Introducción
Honorio Agustodunense2 es un personaje singular de la historia intelectual europea. Escribió cerca de 25 tratados y, por una razón desconocida, decidió ocultar su personalidad, con tanto éxito que hoy no sabemos prácticamente nada sobre su vida. A parte del nombre de ficción que escogió como escritor, lo único que sabemos con relativa certeza es que vivió en la primera mitad del siglo XII en la región de Augsburgo (Baviera). Se le atribuyen dos obras de carácter historiográfico conocidas como Imago mundi y Summa totius de omnimoda historia3. Esta última es una crónica universal, que pretende narrar toda la historia humana desde la creación del mundo hasta el año 1133, momento en que se interrumpe el relato4. Subsiste únicamente en dos manuscritos de la Österreichische Nationalbibliothek de Viena, cotas 382 y 3415, de los siglos XII y XV respectivamente5, y no ha sido editada en forma integral hasta ahora6.
Dos particularidades resaltan en esta obra. La primera, ya advertida por las estudiosas M.O. Garrigues y V. Flint, es la profusión de notas marginales. Especialmente en la sección dedicada a la historia antigua, numerosas anotaciones del autor recorren los folios de la obra rodeando el texto principal, al centro, que pasa a ser secundario en términos de extensión. En esas notas pueden verse referencias a autores diversos y comentarios personales, a veces incluso contradictorios con lo que se señala en el cuerpo; y nos hablan, a la vez, de la enorme bibliografía que utilizó el autor en la composición de su crónica. La segunda particularidad es que la Summa totius, a diferencia de las demás crónicas universales de la época, dedica mayor atención a la historia antigua que a la historia contemporánea. Esta última pasa muy deprisa bajo la pluma del cronista: en ella intervienen muy pocas fuentes y los comentarios personales son bastante escasos7.
A lo largo de todo el escrito, la Summa revela una preocupación constante de Honorio por mostrar los grandes perjuicios que la guerra ha ocasionado al género humano. Desde las primeras manifestaciones de agresividad en tiempos de los patriarcas hasta el tumultuoso ascenso del emperador Lotario II y sus guerras con Federico II de Suabia, las guerras sólo han traído desgracias e infelicidad a los pueblos. Esto puede apreciarse con especial nitidez en algunos episodios tomados de la historia antigua (las cinco primeras edades del mundo), que atestiguan la visión del autor sobre la actividad bélica y la violencia del poder. En concreto, en el presente trabajo se analizará la empresa de Alejandro Magno, las conquistas romanas y algunos pasajes de la historia hebrea. Luego se revisará la época del autor.
Desarrollo y Discusión
La figura de Alejandro Magno
Honorio Agustodunense es heredero de la tradición de Paulo Orosio. Esto lo lleva a calificar al rey Alejandro III de Macedonia como un “torbellino de desgracias” (“gurges miseriarum”, f. 37v)8. Aunque no se queda en epítetos rebuscados de carácter genérico, sino que reprueba permanentemente toda su vida privada y su actuación pública, desde la concepción adulterina de su madre Olimpia hasta su fallecimiento producto de un veneno administrado a traición. Uno de los ataques más fuertes sobreviene cuando lo tacha de mentiroso y le reprocha haberse hecho pasar por hijo del dios Amón, ante la población de Libia9. Pero no es la falacia lo que caracteriza al conquistador, sino la crueldad y la brutalidad. Parientes, amigos, ancianos y sabios, muchos murieron bajo la espada de Alejando:
“Mató a sus hermanos y parientes, y a los restantes sátrapas de Macedonia: a Amintas, Parmenio, Filiotas, Atalo, Euríloco, Pausanias y a Aliolito, su anciano amigo; también al filósofo Calístenes, su condiscípulo, porque no quiso adorarlo como a un dios” (f. 39v)10.
Pero el asunto va mucho más allá de la simple denuncia de los excesos y exabruptos. Se trata de una censura constante de las conquistas. Para Honorio, toda la gesta macedónica es reprobable, puesto que es causa de miseria y de muerte. Mira con pesadumbre el que haya conquistado el oriente, luego de una guerra penosa. Después de la derrota de Darío, anota:
“En esta infeliz batalla, cayeron los ejércitos y los reinos de Asia, y todo el Oriente [es decir Capadocia, Armenia y Mesopotamia] cedió a la dominación del poder macedónico” (f. 39r)11.
La conquista de Persia y de su capital es para Honorio sinónimo de invasión, violencia y rapiña, al igual que la conquista Tiro, donde se destruye una ciudad venerable por su antigüedad y muy próspera por su actividad comercial12. Porque el destino final de oriente es lamentable. Toda la empresa imperial se vino abajo y el saldo fue muy negativo. Como apunta el cronista:
“Después de la muerte de Alejandro, 34 señores se levantaron en su lugar, quienes excitados por la ambición de botín, se dividieron el mundo entre sí en muchas tierras, y finalmente se mataron todos unos a otros; de los cuales, hasta los romanos, sólo cuatro reinos fueron célebres” (f. 40r).
Este fragmento no deja de sorprender por alto nivel de violencia del mensaje. Alejandro es el causante de las guerras no sólo por haber pillado y saqueado el Oriente (“predę irritati”), sino también por darles ese mal ejemplo e incitar a imitarlo (“emulatione”)13. La historia que sigue es una gran colección de asesinatos, traiciones y muerte14.
