Más allá del Orbe Romano: Conexiones entre Roma y China durante los emperadores antoninos (96-192 D.C)

Beyond Roman World: Conections between Ancient Rome and China During Antonine Emperors (96-192 D.C)

Resumen

El propósito de este artículo es reconocer, analizar y comentar los alcances de la civilización romana hacia otras latitudes del mundo; específicamente la civilización de China, identificando para ello la documentación de cronistas de la época, occidentales y orientales, que puedan referirse a ambas civilizaciones; y establecer, además de si hubo un conocimiento mutuo entre estos pueblos, sea por medio de un contacto directo o indirecto. Esta revisión está acotada al período romano de los emperadores Antoninos (96 al 192 D.C) y de la Dinastía Han en China (206 A.C – 220 D. C). La investigación, además de la revisión de fuentes occidentales y orientales, se apoya en Mapas y en investigación historiográfica actualizada.

Summary

The purpose of this article is to recognize, analyze and comment on the scope of Roman civilization towards other latitudes of the world; Specifically the civilization of China, identifying for this the documentation of chroniclers of the time, Western and Oriental, who can refer to both civilizations; And establish, in addition to whether there was mutual knowledge between these peoples, whether through direct or indirect contact. This review is limited to the Roman period of the Antoninus emperors (96 to 192 D.C) and the Han Dynasty in China (206 BC - 220 D.C). The research, in addition to the review of Western and Eastern sources, relies on maps and updated historiographical research.

Palabras claves

Roma, China, Seres, Ruta de la Seda, Da Qin.

Keywords

Rome, China, Seres, Silk Road, Da Qin.

Introducción

El viejo y sabio adagio: Todos los caminos conducen a Roma nos dice que, aunque sigamos distintas direcciones, el destino siempre será el mismo; que existe un origen del todo procede y, como un ciclo inevitable, volvemos a este. Pero también esto significa, tomando a la antigua Roma como experiencia histórica, que en la ciudad imperial está el origen de todas las cosas. De hecho, no es atrevido afirmar que todo cuanto hoy se manifiesta nuestra cultura occidental, nuestro idioma español, las leyes, la arquitectura, el arte, la literatura, incluso la religión, nos lleva a la antigua Roma, la heredera máxima de la Grecia Clásica.

Desde una perspectiva geográfica, Roma fue un imperio capaz de abarcar tres continentes: Europa, principalmente la cuenca del Mediterráneo; el Norte de África, y Asia Menor, o lo que actualmente se denomina el cercano Oriente u Oriente Medio. Estos espacios fueron integrados, en la medida del esfuerzo, el interés mismo de los romanos por difundir su cultura y la receptividad de esta por los pueblos vencidos, en pos de un ideal común; ser un romano, con sus costumbres, su idioma, su sistema legal y la pertenencia a un proyecto imperial, más allá de las razas, la naturaleza geográfica y las costumbres originarias. Esto era ser un romano, lo que ellos llamaban, la romanitas, o que hoy nosotros entendemos como romanización, una fuerza de atracción sobre pueblos diversos y distantes entre los más recónditos lugares. En síntesis, el Imperio Romano ha sido considerado, de acuerdo a la historiografía occidental, como un Orbe global, o la primera civilización que construyó un imperio globalizado, capaz de superar las fronteras geográficas y naturales y crear un ideal de cultura que ha trascendido en el tiempo hasta nuestros días. La primera aldea global (Bancalari, 2015)1.

Sin embargo, como lo menciona el profesor Alejandro Bancalari, “(…) sería ahistórico no reconocer que, en forma paralela al mundo romano, existían civilizaciones tan sugerentes como ella y otras más elementales en su grado de cultura” (Bancalari, 2007 P. 259). Roma no fue la única civilización avanzada de la época, ni la única destacada por sus conquistas militares, ni la más perdurable en el tiempo. Tenemos, como ejemplo, las tradiciones históricas milenarias de Persia, India y China como civilizaciones fundamentales en la cultura y cosmovisión de las sociedades actuales de esas latitudes. Es más, resulta innegable el aporte cultural que nos han legado otras civilizaciones antiguas fuera del núcleo greco-romano como los árabes, indios y chinos: La pólvora, el papel, la brújula, el álgebra como matemática aplicada, los primeros tipos móviles que sustentaron la idea de la imprenta, e incluso al enriquecimiento de nuestro idioma (el árabe, durante la conquista de España). Nuestra sociedad, más todavía en estos tiempos de globalización, se ha nutrido de los más diversos aportes culturales. Resulta, por tanto, no solo mezquino y sesgado no reconocer la experiencia histórica de las civilizaciones desarrolladas fuera de Europa, sino también renegar de la historia universal humana en su totalidad.

