Introducción
El problema de la mántica en la antigüedad clásica tiene un gran número de aristas no resueltas, a lo que debe sumarse la enorme cantidad de testimonios del uso de la misma, ya que fue un tópico general permanente en las obras de literatura histórica y poesía épica. En un periodo como el augustal, relativamente bien documentado en muchos de sus aspectos la cantidad de información para elaborar un estudio aumenta considerablemente, al punto que se hace necesario aplicar un filtro y remitirse solamente a ciertos hechos adivinatorios para dar una pincelada general con respecto al fenómeno.
De manera muy breve y general, es menester mencionar previamente algunos aspectos claves que se deben tener en cuenta en torno al estudio de la adivinación en la antigüedad clásica; lo primero es que no existen coincidencias absolutas entre los autores para delimitar lo que se entiende “mántica” o “adivinación” en un solo concepto uniforme, pero en general, existe cierto consenso en aproximarlo al desvelamiento de lo oculto2, sea por voluntad de los dioses o fuerza superior de manera espontánea o solicitada por los mortales, o bien sea por técnicas de observación de los ciclos y constantes que pueden indicar, en el marco de un pensamiento cíclico, tendencias para conocer el porvenir. No obstante, jamás debemos únicamente atribuir la idea del conocimiento del futuro a la adivinación, pues ésta, bien podía utilizarse para conocer cosas que habían ocurrido previamente, o bien, muy común en el caso romano, solicitar autorización de los dioses para comenzar una acción presente como es el caso de la toma de auspicios, o expiar prodigios y portentos para restablecer la pax deorum.
Una segunda cosa a tener en cuenta es que su uso fue muy extendido, al punto que es posible decir que se encuentran técnicas adivinatorias en todos los pueblos conocidos de la antigüedad y que además tienen variables notables entre las diversas culturas, e incluso con bastantes diferencias locales, siendo una práctica en general muy heterogénea y por ende difícil de describir en su enorme amplitud. Por último, se debe considerar que la adivinación es un fenómeno religioso pero también simbólico, cultural y político, en el mundo romano esta división tan común en las ciencias sociales tiende a desaparecer, por lo que es imposible limitar el estudio de este fenómeno a un solo campo de análisis.
Por lo anteriormente señalado, para este estudio centrado en la época de Augusto, se ha seleccionado solamente un fenómeno circunscrito al área de la adivinación, el prodigio, y por ende será necesario será dejar de lado las riquísimas observaciones de los augures sobre las aves y otros símbolos celestes y las constantes consultas de los oráculos y la naciente tendencia, dado el descrédito de las formas de adivinación tradicional romanas, a consultar adivinos caldeos, astrólogos, intérpretes de sueños y videntes profesionales normalmente extranjeros que llegaron a Roma producto de su expansión. Dicho sea de paso que, para el mundo romano cualquier cosa involuntaria, es decir, no estuviese involucrada la libertad humana, podía recibir el tratamiento de una señal divina3, desde una palabra escuchada al azar hasta el increíble parto de una mula, dependerá esto por supuesto del ámbito de acción diferenciando claramente lo público de lo privado. El fenómeno del prodigio o portento podría calificarse de una irrupción de lo divino en la cotidianeidad4, un mensaje entregado por los dioses la mayoría de las veces de manera simbólica, por lo que es generalmente sujeto a la interpretación de los mortales, y para que quede más claro podría asimilarse, de cierta manera, al milagro del mundo judeo-cristiano.