El cronista tampoco se priva de revelar los vicios y la actitud inmoral del macedónico. En esto Honorio es un autor minucioso y tiene noticias que no se encuentran en ninguna otra historia. Por ejemplo, cuando refiere la visita de las amazonas a la ciudad de Babilonia, situación que el nuevo emperador aprovechó para dejar descendencia, respondiendo a la vida licenciosa de aquellas mujeres. A diferencia de la historiografía tradicional y de las múltiples vidas legendarias, su esposa Roxana no es ya una noble princesa de Bactria ni menos la hija del emperador Darío, sino la simple mujerzuela de una tribu de costumbres escandalosas:
“Vino a él la reina Alestris, que es llamada también Minota, con 300 mujeres amazonas desvergonzadas, con la esperanza de tener descendencia de Alejandro [de tan gran héroe]. De ellas tuvo él a su hijo Hércules, habiéndose unido a Roxana en matrimonio” (f. 39v)15.
En general, toda la historia alejandrina está salpicada de expresiones tales como “cruentissima pugna” (39r), “cruento prelio” (39v), “pertinaci furore pervadit” (39r), “interfecit” (38v), “oppressit” (38v), “cepit” (38v, 39v), “invadit/invasit” (38v, 39r), “occubuit” (39r), “subiecit” (39v), “delevit” (39v), “domuit” (39v x3), “expugnavit” (39v x2), “profligavit” (39v), “in crucem suffixit” (38v); y del número de muertos en las batallas. Honorio es de los pocos cronistas que calcula el saldo total de pérdidas que provocó la conquista del imperio persa. El resultado al que llega es aterrador:
“Por lo tanto, en las tres batallas de Darío, perdieron la vida 1.500.000 hombres, y esto en tres años” (f. 39r)16.
Para terminar con este cuadro, se ve que el cronista no sólo desaprueba las conquistas, sino que hace todo lo posible por rebajar su perfil histórico y su grandeza. Esto en dos ámbitos. En primer lugar, en el ámbito militar. En la Summa totius encontramos detalles muy difíciles de ver en la historia alejandrina tradicional: las veces que el conquistador resultó herido17 y sus fracasos bélicos. Por ejemplo, la derrota de los griegos frente a los partos18; luego la masacre que sufrió su ejército en la batalla contra el rey Ambira, en la India:
“Alejandro, habiendo atravesado por la desembocadura del río Ganges, venció al rey Ambira con su pueblo. Donde también perdió casi todo su ejército, por culpa de las flechas envenenadas del enemigo” (f. 39v)19.
El segundo ámbito en que el cronista rebaja el perfil de Alejandro es el plano cultural e intelectual. El hijo de Filipo pasaba por ser un hombre cultivado. En la Edad Media era un tópico recordar que había sido educado por Aristóteles, el gran filósofo pre cristiano20. Honorio, por lo demás, no pretende negarlo. Pero lo que no se puede negar, se puede ridiculizar. Es lo que manifiestan ciertos pasajes donde se muestra la relación del conquistador con los filósofos. En efecto, la crónica relata en varias oportunidades el desprecio con que los sabios griegos lo reciben y cómo rechazan sus presentes. Por ejemplo:
“Alejandro, como quisiera comprar con oro la amistad del filósofo Xenócrates, éste lo despreció. Lo mismo hizo Diógenes” (f. 38r, margen derecho)21.
Más adelante se recuerda la conocida anécdota de su encuentro con el filósofo cínico: “Arístipo y Diógenes sobresalieron, de los cuales Diógenes prefirió la calidez del sol a Alejandro” (f. 39v, margen superior).
Queda claro, pues, que al margen de la buena educación proporcionada por el Estagirita, los hombres cultos de su época lo despreciaban. Para ellos la ciencia era más importante que la riqueza de todo el Oriente22. De manera que el magno personaje aparece como un simplón, un guerrero que valora más el dinero que la sabiduría.
Lo que se aprecia de Alejandro en la Summa totius, más allá de la aversión que comúnmente los intelectuales del Imperio Germánico sentían hacia su persona23, es una postura profundamente contraria a la guerra y, en general, a todo tipo de violencia (o un intenso pacifismo, como lo llamaríamos hoy)24. Analizada detenidamente, toda la historia está traspasada de sentimientos de paz. Se reducen al mínimo las tradicionales alabanzas a las conquistas militares de los héroes antiguos. En cambio, se destacan las iniciativas de paz y la deposición de las armas.
El recuerdo de la Roma antigua
La historia romana está jalonada de conquistas y guerras ininterrumpidas. Las cuales, si bien permitieron construir el imperio, no dejaron menos un saldo de destrucción y muerte.
Tulio Hostilio, el tercer rey de Roma, es muy mal considerado por Honorio, precisamente porque organizó la naciente sociedad romana en función del conflicto bélico. De ahí que el autor recuerde su origen oscuro y sus pocas virtudes:
“Tulio Hostilio tercer rey de los romano [rey belicoso, antes pastor y de origen oscuro], reinó durante 32 años, hijo de Rústico, pero instaurador de los asuntos militares”. Y al margen: “Éste fue nieto de Hostilio, quien fue muerto cuando luchaba con Rómulo contra los sabinos; era un hombre ferocísimo, que despreciaba las cosas sagradas” (f. 26v y margen izquierdo).
Y para advertir del todo al lector, el cronista recuerda el final trágico del rey y su familia, producto de su maldad y su desprecio de la religión:
“Murió alcanzado por un rayo, con toda su casa, como escribe Cicerón. Tito Livio, en cambio, dice que eso sucedió por la ira de Júpiter, porque rechazó las cosas sagradas de Numa” (f. 27r).