Ahora bien, ante la pregunta de por qué Roma y Grecia, y no China o la India, es innegable considerar también cierto que el estudio y referencia en la valoración histórica está vinculada con la medida en qué es lo que uno considera ha generado más influencia en el desarrollo de nuestra idiosincrasia, cosmovisión y manera de entender el mundo. Indudablemente, para nosotros como americanos, es más Grecia y Roma, que India o China. En este sentido, el mundo occidental, en un plano temporal, es heredero de la experiencia histórica greco-romana, y en un plano espacial, de la dinámica nacida en la cuenca del Mediterráneo, que aunque espacio tricontinental pero, es en esencia, europeo.

El propósito de este artículo tiene, ante todo, que ver con un ideal de abordar la historia universal de manera holística, más interrelacionada o interconectada globalmente, sin descuidar el eje greco-romano como centro que define nuestra sociedad occidental, pero considerando también el desarrollo de civilizaciones paralelas y en qué medida, si esto fue posible, estas grandes civilizaciones (Roma y China) en algún momento entrecruzaron sus destinos, sea directa o indirectamente, analizando sus repercusiones y alcances.

Teniendo presente el carácter acotado de este articulo por su formato, se intentará hacer una exploración, revisión y análisis más bien breve, pero en lo posible que resuma los aspectos centrales en función de la siguiente pregunta planteada: ¿Existió contacto entre Roma y China, durante los siglos I y II d.C?

Primero, es necesario explicar en contexto para justificar la pregunta. Los siglos I y II coinciden con un período de expansión territorial, control, estabilidad y, más importante aún, un florecimiento cultural sin precedentes. La Pax Romana en su culminación, y la Dinastía Han china en su mayor esplendor; donde nacieron filósofos de influencia decidora como Confusio, Lao-Tse, se fomentó la educación, el desarrollo tecnológico (el papel, se sistematizó la escritura en los primeros tipos móviles, etc) y también, China vivió una expansión territorial donde su cultura tuvo una difusión sin precedentes. Pero hay un denominador común que hace más interesante someter ambas civilizaciones a un estudio cruzado: Las principales fuentes estos dos pueblos, cronistas, oradores, poetas, biógrafos y geógrafos surgieron y desarrollaron su trabajo durante este período: Séneca, Plutarco, Suetonio, Plinio el Viejo, Estrabón, Claudio Ptolomeo, Lucio Anneo Floro en Roma; Lao-Tse, Confucio, Gan Ying, en China. Las fuentes son variadas, riquísimas en contenido y, sin duda, constituyen una veta interesante para estudiar los alcances del mundo conocido por ambas civilizaciones.

Contexto: El Mundo conocido por los Romanos

Hace 2.000 años, cerca de la mitad de la población mundial estaba concentrada entre dos grandes imperios: El Imperio Romano en el Oeste de Eurasia (con el Mar Mediterráneo como epicentro) y el Imperio Han en el este de Eurasia (principalmente la llanura central del norte de China). Ambos imperios eran ampliamente comparables en términos de tamaño (4 millones de kilómetros cuadrados cada uno) y de población (cerca de 60 millones cada uno), e incluso, como dato más interesante, ambos imperios vivieron su período más álgido de forma paralela. Entre el 221 a.C y 220 d.C para el imperio Han, y 395 d.C para el imperio romano.2

El Mediterráneo, la idea de Europa y el orbis terrarum romano

¿Cuánto y cómo era conocido el mundo romano a finales del siglo II d.C? Roma no necesitó construir desde la nada una representación cartográfica de los territorios conquistados, ni requirió estudiar desde un principio las características sociales y culturales de los pueblos sometidos. En una medida fundamental, Roma se nutrió de los avances y descubrimientos geográficos, cartográficos y etnográficos ya investigados por los griegos, al menos, cinco siglos antes. El Mediterráneo, o Mar Interno, ya era para los griegos, el centro del mundo conocido, el corazón de la ecúmene y del espacio habitado. De hecho, es a partir del mundo heleno que se forja entre los habitantes del Mediterráneo la idea de Europa; una abstracción, primero de origen mitológico (el rapto de la princesa Fenicia, Europa, por Zeus encarnado en la figura de un toro), luego un espacio geográfico y natural construido en torno al Mediterráneo y, finalmente, una denominación común a los habitantes identificados con la tradición Greco-Romana.3