Para el periodo republicano, según la línea general de los autores desde Bouché-Leclercq a finales del siglo XIX y sus continuadores del siglo XX y XXI como Raymond Bloch y actualmente Santiago Montero Herrero, entre otros, la adivinación romana tradicional republicana sufrirá crisis y transformaciones en el siglo II, a.C y sobretodo I a.C. que por supuesto puede remontar sus orígenes a un periodo anterior, hágase la salvedad que resulta sorprendente lo poco se preocupó la adivinación romana tradicional, aunque suene contradictorio, de predecir el futuro, sino más bien lo único que les interesaba a los romanos era restablecer la pax deourum y obtener el favor de los dioses aplacándolos con determinadas expiaciones para determinados portentos o prodigios infaustos5. Fueron increíblemente pragmáticos en ese sentido y ante ciertos prodigios especialmente graves se consultaban los libros sibilinos, otrora para ámbitos diferentes a los adivinos toscanos, los arúspices, otrora era el propio senado que recomendaba expiaciones, teniendo siempre a la adivinación pública por sobre la de carácter privado. Sin embargo, en el periodo Augustal como veremos a continuación se consolidará la tendencia que en el siglo I a.C. había comenzado con Mario a resaltar los prodigios individuales, esto está sin duda asociado al culto a la personalidad y al caudillismo que intentaron imponer quienes detentaron el poder, encontrando con Augusto la máxima expresión de síntesis entre propaganda legitimatoria y revitalización de tradiciones republicanas casi perdidas, recordemos que Augusto busca ser considerado un restaurador y un refundador de la propia Roma6.
Como ya se ha dicho, hará irrupción en este periodo, algo raro en lo que fue la adivinación tradicional romana, que es el prodigio individual, esto comúnmente fue desdeñado por tener cierto parecido a los prodigios de relatos sobre los antiguos reyes, y dada la tradición antimonárquica de la república se trataron de evitar en lo posible. Sin embargo este tipo de prodigio fue muy utilizado por cierto en las monarquías helenísticas desde Alejandro, esta orientalización de la religión romana fue una tendencia de la época que también afecto a la adivinación pues como señala Raymond Bloch, este es un periodo de crisis y mutaciones7. Por todo lo anteriormente dicho, se intentará en este estudio a partir de ahora visualizar la imagen del emperador con este tipo de prodigios a lo largo de las distintas etapas su vida, además de intentar dar una panorámica de los cambios que se están gestando a nivel de mántica y el uso de la misma para reforzar una imagen que nos han legado sus biógrafos y su propio aparato propagandístico.
Prodigios del nacimiento, infancia y juventud de Octavio
El año 63 a.C. según nos cuenta Livio a través de Julio Obsecuente, muchos prodigios funestos ocurrieron para la república8, varias personas y objetos fueron alcanzados por el rayo. Las tablas de las leyes también fueron alcanzadas por los mismos derritiendo sus letras, hubo terremotos y otros prodigios con sus respectivas expiaciones. Salustio nos da cuenta también, aunque sin mencionarnos minuciosamente, de la existencia de numerosos prodigios9. El propio Cicerón, cónsul ese año, nos refiere también a los tristes portentos de ese año, extrañas luces se vieron en occidente, que simbólicamente es el punto cardinal funesto, rayos y terremotos, a lo que agrega: - parecía que los dioses inmortales nos anunciaran lo que sucedía -10. Todos estos prodigios funestos se dieron el mismo año que nació Octavio. Pues aquel año precisamente, se desataba la Conjuración de Catilina, por lo que se consideró un año funesto para la República.
Sin embargo, el propio Octavio parece no haber olvidado las infaustas señales con las que había nacido y sus futuros biógrafos y seguidores se encargaron de embellecer de la mejor manera la infancia del futuro emperador11. Siendo el mismo Augusto según los autores, un gran creyente en las supersticiones y presagios, sea por respeto a la religión romana, la cual intentaba restaurar, o bien sea porque realmente creía en ellos, a pesar de que buena parte de la intelectualidad romana comenzaba a descartarlos como falsos, aunque necesarios para mantener al pueblo piadoso y respetuoso.