Las guerras pírricas permiten a Honorio desarrollar una segunda idea. Los romanos, al conquistar las colonias griegas del sur de Italia, accedieron al lujo de la sociedad helena decadente y a los productos orientales. En eso comenta el autor: “Hasta ese momento los romanos eran pobres. <Había> paz y tranquilidad para los romanos” (f. 42v, margen izquierdo). De donde parece evidente la relación entre corrupción moral (molicie de vida, fasto y relajación en las costumbres) y el surgimiento de los conflictos bélicos, que están motivados, necesariamente, por la búsqueda de riquezas y placeres25.
Las conquistas romanas en los Balcanes conmueven las entrañas del autor, por su alto grado de violencia y destrucción:
“La guerra con los ilirios y los istrios <fue> sumamente cruel. En ella muchas ciudades y pueblos fueron aniquilados, los demás se entregaron a los cónsules Gn. Fulvio Centimano y Postumio Bebio” (f. 45v).
Otro tanto sucede en la guerra contra Yugurta, que fue especialmente sangrienta y execrable. Comienza con el asesinato por parte del rey númida de todos sus hermanos. Luego viene la corrupción de los romanos por el oro, las hostilidades mutuas, la derrota final del rey africano y de su aliado el rey Boco de Mauritania. El desenlace no es más animante: la guerra finaliza con la muerte de Yugurta, estrangulado en la cárcel26. Notemos simplemente que la batalla junto a la ciudad de Cirta fue: “una batalla terrible, llena de agitación, y la sombría nube de polvo permaneció por tres días” (f. 56r).
Después de la triste historia de los hermanos Graco, las muertes en combate dan paso al asesinato lisa y llanamente. Se aprecia con especial crudeza en la guerra civil entre Mario y Sila, por ejemplo, cuando este último toma Roma por primera vez:
“Cornelio Sila, en seguida entró como vencedor de la ciudad, y de este modo mandó degollar a Damasipo y a 4.000 hombres, inermes y confiados, que se habían entregado por medio de legados, contra la justicia y el respeto a la palabra dada”27 (f. 59v).
Hemos de notar que Honorio aumenta deliberadamente en 1.000 el número de muertos. Las fuentes generalmente traen 3.000. Pero esta exageración es pequeña en el ánimo del cronista. La destrucción del general romano en la urbe es de tal magnitud que lo hace decir que “los asesinatos se producían abiertamente” y que “el número de muertos es incalculable” (f. 59v). Así pues, el pasado romano dista mucho de ser “glorioso”, como observaba L.B. Mortensen en la mayoría de las crónicas del siglo XII28.
La historia judía
La historia del pueblo judío, por último, sirve como ninguna otra para desarrollar, o mejor dicho poner en evidencia, sus reflexiones sobre la paz. Sin hacer digresiones ni excursos, sino con pequeños comentarios, al margen o entre líneas, Honorio se encarga de transmitir su mensaje. En primer lugar, se trata de recalcar que la guerra es fruto del pecado. Para ello se sirve de la experiencia de los hebreos, conquistados por los moabitas, en tiempos de Otoniel:
“Éste subyugó a Chusan [Chus] Rasathaim [Arathen], rey de Mesopotamia; a quien sirvieron antes los hijo de Israel durante ocho años, y el país gozó de paz durante 40 años [Nota: la tierra está tranquila, cuando reposa el pecado]. Después de esto pecó Israel y el Señor los entregó en las manos de Eglón, rey de Moab” (f. 10v)29.
Un poco más adelante, con ocasión de las guerras israelitas con sus vecinos de Canaán, el Agustodunense señala entre líneas:
“Nota: cuantas veces pecan los hijos de Israel, tantas son entregados a sus enemigos; y cuantas veces reconocen que han pecado, son liberados de las manos de los mismos. Juan Crisóstomo” (f. 14r, margen derecho).
Al mismo tiempo, siguiendo a la Vulgata, no deja de señalar nunca cuando los judíos lograban la paz con sus vecinos, especialmente en la época de los jueces, con expresiones como “et quievit terra” o equivalentes30.
De hecho, la paz es, para Honorio la mejor recompensa del buen gobierno y una verdadera bendición de Dios. Como lo revela el gobierno del justo Asa: “Asa, rey de Judá, buscó al Señor con todo su corazón, e hizo lo que era bueno a los ojos del Señor, y el país gozó de tranquilidad por 10 años” (f. 21v)31.
El binomio “quievit terra”, formado a partir del verbo “quiesco / quiescere”, tiene su contrapartida en el adjetivo “atrox” (atroz, cruel, espantoso; violento)32, que el autor emplea generalmente en superlativo, cuando se trata de un conflicto bélico o una batalla. Así encontramos con frecuencia expresiones como “bellum atrox” o “atrocissimum prelium”33.
Visión crítica de la guerra en Europa
Las ideas profundas que recorren la historia de las cinco primeras edades del mundo, tienen en la Summa un correlato en la época contemporánea, es decir en los acontecimientos del Sacro Imperio Romano Germánico. Aunque la narración es ágil y breve, las noticias que recoge Honorio siguen la misma línea que ha desarrollado hasta ahora. La condena de los perjuicios de la guerra aparece por todas partes.
