influencias troskistas, maoístas y una práctica y concepción imitativa respecto del Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso.
“La propuesta de una revolución continua, permanente y prolongada, reúne claramente los influjos troskistas y maoístas en una interesante combinación, que los lautaros denominaran como “marxismo leninismo mapucista lautarino”, en la una nítida imitación a las formas que por esos mismo años formalizaran la retórica del Partido Comunista Peruano en el Sendero Luminoso de JC Mariategui, con su “marxismo leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo”27.
Tanto los testimonios como los documentos de la organización cuestionan la existencia de esa “imitación”. En ningún documento interno, entrevista pública o en conversaciones privadas en el marco de este y otros trabajos o en la convivencia en prisión durante 11 años del autor de estas líneas con la militancia del Mapu Lautaro, ningún dirigente o cuadro medio de esa organización señaló jamás tal influencia, por el contrario en el documento “La toma de lo Cotidiano. Entrevista a Diego Carvajal” el entonces Secretario General Guillermo Ossandón Cañas señalaba que eran otros, la prensa y un sector político, quienes los comparaban con Sendero Luminoso.
“la similitud la buscan, digámoslo así, en lo exótico… Hasta aquí la similitud y aquí mismo empiezan las diferencias y las particularidades… resaltan de inmediato diferencias sustantivas en la concepción de la política, en la forma de hacer las cosas, sobre todo en la relación con el pueblo…es difícil encontrar coincidencias en ese plano. No tenemos, nunca la hemos tenido y no está tampoco dentro de nuestras prioridades de relación con fuerzas revolucionarias de América Latina”28.
Sobre la influencia Troskista y Maoísta, Ossandón señaló en la misma entrevista que: “estamos tremendamente orgullosos de ser marxistas-leninistas. Somos revolucionarios y estamos contentos de serlo”29.
Las características, que dotan al Mapu Lautaro de una singularidad, si bien provienen de su origen en el MAPU como lo identificó acertadamente Moyano, arrancan fundamentalmente de sus cuadros militantes, jóvenes y populares, que provienen de las parroquias y organizaciones sociales de los sectores populares de la zona Sur de Santiago.
Otro elemento que ha caracterizado la representación política del MAPU Lautaro se relaciona con “herencias intelectuales” derivadas del MAPU y de sus cuadros dirigentes. En tal sentido la política del “sexo nuestro” del Lautaro habría sido una expresión de la renovación intelectual del MAPU. Las historias de vida y las entrevistas en profundidad que hemos realizado indican que la propuesta sobre la sexualidad y las acciones de propaganda, como repartición de anticonceptivos y condones durante los asaltos a bancos o en propagandas armadas, que realizaba el Mapu Lautaro no provienen de lecturas de Michel Foucault ni de los debates intelectuales del MAPU, como señalaron artículos de prensa y algunas tesis, sino de planteamientos y modos de vivir que los jóvenes populares tenían y que se deseaban proyectar como parte de una política que incorporara esa subjetividad. La organización tomó, muy puntualmente, los debates de sus jóvenes militantes y la interpretación que hizo el MAPU Lautaro de la respuesta que dieron miles de jóvenes al Papa Juan Pablo Segundo en el Estadio Nacional cuando preguntó “quieren dejar la tentación del sexo” y respondieron “NO” masivamente. El autor francés sólo fue leído en los años 90 en prisión.
Otro elemento frecuente en la historiografía del MAPU Lautaro fue el abordaje parcial de su historia y una continuidad de su política que no consideraba todos los periodos y sus características distintivas como la “fundación del MJL y del partido”, “Insurreccional de masas”, o “Político militar”. Producto de diversas razones los trabajos producidos en la última década sobre el Mapu-Lautaro no han podido reconstruir el carácter integral de dicha organización.
Eyleen Faure, rastreó desde 1982 hasta 1995 sin contemplar el periodo de Resistencia, desde el mismo golpe de Estado hasta la formación de MJL, fundamental para entender los orígenes del grupo o su etapa final con la Ley de Indulto General del 2004. Aunque recurre a fuentes orales, estudió el origen del MJL con entrevistas posteriores a 1994 a ex-militantes que no habían participado de la fundación ignorando la evolución del pensamiento lautarino30.