Suetonio nos cuenta que desde antes del nacimiento de Octavio se advirtieron prodigios (de carácter privado) que auguraban de alguna manera un feliz destino12. Observemos que la familia del futuro emperador provenía de una localidad llamada Vellitri, al caer un rayo sobre sus murallas, quizás en época monárquica, se había augurado que un ciudadano de aquella ciudad poseería el poder soberano, alocadamente los ciudadanos se lanzaron en guerra contra los romanos, dominadores del Lacio, mas fueron derrotados, pues no entendieron que el cumplimiento de la exégesis adivinatoria no se daría hasta mucho tiempo después, cuando Octavio llegó al poder. Los distintos prodigios del año 63 a.C. acusaban a que aquel año nacería un rey, se propuso entonces en el senado decretar que no se criaran niños ese año, sin embargo, la presión de los Senadores con mujeres encinta impidieron la promulgación del edicto. Sin coincidir exactamente, Dion Casio nos cuenta que, Nigidio Fígulo, senador famoso por ser el mejor astrólogo de su tiempo vinculado fuertemente con el pitagorismo, vaticinó que aquel niño obtendría el poder absoluto13. Incluso al propio padre de Octavio, le reprochó haber engendrado un amo para el pueblo romano, mas le impidió matar al niño, pues el destino del mismo quizá era por voluntad de los dioses, una anécdota muy similar cuenta también Suetonio en su biografía de Augusto.
Se cuenta también un prodigio respecto a Atia, la madre de Augusto. Se dice que al quedarse dormida en un templo de Apolo una serpiente se acercó a ella para luego de yacer retirarse, la cual representaría al dios Apolo metamorfoseado, posteriormente ella se purificó cual hubiese yacido con su marido, más quedó con una marca en el cuerpo que representaba una serpiente. Se decía también que el padre de Augusto vio salir los rayos del sol del vientre o según la versión de las partes íntimas de su mujer1. Esta como tantas otras anécdotas demuestra la cercana vinculación que tendrá más adelante el emperador con Apolo15. Otros prodigios del nacimiento tienen asociaciones más celebres con las historias que se contaban sobre Alejandro, por ejemplo que al consultar los oráculos tracios sobre su hijo Octavio padre vio elevarse las llamas del altar hasta el cielo, asimismo en un sueño Atia se sorprendió al ver elevadas sus entrañas hasta el cielo.
Sobre la niñez de Octavio hay varios prodigios referidos a su futura grandeza, algunos son muy similares a los que se cuentan de la prodigiosa infancia de Ciro el Grande, aunque ciertamente se matiza el abandono y la infancia salvaje (que por cierto lo convertiría en un semidiós). Suetonio nos cuenta un prodigio que involucra a animales y a un inocente, pues cuando el pequeño Octavio apenas hablaba, se escapó de su cuna y se subió una torre cercana, pues no podía dormir importunado por el canto de las ranas, las reprendió y mandó a callar. Resaltemos que el dominio sobre animales y niños pequeños es un tópico semidivino en la literatura antigua. Pero también la Oniromancia está presente en la infancia del futuro Princeps en diversos sueños que por motivos de tiempo no referiré, los más destacados soñados por Cicerón y Cátulo, se les anunció simbólicamente la aparición de un joven desconocido siendo tutelado por Júpiter, ambos al conocer al niño Octavio le reconocieron al verlo por primera vez, los sueños incluyen también elementos asociados al poder como cadenas de oro, etc.