La trayectoria del imperio germánico es un gran mosaico de problemas desde el inicio: dificultades en la sucesión, rebeliones y combates entre príncipes. Amén de las devastaciones recurrentes de pueblos semi civilizados como húngaros y sajones, situaciones consignadas frecuentemente por Honorio. En su meticuloso trabajo de reseñar las acciones de los gobernantes, los rectores del mundo germánico fundan sus gobiernos en la conquista y el sometimiento de los pueblos. Es como una melodía monocorde en Europa. Carlos Martel “luchó contra los sarracenos, devastó Frisia, invadió Vasconia”34. Su hijo Pipino “se dirige en pie de guerra hacia Lombardía, subyuga a los sajones por la guerra, invade Vasconia”35. Esa es la suerte que toca al imperio en sus orígenes. Llegado el conflicto entre los hijos de Ludovico Pío, el autor no tiene reparos en mostrar su repugnancia por una contienda que perjudicó a todos:
“Estalló una guerra entre los hermanos a propósito de la repartición del reino, y hubo una gigantesca batalla, y hubo tantas muertes de uno y otro bando que la época actual nunca registrará una masacre tan grande en el pueblo de los Francos. Luego se dividieron el reino entre sí”36.
Con estos antecedentes, la consecuencia parece lógica y terrible: la división del imperio. Consecuencia que trae, a su vez, nuevas complicaciones, puesto que la falta de unidad significa la división de las fuerzas cristianas. No es inopinado que en el relato, inmediatamente a continuación de esto, Honorio comience a relatar las invasiones vikingas y los estragos que provocaron en los reinos de los tres hermanos37.
El rechazo a la violencia es tal, que ni siquiera las cruzadas reciben el beneplácito del autor. Llama la atención que dedique tan poco espacio en su crónica a un evento tan importante para la época. Hacía ya varias décadas que la Primera Cruzada había consumado su obra y podríamos decir que el reino latino de Jerusalén estaba en su época dorada. Pero todo esto pasa absolutamente desapercibido. De hecho, hay una única referencia a la empresa, y no se refiere ni a la conquista de la ciudad ni a la fundación del reino. Esto ya podría ser considerado una crítica indirecta. Pero además el cronista la quiso hacer expresa. El único comentario, lleno de realismo y crudeza, conjuga a la vez lo que para él debe ser un movimiento de carácter sobrenatural con la triste situación de los peregrinos. Dice:
“De las regiones de Occidente, los pueblos y los habitantes de Hispania y de la Galia, de toda tribu y lengua, sexo y edad, puestos en marcha se dirigieron a Oriente, y visitaron el sepulcro del Señor en Jerusalén, a costa de mucha sangre”38.
Su desaprobación queda manifiesta con la expresión “multo sanguine” y refuerza nuestra convicción de que Honorio rechaza todo tipo de violencia, incluso la que a muchos de sus contemporáneos parecía legítima39.
Con todo, Honorio se preocupa también de mostrar los buenos ejemplos. Y encuentra para ello dos grandes excepciones: Carlomagno (742-814) y Enrique III el Negro (1017-1056). Como modelos de buenos gobernantes, los emperadores no pueden sino estar asociados a la tranquilidad y a la prosperidad del Imperio, cosa que el cronista se encarga de recalcar. El primero, aunque bastante violento en el comienzo, fue un gobernante sabio y justo. Fue dócil a las indicaciones del papa León, incluso lo restituyó en su Sede cuando debió huir rechazado por la nobleza romana. El balance general de Honorio es ciertamente favorable y la recompensa por el buen gobierno no se hace esperar:
“Carlos es aclamado Augusto de los romanos y en el día de la Natividad del Señor es coronado por el papa León; con él los griegos hicieron la paz”40.
Enrique III, por su parte, recibe del cronista el mejor elogio que puede tributársele a un soberano: “aseguró una paz completa en todo el reino”41. Este es uno de los grandes momentos del Imperio. Honorio lo destaca recurriendo también a una triquiñuela. El soberano es enunciado como “Heinricus rex pius”, único con este apelativo que lo relaciona directamente con la santidad. El problema es que el emperador santo no es éste sino Enrique II, el último emperador de la dinastía sajona (973-1024), de quien, sin embargo, nada se nos dice a propósito de su piedad o santidad. En cambio, de Enrique III se nos narra que fue pacíficamente a Italia y que fue recibido amistosamente por los romanos42. La intención es, evidentemente, que se asocie al santo con este Enrique.
Con esta actitud, Honorio se desmarca ostensiblemente de sus contemporáneos en varios sentidos. En efecto, en la Summa totius el tratamiento de la guerra, incluso de las conquistas que han hecho grande al imperio, es muy distinto al que se aprecia en las crónicas de Mariano Escoto, de Frutolfo-Ekkehard de Aura y de Sigeberto de Gembloux. Lo mismo puede decirse en relación a los trabajos de Otón de Freising y Godofredo de Viterbo, acérrimos partidarios de la gestión imperial de Federico I Barbarroja (1122-1190)43.
En este sentido, no hay que olvidar que Honorio se alineó con el partido pontificio en la Querella de las Investiduras. A diferencia de muchos eclesiásticos e intelectuales alemanes, el Agustodunense se decantó siempre por las reformas propuestas por Roma y por la independencia de los hombres de Iglesia respecto de los poderes laicos del Imperio. Lo desarrolló con detalle en su obra Summa gloria, tratado sobre las relaciones entre el poder temporal y la autoridad espiritual44. En ella demuestra, con profusión de pasajes bíblicos e históricos, que el poder de los reyes debe estar sujeto a las directrices de los pastores45.
Podríamos multiplicar los ejemplos para mostrar la actitud del eclesiástico respecto de la guerra, pero creemos que ya se ha probado suficientemente el punto. No cabe duda que estamos frente a un hombre amante de la paz. Y de la construcción historiográfica del relato se desprenden las ideas maestras de esta peculiar opinión: 1) el conflicto bélico es fruto del pecado; 2) el ejercicio de la violencia nunca es legítimo (o, mejor dicho, siempre tiene consecuencias negativas; en este sentido, la guerra nunca es el camino para lograr fines legítimos, al menos en la práctica); 3) la violencia ejercida así nunca queda sin castigo (ni siquiera en esta vida); 4) uno de los principales motores de la violencia es la búsqueda de satisfacción personal, a través de la riqueza, el lujo y los placeres; 5) la recompensa del buen gobierno y de las virtudes del soberano justo son la paz y la tranquilidad en sus tierras.