Héctor Ordenes realizó un estudio desde 1990 hasta 1994 apoyándose y destacando más el trabajo de prensa, que la reconstrucción histórica. Ordenes identificó el fin de la organización con la detención de Guillermo Ossandón31 pasando por alto la continuidad en prisión durante diez años más. El año 2004 el mismo Ossandón señaló que con su caída del año 94 la guerra había terminado y que en adelante se concentrarían en la lucha política no armada. La investigación de Órdenes permitió apreciar cómo fue percibida la organización desde la prensa, los sectores políticos (como la izquierda tradicional), los grupos económicos y el Estado.
“El Lautaro nace esencialmente como una organización de raigambre social, que deviene en un grupo político-militar”32 que a partir del año 1990 se fue alejando de las masas. “A partir de aquel momento, la organización marcharía sola en el derrotero por la búsqueda de la ‘victoria popular’, pero paradójicamente careciendo de ‘lo popular’, hacia el establecimiento de un conflicto político-militar abierto”33. Para Ordenes, desde 1990 en adelante, el Lautaro “pierde poder efectivo, aquel poder que le otorgaba ser parte de los sectores populares y del cual se alimentaba, que puede ser mucho, puede ser poco, pero era poder al fin y al cabo”34.
Tanto en Faure como en Ordenes los marcos conceptuales parten de la violencia política, planteando la primera que su teoría política no tiene precedentes en la historia de Chile: “El discurso lautarino intentaba fusionar lo político y lo militar con lo social. Esto se lograba, en la práctica, mediante la integración de actividades de diversa índole durante las operaciones militares. En lo discursivo, la inclusión- o más bien, la explicitación- en la política de conceptos que siempre se habían mantenido ajenos al ámbito de lo “político”, da cuenta de esta mixtura”35. Además sostienen, en coincidencia con los documentos de la organización, que el Mapu Lautaro “incorporó a su teoría política conceptos que se relacionan con la cotidianeidad de los seres humanos: la felicidad, el sexo, la alegría, el placer”.
Igualmente se ha sostenido que existía una “interpretación poco ortodoxa del marxismo”36 y que la desarticulación y crisis del Lautaro, se debió a que a partir de su radicalización y al ser los únicos, entre otros grupos en continuar después de los 90 con la lucha armada, se hicieron vulnerables a la persecución del Estado que logró desarticularlos y provocar su crisis interna entre 1996-97. “Desde el punto de vista histórico, consideramos que el Lautaro ya no existe. El MJL nació en un momento histórico específico que no se repetirá. (…) Al agotarse su momento histórico, la organización entró en una crisis profunda, que lo alejó de sus horizontes políticos. Las tensiones que condujeron a la dispersión del MJL se produjeron al interior del CAS; sin embargo, el comienzo de su debilitamiento puede encontrarse a comienzos de la década de 1990”37. La clave de dicha crisis, para Faure y Órdenes, fue el alejamiento de las masas y de los sectores populares desde donde surgieron.
Es el historiador Nicolás Acevedo quien estudia los orígenes de dicha organización entre 1978 y 1985 desde dos sectores concretos de alta relevancia: La Granja (comuna) y Caro Ochagavía (sector) logrando reconstruir la formación del MJL, su rol dentro del mapa político y los aportes dentro de lo que él denominó la transición hacia nuevas formas de hacer política. Lamentablemente su estudio llegó hasta 1985 dejando pendiente el desarrollo del posterior del proceso38. Los tres textos descritos recogieron en distintos grados prensa, documentos y testimonios orales, pero con distintos enfoques.
Dos investigaciones profundizaron los elementos discursivos y el imaginario del Mapu Lautaro trabajando con fuentes orales, documentos internos y prensa. Javiera Poblete y Valentina López, investigaron la Agrupación de Madres Guacoldas y Mauricio Garay y Víctor Manríquez La sensualidad en el MJL en donde “la exploración del campo de los sentidos es lo central”.