Desde tiempos helenísticos existía la identificación y diferenciación ser parte de la ecúmene en el mundo Mediterráneo, ser europeo, en contraposición con aquello que estaba más allá del mundo helenizado: Los bárbaros. Ahora bien, en aquella época los cronistas y geógrafos hicieron poco esfuerzo en delimitar correctamente las fronteras naturales, más que por desconocimiento de los lugares, sino por el enfoque descriptivo y etnográfico del espacio. Para los geógrafos griegos, el espacio se definía más en función de su ecúmene o desarrollo cultural, que de sus rasgos naturales y físicos.

Heródoto de Halicarnaso, cronista y geógrafo del siglo VI a.C, toma como eje referencial el Mediterráneo (o Mar interno, en sus palabras) y menciona como los confines de la ecúmene, según los puntos cardinales, las columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) en el Oeste, el Mar Negro (tierra de los Escitas), al Norte; la península Arábica al sur y la India al Este. Respecto a los nombres de los continentes que confluyen alrededor del Mediterráneo, África proviene de la denominación que le daban los antiguos fenicios (AfarI) a lo que actualmente corresponde a Túnez, y luego Roma solía llamar como Afri a los cartagineses. Asia, por otro lado, era la denominación con la que los antiguos griegos, y así lo menciona Heródoto, llamaban a la región de la Anatolia, actual Turquía.

Figura 1: Representación del mundo conocido por los europeos en tiempos de Herodoto (Siglo V a.C)

Fuente: Sofia originals, 2015 en Herodoto, 2006.

Roma, en este sentido, fue una heredera de la tradición helena al sentirse parte de un espacio cultural e históricamente entroncado en la idea de una Europa. Así como los griegos distinguieron entre una ecúmene helena, los romanos, a medida que confirmaban su expansión y dominio por el mediterráneo, o el Mare Nostrum, el mundo conocido, romanizado e interconectado, fue conocido con el tiempo como el Orbis Romanum.

Por tanto, es importante tener en cuenta, primero, que en aunque los romanos llegaron, en su punto máximo con Trajano, a dominar más allá del mundo mediterráneo, durante los años 27 a.C y 235 d.C su eje político y base cultural giró, esencialmente, en torno al “Mare Nostrum”, el Mediterráneo y, más importante todavía que considerar, la relativamente rápida expansión y difusión cultural de la romanitas se debió, fundamentalmente, a la Helenización lograda en la costa mediterránea (principalmente oriental) por las colonizaciones griegas y, más adelante, el imperio de Alejandro Magno. El espacio mediterráneo, desde hacía siglos, era ya un lugar de tránsito e intercambio entre diversos pueblos, egipcios, fenicios, minoicos, griegos, persas, cartagineses y Roma, en esta sucesión, fue la culminación integradora y pacificadora de un espacio natural en constante dinamismo cultural, económico y social.

El Orbis Romanum en tiempos de los Emperadores Antoninos.

A continuación, y a modo de apoyo para contextualizar espacial y temporalmente el período de estudio, se presenta un mapa que grafica la expansión del Imperio Romano durante el gobierno del Emperador Trajano (98-117), donde Roma alcanzó su máxima extensión territorial.

Figura 2: El imperio romano durante el periodo de Trajano

Fuente: iris.cnice.mec.es, 2015

El imperio romano, con aproximadamente entre 59 y 72 millones de habitantes en el año 165 (Scheidel, Walter, Morris, ian, Saller, Richard, 2013), abarcaba una ecúmene geográfica desde el actual Portugal y la costa Atlántica, por el Oeste, la zona más meridional de Egipto por el Sur; la frontera con Escocia en su extremo más septentrional, y la actual Armenia, en el límite con Irán, en su lado más oriental. Aproximadamente 4 millones de kilómetros cuadrados con los más diversos espacios naturales y poblaciones de dispar desarrollo y cultura (Scheidel, Walter, Morris, ian, Saller, Richard, 2013 p.48).