La visión de Honorio Agustodunense a propósito de la guerra y de la violencia se acomoda bien a la teoría de M.O. Garrigues sobre sus orígenes46: éste habría sido un noble de mala vida que, producto de una conversión interna en la fe, decidió dejar el mundo y entrar en religión. Nada extraño, pues, que compartiera la actitud pendenciera y el gusto por la guerra de los jóvenes aristócratas, junto con los demás placeres, propios de la vida licenciosa de la nobleza de aquella época47. Abrazado su nuevo estado, esa vida de violencia, que desemboca generalmente en la injusticia para con los pobres, le parecería sumamente reprobable.
Conclusión
Como muchos autores de la Edad Media, Honorio pone la historia al servicio de un mensaje. No necesita escribir un tratado sobre la maldad y los perjuicios de la guerra; la historia lo hace por él. Pero historia que él se encarga de reconstruir, exponer y comentar con detalle. En este caso, la consideración práctica de que la guerra es, a todas luces, el peor mal de la humanidad y una consecuencia directa del pecado y de los malos gobernantes. Así, su crónica sirve de sólido argumento contra los trastornos que la querella entre el poder temporal y la autoridad espiritual ha suscitado en tierras del Imperio Germánico y en la Iglesia.
A diferencia de lo que podría pensarse, en el espacio alemán, Alejandro Magno en vez de representar un modelo para el emperador, representa un modelo negativo, su competencia. En primer lugar, desde el punto de vista político, como emperador de oriente. Pese a que el emperador germánico es legítimo sucesor del soberano macedónico por la translatio imperii, en el siglo XII el imperio bizantino es visto como una amenaza. En segundo lugar, desde el punto de vista cultural religioso: para los cronistas es el emperador quien subyuga generalmente a la Iglesia.
Gracias a esta particular obra de Honorio, podemos observa la gran influencia de Orosio en la historiografía o cronística medieval, situación que no se ha resaltado debidamente, porque muchas veces no es la visión de san Agustín sobre la Historia la que llega a los cronistas, sino la versión deformada de su discípulo hispano48.
Por último, aquí tenemos un argumento más para esclarecer el origen de Honorio y su anonimato. En efecto, su opinión sobre la guerra encaja perfectamente con la idea de un noble guerrero que sufrió una profunda conversión y entró en religión. Luego decide escribir sin revelar su identidad, puesto que se puso del lado del pontífice romano en tierras de su gran adversario, el emperador germánico.
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PAULO OROSIO. Historia adversus paganos. M.P. ARNAUD-LINDET, M.P. (ed.) 2003. París, Belles Lettres, 3 vols. 2ª edición.
- El presente trabajo fue presentado en el II CONCILIVM MEDII AEVI de la Sociedad Chilena de Estudios Medievales, Chillán, 24, 25 y 26 de octubre de 2013.
- Sigue siendo una pieza fundamental para el estudio de la vida y obra de Honorio el libro de ENDRES, J.A. 1906. Honorius Augustodunensis. Beitrag zur Geschichte des geistigen Lebens im 12. Jahrhundert. Kempten-München, 1906. Igualmente provechoso resulta el artículo de SANFORD, E.M. 1948. Honorius, Presbyter and Scholasticus. Speculum 23: 397-425. En los años setenta y ochenta del siglo pasado se desarrolló un nutrido debate sobre este personaje, del que sobresalen los trabajos de FLINT, V.I.J. 1972-1. “The career of Honorius Augustodunensis. Some fresh evidence”. Revue Bénédictine 82: 63-86; 1972-2. “The chronology of the works of Honorius Augustodunensis”. Revue Bénédictine 82: 215-242; y de CROUSE, R.D. 1987. “A Twelfth Century Augustinian: Honorius Augustodunensis”, en Congresso Internazionale su s.Agostino nel XVI Centenario della conversione. Roma, 15-20 settembre 1986. Roma, Institutum Patristicum “Augustinianum”. pp. 167-177. GARRIGUES, M.O. 1986, 1987, 1988. L’œuvre d’Honorius Augustodunensis: Inventaire critique. Abhandlungen der Braunschweigischen Wissenschaftlichen Gesellschaft 38, 39 y 40: 7-136; 123-228; 129-190. Aquí se encuentra también un recuento pormenorizado de las evidencias disponibles sobre su vida y un análisis detallado de todas sus obras, con los necesarios argumentos de atribución. Y también GARRIGUES, M.O. 1983. L’anonymat d’Honorius Augustodunensis. Studia Monastica 25: 31-71. Entre las publicaciones más reciente puede consultarse SCHWARZBAUER, F. 2005. Geschichtszeit: über Zeitvorstellungen in den Universalchroniken Frutolfs von Michelsberg, Honorius Augustodunensis und Ottos von Freising. Berlín, Akademie; y el capítulo dedicado al Imago mundi de Honorio en RIBÉMONT, B. 2002. La “Renaissance” du XIIe siècle et l’Encyclopédisme. París, Honoré Champion. pp. 82-99.
- El Imago mundi se encuentra, en primer lugar en la Patrología Latina de Migne, vol. 172, col. 115-188, con continuaciones. En la MGH se encuentran editados diversos fragmentos, todos correspondientes a la historia de Europa, especialmente en SS, X (1852). pp. 132-134. En el siglo XX apareció la edición crítica de FLINT, V.I.J. (ed.) 1982. Honorius Augustodunensis Imago Mundi. Archives d’Histoire doctrinale et littéraire du Moyen Age 49: 7-153.