Estos trabajos se concentraron en teorías y enfoques sociológicos trasladando la historicidad del MAPU Lautaro al campo del análisis biopolítico, de la gubernamentalidad y del análisis del discurso pero utilizando una hermenéutica lautarina desarrollada en el último periodo de prisión por algunos militantes. No contrastaron sus fuentes testimoniales y no abordaron el problema de la resignificación que la memoria emblemática de los militantes y ex militantes producían luego de salir de la prisión.
Lautaro en la prensa de la transición
Antes que la historiografía, la prensa y revistas culturales dedicaron extensos espacios a señalar la intervención militar y la discursividad del grupo especialmente en lo relativo a asaltos bancarios simultáneos, asaltos a zapaterías y tiendas de ropa, reparticiones de víveres, medicamentos y condones.
Entre los artículos de prensa más citados en trabajos de investigación se encuentra “Lautaro”: Fanáticos del sexo y la violencia”39 que destaca el lenguaje desenfado que mezcla el sexo, la música y ciertas demandas sociales: “un grupo de fanáticos”, ejecutores de hechos delictuales compuesto por “sujetos reclutados entre el lumpen y una elite con instrucción paramilitar llamada Fuerzas Populares y Rebeldes Lautaro (FPRL)”40.
En una mirada más sociológica y con pretensión psicoanalítica se encuentra el artículo de Gonzalo de la Maza, “Los Lautaro: una violencia post moderna”41 indicando que “El lautarismo es un fenómeno más amplio que encuentra arraigo ente jóvenes chilenos” caracterizándolo como un grupo que se encontraba arraigado en la juventud poblacional, solitario, confrontacionales y “expulsados de la familia… por la acciones armadas que realizan, se está ante la duda entre sí están infiltrados o se han vuelto locos… forma parte del ambiente cultural postmoderno en que vivimos… son hijos de la dictadura”.
Con posterioridad a este artículo se publicó en el Diario La Época un reportaje de tres páginas dedicado al Mapu Lautaro dedicado a los orígenes, influencias y formas de actuar de la organización caracterizada como delictual y lumpenezca, con una formación de 500 militantes y de la cual la policía tenía información precisa de 120. Se indicó que su orientación se inspiró en la guerrilla salvadoreña y que su dirigencia era “una banda delictual con fines de lucro personal de una cúpula elitista” sin trasfondo político que reclutaba a una “juventud descarriada” atraída por el dinero para “costear cigarrillos, trago o marihuana”, portadores del “síndrome de Robin Hood” y que su líder apodado Diego Carvajal no existía42.
La subjetividad y la política de los “descarriados”
Transcurridos varios años de encierro para la militancia y dirigencia lautarina, además de investigaciones académicas, emergieron también nuevos artículos de prensa y publicaciones que revisivilizaron al MAPU Lautaro en el marco del proceso de transición pactada que ahora aparecía cuestionado por todos. Paradojalmente los villanos del ocaso de la dictadura y de la naciente democracia, reaparecían con un aura profética que tardíamente implicó el reconocimiento de una politicidad que antes les había sido negada.
Por la profundidad e intimidad del relato, fue significativa la entrevista realizada por Nelly Richard al Secretario General del MAPU-Lautaro Guillermo Ossandón. En el año 2004 fue publicada en la Revista de Crítica Cultural un artículo y una entrevista titulada “Inconformistas sin vuelta. El vértigo del grupo Mapu-Lautaro” allí se vuelcan antecedentes de la fundación, la ruptura con el MAPU, la resistencia a Pinochet, la represión en el periodo de la concertación, los elementos teóricos de la organización y la vida en prisión. La entrevista, realizada tuvo la virtud de presentar un balance histórico y personal de un de fundador y emblemático militante de la organización.