Sin embargo, uno de los prodigios más significativos y que es contado tanto por Suetonio como por Dion Casio de manera sorprendentemente similar, según nos cuenta Santiago Montero es datado además hacia el año 55 a.C.16, trata sobre el robo y restitución de un trozo de pan de la mano del joven Octavio, muchos estudiosos coinciden en el sospechoso parecido de este Omen con el que le acaeció a Tarquinio Prisco17 y a su esposa Tanaquil antes de llegar a Roma, que es narrado tanto por Livio18 como por Dionisio de Halicarnaso19. Sin embargo, hay algunas diferencias. La primera lo arrebatado no fue un sombrero sino un pedazo de pan, lo segundo, no hay presencia de una adivina etrusca para la interpretación del mismo. No obstante el simbolismo del pan fue utilizado sobretodo en época helenística y hay un ejemplo casi idéntico previo a la fundación de Alejandría por Alejandro Magno, el pan simbólicamente y no la corona va más en línea con lo que intentaba representar Augusto, el elemento nutricio y sustento de un pueblo por sobre el poder soberano propiamente tal. Por otra parte la ausencia de la esposa que funciona como intérprete se debe naturalmente a que el prodigio está situado en la juventud, sin embargo en el futuro Livia adquirirá ciertas connotaciones adivinatorias, aunque más bien de tipo esporádico. Por último, cabe notar en este prodigio la presencia del Águila, que cómo nota Montero, será un símbolo muy utilizado por Augusto en su vida posterior20, pues es atribución de Júpiter.
Existirán también prodigios del tipo político, entre ellos se encuentra uno ligado a la herencia recibida por Julio Cesar y la adopción de su sobrino. Un ejemplo notable del mismo es un prodigio que contado de manera muy similar por Dion Casio21 y Suetonio esta última versión narra que - Cuando Cesar elegía cerca de Munda, el paraje de su campamento, hizo cortar un bosque en el que encontró una palmera, que mandó a respetar como presagio de victoria. En seguida que en pocos días no solamente igualaron el tallo, sino que en pocos días lo cubrieron-22. Si seguimos la interpretación de Montero el significado del prodigio es claro, Cesar vencería ya que la palmera es símbolo de victoria, y el retoño significaba que su heredero lo superaría, se supone que Octavio militaba en ese momento en el campamento de Cesar, lo que ha sido desmentido por varios historiadores actuales, sin embargo poco importan los hechos reales, sino más bien la interpretación del relato en este caso. Suetonio agrega un elemento extra además, la presencia de Palomas que anidaron en el follaje de las palmeras, a lo que agrega “aves que huyen del follaje áspero y duro” lo que convierte su presencia en un hecho prodigioso. Más su simbolismo está asociado a la estirpe Julia, a la que la propaganda augustal tanto trató de enlazar con Eneas y su madre Venus, siendo estas aves precisamente las aves icónicas de la diosa. La interpretación del prodigio aumenta considerablemente entonces, la estirpe Julia se asentaría sobre las victorias de sus dos gestores, Cesar y Augusto. En el auguratio antiguo además eran estas aves signo de buenos presagios23, y si forzamos un poco la interpretación, la dureza del follaje en donde anidaron los polluelos será también signo de la difícil situación en el periodo posterior a la muerte del princeps.
Pero tal como nos cuenta Raymond Bloch, en su ya clásica “Historia de la adivinación en la antigüedad”, algunos hechos y presagios aparentemente adversos, con respecto a señales de malos augurios pueden ser reinterpretadas para que tengan un resultado positivo24. Los pragmáticos romanos inventaron fórmulas para aceptar o rechazar casi de manera ritual determinados omen o presagios. Así un desafortunado incidente le ocurrió al joven Octavio mientras tomaba su toga viril, ésta se descoció por ambos lados y cayó al suelo indignando a todos los presentes. Sin embargo, tal como un buen arúspice que intenta interpretar un prodigio funesto de manera positiva, tratando de forzar el mismo para tener un resultado esperado, Octavio exclamó según Dión - pondré toda dignidad senatorial bajo mis pies25 – de esa manera, no solo dispersó los temores de los presentes, sino que también dio a entender su accidente como acción de los dioses, divinizando de esa manera un suceso que bien pudo haber sido un mácula. Con ello se remarca la naturaleza del prodigio en la antigüedad como algo sujeto a interpretación más que una manifestación en sí misma, el adivino adquirirá tanta o más importancia que el prodigio.