- 1133 es la fecha propuesta para su composición por GARRIGUES, M.O. 1986: 38. FLINT, V.I.J. 1972-2: 229, aduce que esta obra fue escrita, en su primera versión, en los primeros años del siglo XII, cuando todavía vivía Anselmo de Canterbury.
- Véase GARRIGUES, M.O. 1986: 38: 33-34. También se tiene noticia de manuscritos hoy desaparecidos, provenientes de Göttweig, Prüfening, Klosterneuburg y Salzburg.
- La única edición de la Summa totius de omnimoda historia es la de WILMANS, R. (ed.) 1852. MGH, SS, X. pp. 128-131, que corresponde a los años 726-1133; edición recogida posteriormente en PL, vol. 172, cols. 187-196.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 126-127.
- Todas las referencias a la Summa en este trabajo han sido tomadas del manuscrito VIENA, ÖNB, 382.
- “Alejandro [...] se dirige al templo de Júpiter Amón en Libia, e inventó mentirosamente que era su hijo” (f. 39r). En el margen del manuscrito, Honorio recoge unas ideas de Agustín de Hipona que complementan el pasaje. En efecto, es esclarecedor que “aquel sacerdote egipcio León, poeta o discípulo de la Academia, que reveló así a Alejandro su origen divino, enseñe que ellos [los dioses] fueron seres humanos. Agustín en el libro de la Ciudad de Dios, VI.” (f. 39r, margen derecho). Hacemos notar que la noticia no proviene de la Ciudad de Dios, sino de La concordancia de los evangelistas, 1, 23, 33; edición de DE LUIS, P. y COSGAYA, J. (responsables) 1992. Obras completas de san Agustín, vol. XXIX, Madrid, BAC. p. 239.
- CARY, G. 1956 (reimp. 1967). The Medieval Alexander. Cambridge, Cambridge University Press. p. 107, 112-113, ve en este pasaje, más que una muestra de locura asesina, un episodio de cólera pasajera, lo que sirve de motivo literario para enseñar al discípulo que no debe enojarse con sus tutores. Pero en este caso, creemos que tiene un sentido derechamente censurador, puesto que la fuente del pasaje es la crónica de Frutolfo de Michelsberg, quien relata la muerte de Calístenes como producto de la barbarie y violencia permanentes de Alejandro: “Pequeño de estatura, de naturaleza feroz, fue un hombre de gran ánimo, impaciente en el reposo, que buscaba siempre cosas más altas, cruel y sediento de sangre. Por ello mató a muchos, no sólo de sus enemigos, sino también de los suyos, entre ellos su primo Amintas, el anciano Clito, unido a él por una larga amistad, también al filósofo Calístenes y condiscípulo suyo junto a Aristóteles, y muchos otros príncipes del reino”. Véase el Chronicon universale en la edición de WAITZ, G. (ed.) 1844. MGH, SS, VI. p. 61, líneas 31-36
- Cfr. Orosio, Historia adversus paganos, III, 17, 4. M.P. ARNAUD-LINDET, M.P. (ed.) 2003. París, Belles Lettres, vol. I.
- “Durante 34 días consecutivos, Alejandro estuvo contando el botín. Así, el vencedor de todo el mundo, invadió Persépolis, capital del reino persa, famosísima y totalmente colmada de riquezas” (f. 39r). Cfr. Orosio, III, 17, 5. La misma impresión provoca el macedónico cuando conquista Tiro: véase f. 38v.
- El término “aemulatio” significa, en primera instancia, deseo de rivalizar, de igualar. De ahí que se tome también con el sentido de “ambición”. Véase GAFFIOT, F. 1934. Dictionnaire Latin-Français. París, Hachette; voz “aemulatio”, p. 73, col. B.
- Véanse los ff. 40r y 40v.
- Cfr. Orosio, III, 18, 5.
- Cfr. Orosio, III, 17, 8.
- En batalla contra Darío: “ambos reyes resultaron heridos” (f. 38v); en batalla contra los mandros: “él mismo resultó herido en una mama y en una rodilla” (f. 39v).
- “Los partos vencieron a Alejandro y a los macedonios. Lucano” (39r, margen derecho).
- Cfr. Orosio, III, 19, 11.
- CARY, G. 1956: 106-107. La imagen que revela la literatura medieval alejandrina suele ser muy favorable al macedónico. Todo en ella son hazañas guerreras, todo es ejemplar para la juventud, para el caballero letrado, puesto que se trata de un rey sabio y virtuoso, hijo de un mago, conquistador infatigable, ávido de conocimientos y explorador; en resumen, un rex mirabilis, como lo llama RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, M.A. 1999. La realeza sapiencial y el ciclo del Alexandre medieval: Tradición gnómica y arquetipos políticos en el Occidente latino (siglo XII y XIII). Historia, instituciones, documentos 26: 459. Sobre las virtudes de Alejandro, véase CARY, G. 1956: 197. Esta imagen es especialmente nítida en el hispano Libro d’Alexandre y en el Roman d’Alexandre de Alejandro de París. Véase RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, M.A. 1999: 467-468; AURELL, M. 2008. Le Libro de Alexandre dans son contexte: clergé, royauté et chevalerie lettrée au XIIe siècle. Troianalexandrina 8: 65-66; 70. La excepción más sobresaliente a esta tendencia en literatura es el Alexandreis de Gualterio de Châtillon (c. 1182), en el que presenta a Alejandro bajo la imagen del rex tyrannus. Véase TILLIETTE, J.Y. 1999. “L’Alexandréide de Gautier de Châtillon: Enéide médiévale ou “Virgile travesti”?”, en HARF-LANCNER, L., KAPPLER, C. y SUARD, F. (compiladores). Alexandre le Grand dans les littératures occidentales et proche-orientales. Actes du Colloque de Paris, 27-29 novembre 1997. París, Centre des Sciences de la Littérature (Université Paris X - Nanterre). pp. 275-288. pp. 281-287; RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, M.A. 1999: 468-475. En relación a la tienda de campaña de Alejandro, su larga descripción es un argumento retórico para mostrar el saber enciclopédico del conquistador, como señala CASTIÑEIRAS, M. 2004. L’Alessandro anglonormanno e il mosaico di Otranto: una ekphrasis monumentale? Troianalexandrina 4: 48. Pero no se trata solamente de un saber filosófico (de las grandes verdades), sino también de un gran caudal de conocimientos científicos, de manera que Alejandro aparece como el modelo de “caballero letrado”; véase AURELL, M. 2008, pp. 64-65; 67.