Elementos como el aislamiento del MAPU Lautaro, la autocrítica de los resultados, la definición de sus conceptos, la revisión respecto de una noción mitificada del pueblo, su lectura del marxismo, la elaboración grupal y personal de la muerte de militantes y el compromiso de dejar las armas para obtener el indulto fueron aspectos abordados en esa conversación desarrollada entre la celda y el patio del módulo H-Sur de la Cárcel de Alta Seguridad durante una visita especial.
Desde una perspectiva comprensiva, del surgimiento y el impacto del MAPU Lautaro en la política chilena, el ex ministro de Allende y de dos gobiernos de la Concertación, Jorge Arrate43 en su Memoria de la izquierda chilena, hace un balance del contexto, orígenes y objetivos del MAPU Lautaro asociándolo a un agudo proceso que afectó a la izquierda y que se expresó cuando en el MAPU
“que dirige Garretón se ha escindido la juventud. También el sector que, bajo la dirección de Virginia Rodríguez, ha alcanzado ciertos niveles de preparación político-militar. Tiempo después… en franca ruptura con su dirección central el nuevo referente preconiza en sus inicios una ‘movilización insurreccional de masas’ para ‘irse apropiando del país, tomarse Chile, partiendo por los territorios populares (…) hasta llegar a culminar con la toma del poder’, como anuncia uno de sus documentos estratégicos”
Respecto de sus concepciones y estrategia Arrate indicaba que el MAPU Lautaro:
“defiende la idea de un ‘pueblo en armas’, una ‘fuerza guerrillera de carácter irregular’ cuyo desarrollo urbano se considera indispensable para la dimensión de masas de las acciones que emprenderá… basado en la multiplicación del armamento casero que, se supone, le resulta accesible… a partir de su inserción poblacional. Liderado por el ex dirigente de la juventud mapucista Guillermo Ossandón, el Mapu- Lautaro se desarrolla como una organización clandestina que se especializa en reclutar combatientes en el ‘lumpen proletariado’… combina populismo y marxismo-leninismo, privilegia objetivos inmediatos de redistribución de la riqueza y lucha antiimperialista… destina sus cuadros y acciones a lo que llama ‘recuperaciones’, asaltos de pequeños negocios de alimentos y vestimentas cuyo botín distribuye enseguida en sectores populares”44.
Una perspectiva más cercana a la comprensión del fenómeno que al prejuicio es la que en Arrate permite hacer un dibujo más integral de aquello que para él es un fenómeno político, vinculado a un proceso que vivió la izquierda, a necesidades no resueltas del mundo popular y especialmente de una juventud marginalizada que él, desde su lugar de enunciación, identificó como ‘lumpen proletariado’ sin la carga que la expresión había tenido durante más de diez años.
Un análisis de la criminalización y las políticas de seguridad ciudadana fue elaborado por Claudia Farfan en El silencio forzado de los presos políticos en democracia, del año 2006. La periodista entrevistó a ex-Ministros de Justicia de la Concertación, directores de Investigaciones de Chile y al ex-Ministro de Planificación de Frei y ex-embajador en Francia del gobierno de Ricardo Lagos: Marcelo Schilling quien fuera Secretario ejecutivo de la Oficina de Seguridad Pública que fue el organismo de inteligencia de la Concertación.
Si la historia oral y el trabajo documental, con fuentes de los propios actores, habían permitido rescatar la identidad rebelde del secuestro de los medios y del imaginario transicional gobernante, fue la forma y la dilatada duración del disciplinamiento y el castigo lo que dio un giro inesperado a la historia del MAPU Lautaro. El dispositivo creado para su extinción termino siendo efectivamente un “Territorio Bastión” en el que la organización dio su última y más larga batalla. Nuestros trabajos “Rebeldía, subversión y prisión política: Crimen y castigo en la transición chilena 1990 – 2004”, “Jóvenes, rebeldes y armados” y “Una mirada a la identidad y la memoria militante durante la transición chilena, 1990-2004” publicados en Chile y Argentina respectivamente –escritos durante y después de permanecer más de una década en la Cárcel de Alta Seguridad- han contribuido, junto a otros ya citados, a valorar de manera aún incipiente la oralidad de los actores, sus testimonios, memoria e historicidad como parte del proceso político y la historia reciente del país, develando la historia más allá del mito y el prejuicio.