El período de los emperadores Antoninos fue la culminación de una era de paz, prosperidad y difusión de la romanitas denominada Pax Romana; período que se caracterizó, en el plano geopolítico, por una alta estabilidad de las fronteras internas y la preservación de la paz en los limes fronterizos.

Como puede observarse en las áreas remarcadas en el mapa, está claro que Roma conocía el espacio mediterráneo incluso antes de constituirse en el imperio que fue, gracias a los avances cartográficos de sus antecesores griegos, cartagineses y fenicios. Con el tiempo, este espacio fue puliéndose en su conocimiento y ampliándose también hacia lugares conocidos, pero no entrados en detalles. Incluso, en pleno apogeo del poderío romano, los principales cronistas y geógrafos del mundo conocido en Occidente, continuaron siendo griegos: Estrabón y Ptolomeo.

En síntesis. El espacio territorial o ecúmene del imperio romano, que abarcaba cerca de 40 millones cuadrados, tri-continental y aglutinante de casi 70 millones de personas, diversas y disímiles unas de otras, pero todas unidas en pos de un ideal imperial común, estaba ya conocido e interconectado gracias a caminos forjados por generaciones de pueblos precedentes.

Estrabón. El Geógrafo de la Ecúmene romana en el Mediterráneo

Estrabón (63 a.C – 24 d.C), nacido en Amasia (actual Amasya, Turquía), fue un geógrafo e historiador griego conocido principalmente por su obra Geografía, una obra gigantesca que resume la geografía física, natural y la etnografía de toda la ecúmene del imperio durante la Pax Romana. Exceptuando el Libro 7, que se encuentra fragmentado, el resto de su obra ha podido conservarse hasta nuestros días. Se compone fundamentalmente de informes contemporáneos sobre el mundo romano y recopilaciones de obras anteriores de origen griego.

Figura 3: El mundo conocido

Ahora bien, contrario a lo que pueda pensarse de un imperio tan desarrollado, los conocimientos geográficos, naturales y cartográficos de la época eran limitados. De hecho, los romanos no supieron medir bien las distancias, y tampoco tenían un conocimiento acabado del interior de sus propias fronteras (Garnsey y Salerr, 1991). El geógrafo Estrabón y sus imprecisiones midiendo distancias, es un ejemplo evidente de esta falencia. En la Antigüedad, la distancia se medía por el tiempo que se tardaba en viajar, que distaba mucho de ser constante, especialmente en el mar.

Claudio Ptolomeo y su obra Geografía. Reflejo del mundo romano conocido

Claudio Ptolomeo (100-170 d.C), astrónomo, matemático y geógrafo griego nacido en el Egipto Romano, luego de haber trabajado muchos años en la Biblioteca de Alejandría y prestado servicios a los emperadores Adriano y Antonino Pío, redactó su obra más famosa llamada Geografía, en donde resume el espacio geográfico conocido hasta ese entonces en Occidente. Presumiblemente redactada en torno al 150 d.C, se conservan casi 5 mil descripciones de la ecúmene romana, vinculada con el espacio físico y natural del mundo conocido en Occidente. Sus mapas originales, lamentablemente, se han perdido y solo se conservan copias y reproducciones hechas durante la Edad Media (1300), de los cuales todavía persisten dudas si estas reproducciones son fieles a la confección cartográfica original, o contienen añadiduras de lugares reconocidos posteriormente4.

A continuación, una representación del mapa del mundo conocido por Ptolomeo. Aunque la versión original no existe (el manuscrito fue hallado en 1300), se presume la fiabilidad de este mapa por las múltiples referencias que Ptolomeo hace en sus textos a lugares descritos y cartografiados por Estrabón, casi 100 años antes.

Figura 4: Ptolomeo. Mapamundi (copia del año 1300, presumiblemente, de un original del año 150 d.C)

Fuente: conevyt.org, 2015

Como se puede apreciar, a finales del siglo II d.C ya se tenía constancia, en el mundo occidental, de lugares situados más allá del Mar Rojo, en el África Meridional, de la Península Arábica e incluso del Océano Índico. Sin duda, las conquistas de Alejandro Magno quedaron de tal manera impregnadas en la memoria romana, que estos nunca descuidaron el recuerdo y las crónicas de aquellos lejanos lugares.