Vida adulta
Llegando a la vida adulta, existieron también varios prodigios dignos de mención, éstos son tan numerosos que difícilmente podrían examinarse todos en este estudio, no obstante se hará una selección intentando mostrar la variada naturaleza de los mismos y el uso que hizo el emperador para su beneficio.
Un hecho donde está presente la antigua tradición de la auguratio romana se dio con motivo del primer consulado de Octavio (el año 43 a.C.), cuando apenas tenía 19 años. La observación de las aves en este caso no solamente entra en competencia de los augures sino que también tendrá ribetes de prodigio, al repetirse el acto fundacional de la propia Roma. Este hecho debió haber tenido también alguna trascendencia histórica ya que nos es narrado por al menos 4 autores26 con leves variantes.
Básicamente las fuentes nos cuentan que en plena ceremonia del Auspicatio se divisaron según los autores Suetonio y Apiano 12 buitres, exactamente la misma cantidad divisada por Rómulo al fundar la ciudad, mientras que por el contrario según Dion Casio y Obsecuente solo se divisaron 6 buitres en primera instancia, para luego ser divisados otros 6 y así completar los 12. Numerosas interpretaciones han sido propuestas por diversos académicos y que han sido recogidas por Santiago Montero27, sin embargo en este caso no nos detendremos en ella pero si mencionaremos la evidente implicancia política de esta prodigiosa toma de auspicios, pues evidentemente se trata de una declaración refundacional de la propia Roma y simbólicamente marcará el inicio de una nueva época tal como quería presentar Augusto, asociándose también con Rómulo y con ello de alguna manera al derecho divino al poder. Sin embargo, se puede forzar un poco la interpretación y se puede recalcar que Rómulo no llegó al poder sin culpa, pues antes tuvo que matar a su hermano Remo, pronosticando también una futura guerra civil para los triunviros.
La lucha contra los asesinos de Cesar, trajo aparejado también prodigios funestos para los adversarios del recién formado triunvirato, Casio el día de la batalla de Filipos (42 a.C.) recibió la corona de manera inversa de manos del lictor28, además numerosos buitres y aves de carroña se posaron en su campamento y aterrorizaron a los soldados con sus graznidos, por si fuera poco, la estatua de oro de Nike (la victoria) se cayó al suelo. A Bruto por su parte según nos cuenta Plutarco se le apareció el fantasma de Cesar29 y también dice que dos águilas se enfrentaron durante la confrontación en el centro del campo de batalla saliendo malherida la que provenía del campamento de Bruto, siendo esto, sin duda, un presagio funesto para él. La misma anécdota nos es contada también por Dion Casio30, Apiano31 y Valerio Máximo32. Una vez ganada la batalla por parte de los triunviros, el terror se desató en Roma pues empezarían las proscripciones donde se dice murieron miles de ciudadanos romanos y cientos de ellos pertenecientes a las familias senatoriales33. Ocurrieron también numerosos prodigios protagonizados esta vez por cuadrúpedos, animales que hablan y otros que se introducen en el foro o en las zonas más sagradas de la ciudad, asimismo no son extraños los rayos y otros avisos que fueron expiados generalmente por los adivinos etruscos, los arúspices, aunque no profundizaremos en este interesante arte por temas de tiempo, cabe mencionar el continuo uso que Octavio les dio para interpretar a su favor muchas señales34, a su vez hicieron uso de los mismos sus rivales para desprestigiarle.
Asimismo, con respecto a la fascinación de Octavio por la adivinación, cuenta Suetonio que en su juventud asistió junto a Agripa al observatorio de Teógenes, al recibir este último unas magníficas predicciones del astrónomo Octavio se negaba a consultarle por la posibilidad de tener un destino menos auspicioso que su amigo, sin embargo, cuando finalmente le dio los datos de su nacimiento el adivino saltó de su asiento para postrarse ante él, se dice que desde ahí el futuro princeps tomó una gran confianza en sí mismo, e hizo publicar su horóscopo35.