Referencias
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“Lucharemos por un Chile Popular, nuestro camino es la insurrección de masas. Entrevista a Diego Carvajal”. Entrevista al Secretario General del Partido MAPU. Santiago, enero de 1986.
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- “Con el pueblo, las armas y las ideas. La toma de Chile Va”. III Congreso Partido MAPU. Santiago?, marzo de 1988. pp.42-44. Los antecedentes de esta política se encuentran en un documento de enero de 1986 que reproduce la publicación de una entrevista a Guillermo Ossandón “Diego Carvajal” del año anterior realizada por una periodista peruana y reproducida en Chile denominada “Luchamos por un Chile Popular. Nuestro camino es la Guerra Insurreccional de Masas”.
- “Síntesis de Nuestra Propuesta”. Mapucistas, con la rebeldía popular: la toma de Chile, va! Santiago, Junio de 1983.
- En: ROSAS, P. 2004. Rebeldía, subversión y prisión política: Crimen y castigo en la transición chilena 1990 – 2004. Santiago, LOM.
- C.S. Duncan (52 años, arquitecto, ex-lautarista). Entrevista personal con Pedro Rosas. Cárcel de Alta Seguridad. Santiago, septiembre de 2001.
- Para una visión del proceso político de aislamiento sobre la acción política rebelde y sobre la construcción de un imaginario de “Seguridad Ciudadana” Ver: FRUHLING, H. 1995. El estado frente al terrorismo. Santiago, Atena/Centro de Estudios del Desarrollo. pp 91-182. Además: RAMOS, M. y GUZMÁN DE LUIGI, J. 2000. La guerra y la Paz ciudadana. Santiago, LOM. pp 55-156.
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- OSSANDÓN, G. 1994. Memorias del MAPU Lautaro. Colectivo Lautarino en Prisión. Edición propia.
- “Lucharemos por un Chile Popular, nuestro camino es la insurrección de masas. Entrevista a Diego Carvajal”. Entrevista al Secretario General del Partido MAPU. Santiago, enero de 1986. 49p. Esta entrevista fue realizada por una periodista sin identificar perteneciente a un medio de circulación nacional y entonces colaboradora del Lautaro, el contenido de la misma fue editado por la dirección del Lautaro para generar un producto colectivo de esa instancia de allí el nombre Diego Carvajal para representar esa Dirección Colectiva.
- Ibíd. 52p.
- LUKA (militante). Entrevista personal con Pedro Rosas. Cárcel de Alta Seguridad. Santiago, febrero 1994. Luka fue detenido en febrero de 1994 por la Brigada de Inteligencia Policial de Investigaciones. Ver: ROSAS, P. 2010. “Jóvenes, rebeldes y armados. Una mirada a la identidad y la memoria militante durante la transición chilena, 1990-2004”. En: Problemas de la historia reciente del Cono Sur. Vol. I. Buenos Aires. Ed. Universidad Nacional General Sarmiento/ Prometeo Libros. pp 213-237.
- Proceso MAPU–Lautaro. 1991. Corte de Apelaciones de Santiago. Ministro Sr. Arnoldo Dreyse. Santiago de Chile. A fjs. 8.
- Ibíd. A fjs. 11.
- CHILE. Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. Febrero, 1991. 668p. Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. (1990). Decreto Supremo: N° 355.
- Luís Maira, ex dirigente de la Izquierda Cristiana, fue dos veces diputado, ex embajador en Argentina y México. Señalaba a mediados de los años 90 que una prioridad de la transición era terminar con la delincuencia subversiva. Ver: VIDAL, H. 1995. El tabú del conflicto armado en Chile. Santiago, Ed. Mosquito. 135p.
- DOMÍNGUEZ, G. y LARRAÍN, P. 1996. El MAPU-Lautaro: Los Hijos descarriados de la Izquierda. Tesis de grado en Periodismo. Santiago, Universidad Diego Portales, Facultad de Comunicación y Letras. 54p.