La actividad comercial romana y los primeros registros de pueblos fuera del Orbis Romanum: China

Los contactos entre la Antigua Roma y China resultan difíciles de identificar, principalmente debido a la falta de evidencia arqueológica y fuentes de la época concretas que se refieran a ambas civilizaciones. Sin embargo, varios historiadores y geógrafos de la Antigüedad y la era moderna han identificado interacciones entre ambos imperios antiguos. A pesar de que casi todas las interacciones fueron indirectas, separadas principalmente por el imperio Parto y la región del Hindu-Kush, ambas civilizaciones tuvieron perfecto conocimiento la una de la otra. Ahora bien, buena parte de esta consciencia de la existencia de uno y otro proviene de los variados intercambios comerciales que fluyeron a través de la Ruta de la Sea, ruta a la cual se agregaban también bienes comerciales provenientes de otras regiones y culturas vecinas. Además de los bienes físicos o mercantiles, pudo haber también aspectos culturales como prendas de vestir, ideas religiosas y filosóficas, avances médicos y tratados sobre estrategia militar que también se intercambiaron. Es posible, de acuerdo a algunos historiadores, que Roma y China hayan tenido una interacción directa en la medida de lo posible; pero tales interacciones directas carecen -hoy día- de evidencia comprobable. Sin embargo, la escasa evidencia comprobada y corroborada hasta hoy, nos muestra que estos dos grandes imperios tuvieron intercambios -al menos, indirectamente- importantes y riquísimos a lo largo de décadas durante la Pax Romana (siglos I y II d.C), que luego fueron volviéndose más infrecuentes en los siglos posteriores.

El contacto entre la antigua Roma y China no habría sido posible sin la implacable expansión romana entre los siglos III y I a.C. Luego de asegurarse el control de la península itálica, Roma derrotó al poderoso imperio Cartaginés durante las Guerras Púnicas (264-146 a.C), eliminando así al rival más poderoso por el control del Mediterráneo. Luego, esta expansión continuó, a través de una política agresiva y belicista, con las victorias sobre el imperio Macedonio (214 - 148 a.C), Siria en Medio Oriente (192-188 a.C) y la rendición de Corinto, la última polis griega que amasaba cierto poderío hasta entonces (146 a.C). Egipto y Macedonia habían formado, previamente, una alianza bajo el reinado de Filipo V (200 a.C), por lo que la rendición de Macedonia trajo aparejado, en consecuencia, un dominio sobre Egipto (de variadas formas a lo largo de los siglos), que Roma nunca abandonaría. En síntesis, esta expansión le dio a Roma el control total sobre el Mar Mediterráneo lo cual le abrió rutas hacia Oriente que, eventualmente, atravesaría fronteras desde Asia a China.

La expansión romana y el control militar sobre las nuevas rutas comerciales descubiertas en Oriente fueron posibles gracias a la eficacia de grandes generales como Luculo, Pompeyo y Craso, los cuales continuaron la política expansionista hacia el continente asiático una vez que Roma se aseguró el control de la mayor parte del sur de Europa y el norte de África. Ya a mediados del siglo I d.C, Roma expandió su esfera de influencia hacia la profundidad de Asia Menor, Armenia, Siria y Egipto. En cuestión de pocos años los romanos entrarían en conflicto directo con el Imperio Parto, heredero del antiguo Imperio Persa.

El Imperio Parto, anclado en lo que actualmente corresponde a Irán, no era un pueblo bárbaro como los germanos y preocupado de molestar a los romanos como los germanos en el Norte. Eran un pueblo heredero del antiguo imperio Aqueménida e interesado más en resguardar sus intereses comerciales y de actuar de mediador entre el comercio mediterráneo, liderado por Roma, y las profundidades del Asia Oriental, India y China. En el Imperio Romano se producían todo tipo de productos: vidrio, madera, trigo, carne, cueros, metales preciosos, etc; y ya desde tiempos helenos se conocían ciertos productos de lujo que ayudaban a la preservación de alimentos como el orégano, la canela y otros perfumes, pero de aquel lejano Oriente provenía un producto que no lo había en el Mediterráneo y era un lujo que la sociedad romana, cada vez más abandonada de sus antiguas tradiciones austeras, no podía menospreciar: la Seda.