Omitiremos aquí los prodigios felices de Augusto en las batallas de Munda, Filipos y Actium, en los cuales por lo general aparece también la presencia del águila parada sobre su pretorio o bien su providencial escape de su tienda cuando era tomado el campamento gracias al sueño de un amigo suyo. Sin embargo, para hacer honor a una batalla con resultado adverso mencionaremos algunos de la batalla de Teutoburgo. El propio Augusto, descrito como supersticioso por Suetonio y entendido en la adivinación por ser Augur, notó que Teutoburgo no era una derrota causada solamente por la ineptitud de Varo, sino que probablemente se trataba de la ira de alguna divinidad, según Montero a quien hemos seguido para interpretar los fenómenos relacionados con las aves36, probablemente fue Marte que previamente había manifestado su enojo, ya que había caído un rayo a su templo, Dion Casio en su libro LVI, cuenta además un funesto prodigio, una plaga de langostas pasó volando sobre la ciudad y estas fueron devoradas por una bandada de golondrinas, estas últimas en la literatura latina siempre fueron aves funestas y su aparición en los auspicios, o bien de manera prodigiosa como este caso constituía malos presagios. En Accio golondrinas anidaron en el casco del barco de Antonio, marcando así su triste destino, por lo que no era nada nuevo que significara algo negativo para Varo.
Los prodigios de la muerte de Augusto
La muerte de Augusto está marcada por las señales prodigiosas, probablemente orientadas por la propaganda para la divinización del emperador. Se hará también selección de las más importantes.
Según nos cuenta Suetonio, en el campo de Marte, con gran afluencia de público ofrecía un sacrificio expiatorio, un águila se posó sobre la letra “A” sobre un templo próximo construido por Agripa, probablemente el Panteón, según señala Montero, lo que fue interpretado por el emperador como presagio de su próxima muerte, sin embargo el águila no es en ningún caso señal de muerte para la adivinación romana, sino que por el contrario es signo inequívoco de soberanía y gloria37, el prodigio es evidente y puede ser interpretado como la futura divinización del emperador, cosa que el propio Augusto, Augur desde el año 41 interpretó personalmente. Dión Casio cuenta otro aún más impresionante, un rayo cayó del cielo sobre una estatua del emperador, éste desprendió la primera letra de la palabra “Caesar”, quedando únicamente “Aesar”, que en etrusco y según fue declarado por los arúspices quiere decir “dios”. Un búho apareció en la Curia y emitió un graznido mientras el emperador agonizaba, siendo obviamente un prodigio de muerte.
Tras la muerte del emperador el 19 de Agosto del 14 d.C., se contaron prodigios referentes a su funeral y su apoteosis. Uno muy famoso es contado sobre su pira funeraria donde desde las llamas del cuerpo del princeps surgió un águila que alzó el vuelo como si llevase el alma del emperador al cielo según Dion. Suetonio por otra parte cuenta que un senador contó bajo juramento haber visto la sombra del mismo subir a los cielos. Cabe mencionar que águila, reina de las aves también será un símbolo recurrente en las narraciones de la muerte de Alejandro.
Conclusiones
Según lo visto en los prodigios, de los cuales solo pudimos revisar una mínima parte, aparece en la literatura romana la imagen de un Octavio tocado por la divinidad desde su nacimiento, su infancia nos es presentada de una forma absolutamente prodigiosa, que nos puede recordar los modelos orientales de niños ungidos como fue el caso de Alejandro Magno, Ciro el Grande o incluso en el caso hebreo el rey David y por qué no Jesucristo. Al joven Octavio no solamente le ocurren prodigios que anuncian su futura grandeza, sino que él en sí mismo es una suerte de ser prodigioso y cargado de divinidad, pues es capaz de conjurarlos e interpretarlos de la manera más conveniente para sí. Es por ello que se puede afirmar que Augusto será también una suerte de adivino o vate, pues en su vida normalmente hacía exégesis de los prodigios sin necesidad de intérprete y otras veces, cual arúspice toscano conjurando y estirando los símbolos divinos para transformar los malos portentos en positivos presagios, pues como vimos el arte de de la adivinación es también el arte de la interpretación de símbolos y éstos virtualmente infinitos pueden, con el sutil uso de la palabra, significar una u otra cosa.