- Ibíd. 57p.
- MOYANO, C. 2007. Op. cit. 268p. Para profundizar, Ver: MOYANO, C. 2010. El MAPU durante la dictadura. Saberes y prácticas políticas para una microhistoria de la renovación socialista en Chile. Santiago, Ediciones Universidad Alberto Hurtado; En el capítulo IX de su libro la autora analiza el surgimiento y desarrollo del Lautaro.
- FAURE, E. 2006. Los locos del poder. Aproximación histórica a la experiencia del Movimiento Juvenil Lautaro (1982-1997). Informe de Seminario de Grado para optar al Grado de Licenciado en Historia (Profesor Guía: Gabriel Salazar). Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades. 22p.
- G. Ossandón. Entrevista personal con Eyleen Faure. En: FAURE, E. 2006. Op. cit.
- Ibíd. 255p.
- Ibíd. 256p.
- E. VALENZUELA. Entrevista personal con Nicolás Acevedo. Santiago, julio de 2012. El entrevistado fue presidente de la Juventud del MAPU al que se integró a mediados de los años 80 en la Universidad Católica, fundador y Secretario General del PPD fundador del Partido Progresista, académico, ex diputado (2002-2006 / 2006-2009) y ex alcalde de Rancagua (1992-1996).
- Ibíd. Se refiere a Guillermo Ossandón, miembro de la Comisión Política del MAPU desde 1976 hasta que, en 1983, junto a otros dirigentes nacionales e intermedios del mismo partido, funda el Partido MAPU-Lautaro.
- VITALE, L. 1995. De Martí a Chiapas. Santiago, Editorial Síntesis- Cela. pp 218-219.
- SALAZAR, G. y PINTO, J. 2002. Historia Contemporánea de Chile. Tomo V. Niñez y juventud. Santiago, LOM. 257p.
- MOYANO, C. 2007. Óp.cit. 266p.
- Ibíd. 274p.
- MAPU. Febrero, 1990. La toma de lo cotidiano. La política de las cosas concretas y útiles para el pueblo. 18p.
- Ibíd. 23p.
- FAURE, E. 2006. Op. Cit.
- ORDENES, H. 2007. ‘Jóvenes, rebeldes y armados’. El MAPU Lautaro y su accionar en la década de los 90 (1990-1994). Tesis para optar al grado de Licenciatura en Historia. Santiago, Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades.
- ORDENES, H. 2007. Ibíd. 110p.
- Ibíd. 131p.
- Ibíd.
- FAURE, E. 2006. Op. cit. 86p.
- Ibíd. 87p.
- Ibíd. 89p.
- ACEVEDO, N. 2006. Fuera Pinochet, Chile Popular. El MAPU- Lautaro en las protestas populares, 1978- 1985. Seminario para optar al grado de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales. Santiago, Universidad ARCIS, Escuela de Historia y Ciencias Sociales.
- LAUTARO: FANÁTICOS del sexo y la violencia. 1990. La Tercera, Santiago, Chile, 10 de junio. pp 10-11.
- Se refiere a las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro (FRPL).
- DE LA MAZA, G. 1988. “Los Lautaro: una violencia postmoderna”. Santiago, Revista Cal y Canto, ECO. pp 26-30.
- EL PASADO y presente del MAPU Lautaro. Policía de Investigaciones tiene identificados a 120 miembros del movimiento y los busca intensamente. 1990. La Época, Santiago, Chile. 14 de octubre. pp 14-16.
- Jorge Arrate, abogado, economista y escritor, fue ministro de Minería de Salvador Allende (1972), Ministro de Educación en el gobierno de Patricio Aylwin (1992-1994), Ministro del Trabajo y Previsión Social (1994-1998) y Secretario General de Gobierno durante la administración de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1998-1999), ocupó el cargo de embajador en Argentina durante el Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2003).
- ARRATE, J. y ROJAS, E. 2003. Memoria de la izquierda chilena. Tomo II (1970-2000). Santiago, Javier Vergara Editor.