- Esta noticia se repite más adelante, hablando de los discípulos de Platón: “En Atenas, Demóstenes y Esquines, discípulos de Platón, sobresalieron en la oratoria, Igualmente Xenócrates, quien despreció los regalos de Alejandro, como <hizo> también Diógenes el cínico” (f. 39v, margen superior).
- En este mismo contexto, Honorio añade una anécdota que tiene por protagonista al filósofo Arístipo. La relata a continuación de la navegación de Alejandro Magno por el golfo Pérsico, como una persona a la que podría aplicársele: “El filósofo Arístipo navegando con otros sintió un gran temor ante la inminencia de un naufragio. Luego, interrogado por un rico que iba en la nave porqué había temido, siendo que él no temía en absoluto, respondió: ‘Conviene que tema por mi alma de filósofo. ¿Por qué habrías de temer tú, por tu alma de inútil sinvergüenza?’”. Cfr. Agustín de Hipona. Ciudad de Dios, IX, 4, 2. La noticia proviene de Aulo Gelio, Noches áticas, Lib. 19, cap. 1.
- La consideración negativa de Alejandro Magno por parte de Honorio, que bien podríamos calificar de aversión, no es exclusiva. Al contrario, esta antipatía es una constante en la producción historiográfica en todo el espacio alemán, desde principios del siglo XII, producto de la enorme influencia que tuvo la crónica de Frutolfo de Michelsberg. Como mostró MULDER-BAKKER, A.B. 1978. Alexander der Grosse in der Weltchronik von Frutolf von Michelsberg, en AERTS, W.J., HERMANS, J.M.M. y VISSER, E. (eds.). Alexander the Great in the Middle Ages. Ten Studies on the Last Days of Alexander in Literary and Historical Writing. Nijmegen, Alfa Nijmegen. pp. 124-125, el monje de Bamberg apoyó fuertemente su trabajo en la crónica de Freculfo de Lisieux, quien, a su vez, recogía la pésima imagen que había proyectado sobre el macedónico Paulo Orosio en su Historia adversus paganos.
- GARRIGUES, M.O. 1986, P.35, interpreta el mensaje de fondo de la obra como un llamado a distinguir entre el poder legítimo e ilegítimo, siendo este último la fuente de males para quien lo detenta. Pero nos parece que aquí hay más bien un mensaje moral, de búsqueda de la paz en contra de la violencia tradicional, venga del poder legítimo o no. Como se verá en los ejemplos que siguen, todas las guerras son negativas y acarrean perjuicios y muerte. La violencia es siempre producto del pecado. En cambio, la búsqueda del bien trae como recompensa la paz. Aunque en otro lugar señala que Honorio es bastante contrario a los caballeros, a quienes considera como personas brutales, abusadoras e injustas; véase GARRIGUES, M.O. 1983: 62.
- Esta noticia hay que ponerla en relación con una información que Honorio apunta en la historia previa, como parte de su propaganda anti alejandrina. Preocupado por resaltar la inmoralidad de Alejandro, el autor anotó en el margen del folio 38v, frente a la conquista de la ciudad de Sardes (“Alexander Sardis destruxit”): “y se encontró un arca llena de ungüentos diversos, de donde penetró por primera vez la lujuria persa en Roma” (f. 38v, margen izquierdo). El conquistador cumple, pues, la función de ser causa de la vida voluptuosa en occidente. El oriente exótico como un lugar donde abundaban las riquezas y se satisfacían todos los placeres era otro tópico de la literatura medieval. Aunque no es muy frecuente encontrarlo en las crónicas, no está ausente del todo. Véase LE GOFF, J. 1995. L’imaginaire médiéval. Essais. 2ª edición. París, Gallimard. pp. 20-21. La riqueza aparece, además, generalmente asociada al poder: las cortes orientales son el modelo de lujo y desenfreno. Véase DUBOST, F. 1991. Aspects fantastiques de la littérature narrative médiévale (XIIème-XIIIème siècles) L’autre, l’ailleurs, l’autrefois. París, Honoré Champion. pp. 361-363.
- Todo el conflicto es narrado con detalles por Honorio. Véase ff. 55v, margen izquierdo y 56r-v.
- Cfr. Orosio, V, 21,1; Historia Miscella, V, 15-17. La noticia proviene de Salustio, Conjuración de Catilina, 51.
- MORTENSEN, L.B. 1994. The Glorious Past: Entertainment, Exemple or History? Levels of Twelfth-Century Historical Culture. Culture and History 13: 57-71. Muchos cronistas incluían al Imperio Romano como un punto de gloria en el pasado de su propio reino.