La Ruta de la Seda

De acuerdo a las fuentes clásicas y los registros arqueológicos que evidencian la vestimenta de lujo entre los romanos de la época, ya había un comercio floreciente por la Seda en torno al primer siglo antes de Cristo. Si bien es cierto, los romanos conocían la seda desde hacía mucho tiempo, por medio de los antiguos griegos y cartagineses, desconocían el origen exacto de esta materia prima; ya que los mercaderes partos, egipcios y kushans siempre se preocuparon de asegurarse su papel de intermediarios comerciales y los beneficios que esto les traía.

No hubo, por tanto, un conocimiento mutuo entre Roma y China hasta mediados del siglo II d.C cuando ya aparecen las primeras fuentes romanas que hacen mención de este producto y su posible origen.

Figura 5: La Ruta de la Seda en la Antigüedad

Fuente: chinatourselect.com, 2015

El Enigma de Seres

Desde mucho tiempo antes de Alejandro Magno y sus conquistas, el mundo intelectual griego tenía conocimiento parcial de aquellos recónditos de Oriente, de donde nacía el sol. Heródoto ya había escrito sobre los persas, bactrios, kushanes e indios, ya formaban parte del imaginario heleno como lugares de pueblos bárbaros pero dotados de grandes riquezas. La India era para los griegos el lugar más lejano de la Ecúmene y sus habitantes, los más numerosos de la Tierra:

"La parte de la India de la cual se saca el oro, y que está hacia donde nace el sol, es toda un mero arenal; porque ciertamente de todos los pueblos del Asia de quienes algo puede decirse con fundamento de verdad y de experiencia, los Indios son los más vecinos a la aurora, y los primeros moradores del verdadero Oriente o lugar del nacimiento del sol (...)" (Herodoto, 2006 p.67).

En el tomo III de sus Historias, Heródoto hace una descripción detallada de las costumbres de los pueblos tributarios del rey persa Darío, más allá de las montañas del Cáucaso. Abundan en sus páginas descripciones sobre los mismos persas, los bactrianos (pueblo que ocupaba lo que hoy es Afghanistán), los árabes hacia el sur, los etíopes al sur de África, pero no existen referencias explícitas a otros pueblos más allá del Río Ganges, que Herodoto describe como una zona pantanosa.

"Muchas y diversas en lenguaje son las naciones de los Indios, unas son de nómadas o pastores, otras no; algunas de ellas, viviendo en los pantanos que forman allí los ríos, se alimentan de peces crudos que van pescando con barcos de caña, pues hay allí cañas tales, que un solo cañuto basta para formar un barco. Estos Indios de las lagunas visten una ropa hecha de cierta especie de junco, que después de segado en los ríos y machacado, van tejiendo a manera de estera, haciendo de él una especie de petos con que se visten" (Herodoto, 2006 p.67).

Es llamativo el hecho de que Heródoto no hace mención a ningún pueblo con las características de la China imperial, teniendo en cuenta que un imperio de esta envergadura hubiera sido mucho más llamativo para este historiador que las costumbres de unos cuantos pueblos nómades y pescadores.

Estas descripciones, más los mapas construidos y reproducidos desde el mundo antiguo, no hacen sino poner más en duda si los griegos y posteriores romanos tuvieron conocimiento concreto, geográfico y cartográfico, de la civilización china.

Habrían de pasar más de 500 años para que, además de perfeccionarse el estudio del mundo conocido hasta entonces, surgieran las primeras interrogantes de aquellos pueblos más allá de la India, en Oriente, y el origen de la Ruta de la Seda.

Las primeras referencias a Seres, como el lugar donde se origina la Seda

Plinio el Viejo (Comum, Italia, 23 – 79 d.C), fue un escritor, científico, naturalista y militar latino. En su obra Naturalis Historia, de la que se conservan 37 capítulos, recogió información de más de 2 mil libros. Recopila conocimientos científicos de la antigüedad que abarcan la botánica, la zoologia, la mineralogía, la medicina y la etnografía. De este autor provienen las primeras referencias a un pueblo desconocido hasta entonces llamado, pluralmente, como Seres.