Suetonio nos presenta un emperador crédulo y especialmente supersticioso al respecto a la adivinación, cuenta por ejemplo que tenía miedo a los rayos y a los temblores, que era asustadizo con sus sueños y muy interesado en sueños de otras personas si es que el aparecía en ellos, tenía miedo incluso de calzar equivocadamente sus sandalias y evitaba salir ciertos días del mes por considerarlos infaustos38. Sin embargo, esta imagen del emperador supersticioso, contrasta con la inteligente política de uso de prodigios y portentos para enaltecer su figura y los hitos importantes de su vida, dicho sea de paso, varios especialistas ponen incluso fecha de inicio de la circulación de prodigios al público, dando a entender que se trataban más que hechos reales de un dispositivo más de la propaganda legitimatoria augustal. Debemos entender que es Augusto el que ocupa la superstición a su favor, y con ello también dará pie a la constitución del famoso culto imperial, sobre todo en las regiones orientales.
La época de Augusto es una época de transición en materia de mántica, Mario ya había marcado el camino que fue seguido también por Cesar, donde la vieja tradición expiatoria romana será reemplazada por prodigios de corte individual vinculados a la figura más importante del imperio, estos prodigios se continuarán con los demás emperadores según las fuentes. Precisamente esta tendencia que viene de Oriente, se consolidará en la época, y Augusto con ella se vinculará a arquetipos de la talla de Rómulo y de Alejandro, pues si nos fijamos en las fuentes le ocurrieron similares o a veces los mismos prodigios que a éstos, su vinculación a estas figuras dará a entender que Augusto será un nuevo Rómulo, un nuevo fundador de la ciudad, pero también se vinculará a otros reyes considerados positivos por el imaginario romano como Numa y Servio Tulio. La tradición romana fue especialmente cauta y rechazó por siglos a los “hombres divinos”, esta férrea oposición se fue relajando con las guerras civiles y la aparición de caudillos militares, quienes ostentaron primero mediante títulos honores y cargos que son propios solo en las repúblicas en sus etapas terminales.
El propio Augusto como conductor de la república o mejor dicho del Imperio, tomó muy en serio la adivinación y su rol de augur, a pesar del absoluto desprestigio de su arte en esta época. Simbólicamente hizo uso público de su condición y no fue extraña su representación con el lituus o bastón augural39. Monopolizó los auspicios en todas las provincias, de esa manera sería él y solo él, el verdadero interprete de los designios de los dioses para el futuro de Roma. Sumándose a lo anterior propia muerte será narrada como un hecho prodigioso que lo elevará a la altura de la divinidad.
Quedan abiertas muchas aristas, pues muchas otras formas de adivinación existieron en la época y la política de Augusto no quedó ajena a ella; la recolección y quema de libros sibilinos, la expulsión de adivinos considerados nefastos, el uso político de la adivinación pública, y el re-alzamiento de prodigios privados como propaganda fueron síntomas de una época donde las transformaciones religiosas iban de la mano con las transformaciones políticas, y de esa manera, Augusto, utilizó de las formas más variadas del ideario religioso de la vieja tradición romana para consolidarse en el poder, no sin algo de sana hipocresía, como el restaurador de las viejas costumbres y ritos romanos, con apoyo de las nuevas tendencias de legitimación de matriz oriental.
Referencias
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ZUESSE, E. M,. Divination, en Encyclopedia of Religion. (L.Jones ed.). Thomson Gale, Michigan 2005.
- Esta investigación deriva de la tesis de Pregrado del autor, realizada en la Universidad de Valparaíso.