- Cfr. Jueces 3,8-14.
- La expresión “quievit terra” o una equivalente puede encontrarse, por ejemplo, en 9v, margen izquierdo, 10v, 11r, 11v, 12r (tres veces), 21r, 21v, 71r.
- Cfr. 2 Crónicas 14,1-2 (Neovulgata 13,23-14,1).
- GAFFIOT, F. 1934. Voz “atrox”, p. 183, col. A, acepciones 1 y 2.
- El término “atrox” tal cual o declinado y sus derivados (fundamentalmente atrocissimus, atrociter) puede encontrarse, entre otros, en 31v, 36v, 44r, 45v, 55r-Md, 66v, 67v-Mi, 71r, 86r.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 128, línea 33.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 128, líneas 46-47.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 129, líneas 32-34.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 129, líneas 35-36.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 130, líneas 67-68; y 131, línea 1.
- La crítica de las cruzadas en la época medieval ha sido el objeto de la reciente publicación de AURELL, M. 2013. Des chrétiens contre les croisades. (XIIe-XIIIe siècles). París, Fayard.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 129, líneas 7-8.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 130, línea 45.
- WILMANS, R. (ed.) 1852: 130, línea 46.
- Tanto en la Historia de duabus civitatibus como en las Gesta Frederici imperatoris, Otón se preocupa de exaltar al emperador germánico y, apoyado en la teoría de la translatio imperii, procura fortalecer los derechos imperiales de Federico Barbarroja sobre Italia. Véase BAGGE, S. 2002. Kings, Politics, and the Right Order of the World in German Historiography c.950-1150. Leiden-Boston-Köln, Brill. pp. 368-370, 381.
- Véase en la edición de DIETERICH, J. (ed.) 1879. En MGH, Ldl, III. pp. 63-80.
- Honorio aprovecha la ocasión de asociar el poder ilegítimo (tyrannis) con el abuso y la violencia. Éste surgió, ciertamente del lado de los enemigos de Dios. Así lo desarrolla en el capítulo sobre el gigante Nembrot, que se constituyó como el gran enemigo del imperio. “De su estirpe salió Nino, que fue el primero en usurpar para sí el cetro de la monarquía y subyugó con violencia a uno y otro pueblo, es decir «a los descendientes de» Sem y de Jafet. A éste todavía imitan los tiranos, quienes arrebatan indebidamente los derechos del poder real y oprimen cruelmente al clero y al pueblo. Y como el principado de este Nino y de sus sucesores no es apoyado por la autoridad divina, por eso no se considera reinado sino tiranía”, Summa gloria, 7; DIETERICH, J. (ed.) 1879: 67-68. Cfr. Gen. 10, 8-12. En la Summa totius, Honorio muestra, apoyándose en los Annales Wiziburgenses, que la rebeldía del emperador generó un clima general de confrontación y violencia: “Muere el papa Alejandro, a quien sucede Hildebrando, que es llamado también Gregorio. Comenzó una guerra en Unstruht. El duque Rodolfo es elegido rey. Wurzburgo es asediada. Comienza una guerra junto a Strowi y otra en Fladecheim. Hubo otra guerra en Elstret, en la cual el rey Rodolfo fue muerto. Enrique asedió Roma, nombró papa a Wicberto. Herman es constituido rey, y se lleva a cabo una guerra entre suabos y bávaros en Hostetin. Roma es capturada y se produce una gran peste. El rey Herman ingresa con actitud hostil en la Francia oriental. Enrique, regresando de Italia asedia Augsburgo, la captura y luego devasta Sajonia.” WILMANS, R. (ed.) 1852: 130, línea 58-63.
- GARRIGUES, M.O. 1983: 58-71.
- Sobre la guerra como un sistema de vida, con altas cuotas de violencia, y la persistencia atávica de éste entre la nobleza, véase AURELL, M. 1996. La noblesse en Occident (Ve-XVe siècle). París, Armand Colin. pp. 32-34, 53-56. La mala fama de que gozaba entre la población la actitud guerrera de la nobleza puede constatarse en numerosas fuentes. Véase, por ejemplo, el pensamiento político del abad Suger de Saint-Denis al respecto, en Idem. p. 117. Véanse abundantes ejemplos de crítica a la rapacidad y a la violencia aristocrática en la reciente publicación consagrada al estudio de los caballeros, AURELL, M. 2011. Le chevalier lettré. Savoir et conduite de l’aristocratie aux XIIe et XIIIe siècles. París, Fayard. pp. 275-280.
- AURELL, M. 2010. “L’historiographie ecclésiastique en Occident (IVe -XIIe siècles): Providence, type, exemple », en MARTÍNEZ FERRER, L. (ed.). Venti secoli di storiografia ecclesiastica. Bilancio e prospettive. Roma, Edusc. pp. 58-60, aduce que Paulo Orosio traiciona a san Agustín en lo más esencial de su doctrina sobre la historia, por cuanto no comprendió la concepción agustiniana sobre la libertad y la providencia, de donde emana la independencia relativa, pero real, de los asuntos terrenos, que era justamente lo que san Agustín pretendía resguardar. La historia queda sumida bajo una providencia mecánica y férrea. Véase la enorme difusión de la Historia de Orosio durante la Edad Media en MORTENSEN, L.B. 1999-2000. The Diffusion of Roman Histories in the Middle Ages. A list of Orosius, Eutropius, Paulus Diaconus, and Landolfus Sagax manuscripts. Filologia mediolatina 6-7: 101-108.