"Los Seres son famosos por la sustancia de lana obtenida de sus bosques; después de ponerla en remojo y peinar lo blanco de sus hojas... Así de diversa es la labor empleada y tan distante es la región del globo por aprovechar, para permitir a las doncellas romanas hacer alarde de su vestimenta transparente en público" (Plinio el Viejo, 1995 p.64).

La existencia de un pueblo diferenciado de la India y la Arabia (ya conocidos desde tiempos helenísticos) se confirma con esta otra descripción, donde hace referencia a la importancia que el comercio de la Seda significaba para las arcas romanas y el dinamismo de su economía, “Para el cálculo más bajo, India, Seres y la península Arábiga toman de nuestro Imperio 100 millones de sestercios cada año: es decir, eso es cuánto nos cuestan nuestros lujos y mujeres” (Plinio el Viejo, 1995 p.84).

Ahora, esta descripción sobre el pueblo de los Seres no se detiene en la importancia comercial de su producto, sino que también el autor demuestra tener conocimiento de su modo de preparación y la forma como fue descubierto su gran valor entre las altas clases romanas.

“La larva [de la 'bombyx'] entonces se convierte en oruga, después de lo cual asume el estado en el cual es conocido como 'bombylis' y, luego, 'necydalus'; después de ello, en seis meses, se convierte en un gusano de seda. Estos insectos tejen redes similares a las de la araña, el material de las cuales es usado para producir las prendas más costosas y lujosas de las mujeres, conocidas como 'bombycina'. Panfila, una mujer de Cos, hija de Platea, fue la primera persona que descubrió el arte de desentrañar estas redes y tejer un tela a partir de allí; de hecho, ella no debe ser privada de la gloria de haber descubierto el arte de hacer vestidos que revelan los encantos de una mujer al mismo tiempo que la cubren" (Plinio el Viejo, 1995 p.26).

¿Quiénes eran estos Seres?, ¿de dónde provenían?, ¿dónde se ubicaban? Si se sigue la lectura de las fuentes, como Plinio el Viejo o Suetonio, todos estos cronistas y geógrafos que desarrollaron su trabajo durante la Pax Romana, hay una mención a un pueblo que, si bien, evidentemente es oriental, es diferente a los persas, hircanios, escitas, bactrianos e indios. ¿Por qué llegaban a Roma productos de estos pueblos lejanos? De acuerdo al análisis del profesor Alejandro Bancalari (Orbe Romano, 2007), ya desde tiempos de Octavio Augusto, afluían al Imperio delegados o emisarios de distintos lugares del mundo, los misteriosos Seres entre ellos.

Lucio Anneo Floro, historiador romano de origen africano y que vivió en el siglo II d.C, resumió la obra de Tito Livio Ad Urbe Condita, donde añadió además descripciones geográficas y etnográficas de los pueblos que integraban el orbe romano. Amigo personal del emperador Adriano, forma parte de la prolífica escuela de cronistas y geógrafos surgidos durante la era de oro imperial. Respecto a los Seres, se refiere en estas palabras:

"Ahora que todas las razas del oeste y del sur están subyugadas y también las razas del norte, [...] los escitas y sármatas envían embajadores buscando amistad; los seres también y los indios, que viven inmediatamente debajo del sol, trajeron elefantes entre sus regalos, así como piedras preciosas y perlas, considerado su largo viaje para cuyo cumplimiento habían tomado cuatro años, como el mayor tributo que prestaban y, de hecho, su tez prueba que provienen de debajo de otro cielo" (Lucio Anneo Floro, XXXX p.34).

La seda no era causa, sino que una expresión más del lujo desmedido y de la ostentación entre las clases altas romanas, pero de todos modos el Senado y aquellos sectores más conservadores de la autoridad no tardaron en catalogar este producto como el símbolo de una sociedad que se estaba corrompiendo y, además, significaba un enorme despilfarro de dinero en algo como un tipo de vestuario, de origen oriental, y por tanto que solo traía decadencia e inmoralidad. Séneca (c. 3 a. C.–65), famoso orador y filósofo estoico de comienzos del siglo I, ya se manifestaba en su obra Diálogos de esta manera sobre la Seda fabricada por este pueblo de los Seres.