- Cf. ZUESSE, E. M,. Divination, en: Encyclopedia of Religion (L.Jones ed.). (Michigan 2005), pp. 2369-2375.
- Cf. BLOCH, R., La adivinación en la antigüedad, México, 1985, p. 45.
- Cf. BLOCH, R. Los prodigios en la antigüedad clásica, Buenos Aires, 1968, p. 14.
- Cf. MONTERO, S., La religión romana durante la república, en Historia de las religiones antiguas. Madrid 2011, pp. 494 y ss.
- Sobre el tema de Augusto y el restablecimiento de las costumbres y su propaganda legitimatoria, además del constante uso que hace de la religión para su beneficio existe abundante bibliografía, pero no se puede dejar de mencionar la obra de Paul Zanker Augusto y el Poder de las imágenes.
- BLOCH, R., La adivinación en la antigüedad, pp. 129 y ss.
- OBSECUENTE, Libro de los prodigios, 61.
- SALUSTIO, La Conjuración de Catilina 30, 2.
- CICERON, Catilinarias III, 18.
- MONTERO, S. Augusto, las aves y el principado. Prodigio, exhibición y consumo, Barcelona, 2006, p. 40
- SUETONIO, Augusto, 94 y ss.
- DION CASIO, Historia Romana, XLV 1-9.
- Ibíd., XLV, 1, 3; - SUETONIO, Augusto, 94.
- EVERITT, A., Augusto el primer emperador, Barcelona 2008, pp. 131 y s. Da cuenta de que era su deidad favorita.
- MONTERO, S. Augusto, las aves y el principado, p. 43 y ss.
- Cabe preguntarse el por qué de la identificación de Octavio con este rey relativamente menos importante que otros como Rómulo, en el primero de los casos puede ser descartable por la imagen que quería proyectar de concordia con el Senado, pues conocida era la hostilidad entre ellos.
- TITO LIVIO, Ab Urbe Condita, I, 34, 7-9.
- DIONISIO DE HALICARNASO, Antigüedades Romanas, III, 47, 3-4.
- La presencia del Águila en las legiones romanas tiene su irrupción con la reforma de Mario, donde las antiguas insignias de las legiones fueron reemplazadas con águilas de oro.
- DION CASIO, Historia Romana XLIII, 41, 2-3.
- SUETONIO, Augusto, 94, 11.
- Cf. MONTERO, S. Augusto, las aves y el principado, p. 60.
- Cf. BLOCH, R. La Adivinación en la Antigüedad, p. 52 y ss.
- DION CASIO, Historia Romana XLV, 2, 5-7.
- SUETONIO, Augusto 95, 2. APIANO III, 94, 388-389 – DION CASIO, XLVI 46,2 – OBSECUENTE, 69.
- Cf. MONTERO, S. Augusto, las aves y el principado, p. 70 y ss.
- PLUTARCO, Bruto, 39.
- Íbid., 48, 1-5.
- DION CASIO, Historia Romana, XLVII, 48.
- APIANO, Historia Romana, IV, 128.
- VALERIO MAXIMO, Hechos y dichos memorables, I, 4, 7.
- MONTERO, S. Augusto y las aves, p. 84 y ss. Para seguir toda la interpretación con respecto a los prodigios hechos con aves en la batalla de Filipos.
- Un ejemplo está en PLINIO EL VIEJO, Historia Natural, 190: “Cuando el divino Augusto sacrificaba en Espoleto, en el primer día de su mandato, se encontraron los hígados de seis de sus víctimas replegados hacia el interior desde el lóbulo inferior, y se interpreto que su poder se duplicaría dentro del años”.
- SUETONIO, Augusto, 94.
- MONTERO, S. Augusto y las aves, p. 204 y ss.
- MONTERO, S. Augusto y las aves, p. 211 y ss.
- SUETONIO, Augusto, 90.
- Cf. ZANKER, P., Augusto y el poder de las imágenes, Madrid, 1992. p. 56, 153 y ss., 272.