"Puedo ver los vestidos de seda, si los materiales no ocultan el cuerpo ni siquiera la propia decencia, no se pueden llamar ropa (...) Desdichadas bandadas de criadas trabajan para que las adúlteras puedan ser visibles a través de sus delgados vestidos, para que su marido no tenga mayor conocimiento que cualquier extranjero o forastero sobre el cuerpo de su mujer" (Séneca, c. 3 a. C.–65).

Roma, por tanto, estaba perfectamente al tanto de la existencia de un pueblo, más allá de la India, donde nace el sol, que producía esta materia tan especial. Pero les era imposible determinar con precisión la ubicación geográfica de este pueblo. Ahora, si se observa con más detención los mapas posteriores a Heródoto, como el de Estrabón y, principalmente, el mapa de Claudio Ptolomeo en Geographia (150 d.C), en su extremo nor-este, puede apreciarse un lugar que ya el poeta Virgilio menciona como Sérica (Bancalari, 2007 p.262), al norte de la península dorada (Aurea Chersonesus), que se refiere a la península del Sudeste Asiático. Es más, Ptolomeo hace referencia a un Magnus Sinus (Gran Golfo) que quizás –comparando con la cartografía actual- al Mar de China; aunque –considerando las imprecisiones de la época- Claudio Ptolomeo la representa tendiendo hacia el sureste más que hacia el noreste.

Como sea, las fuentes antiguas, en especial la de aquellos autores dedicados a la geografía y la etnografía como Estrabón, Ptolomeo, Lucio Floro y Plinio el Viejo, siguieron haciendo esfuerzos por localizar específicamente el área de esta región y de este pueblo de los seres, sin poder encontrar certezas; que de hecho no fueron posibles sino hasta el siglo XV con las exploraciones portuguesas de ultramar.

En todo caso, la hipótesis más aceptada, o que genera consenso entre los historiadores modernos, es que esta Sérica o lugar de la Seda haya provenido de lo que actualmente corresponde a Cachemira en Asia Central, o incluso a la isla de Sri Lanka, al sur de India.

Fuentes Chinas sobre el Mundo Romano

Como habíamos mencionado en un principio, el mundo romano, en su época de mayor esplendor y expansión territorial (desde Octavio Augusto hasta los Severos), compartió este poderío junto a otros tres grandes imperios del mundo antiguo: El Imperio Parto o Sasánida, el Imperio Gupta en India y el imperio Chino gobernado por la Dinastía Han. Ahora bien, como el propósito de este artículo busca vincular las posibles relaciones entre Roma y China, principalmente lo que tiene que ver con sus relaciones comerciales, el análisis se centrará, finalmente, en este último imperio citado.

Figura 6: Imperio Han de China bajo la Dinastía Han o Qin, (206 a.C y 220 d.C.)

Fuente: voyagesphotosmanu.com, 2015

Ahora bien, si tomamos como límite extremo oriental del Imperio Romano lo que actualmente es Armenia al Este; y la zona meridional del Turkestán y el Hindu-Kush, en Asia Central, como la frontera oeste del imperio chino, encontramos aproximadamente una distancia de 5 mil kilómetros, atravesando montañas de hielos eternos, desiertos y climas monzónicos.

China se benefició tanto como Roma del comercio nacido de la ruta de la Seda. Tanto así que China, al igual que los romanos, tuvo plena consciencia de una civilización con poderío similar al otro extremo del mundo, donde se oculta el sol. Ahora, tal como también ocurría con las fuentes clásicas romanas para localizar y referirse a China Seres, la documentación actual arroja similares dificultades sobre los alcances con los que la China de los Han se refería al Imperio Romano.

Revisando y analizando las fuentes chinas de la época (siglos II y III), nos encontramos con la referencia china a un pueblo, lugar o civilización bajo el nombre de Da Qin o Gran Qin, donde Qin se denominaba a la antigua Dinastía Qin (221 – 206 a.C), fundadora del primer imperio chino. Al parecer, se pensaba que era una suerte de contra-China en el otro extremo del mundo y a los chinos mismos les gustaba fantasear con la idea que fuera de su espacio conocido hubiera otra civilización que derivara de ellos mismos.

Ahora bien, lo que nos hace pensar que Da Qin, posiblemente, hace referencia a Roma se debe a que la mención a este nombre coincide con el auge comercial de la ruta de la Seda entre los siglos II y III d.C, donde seguramente China recibía relatos –mediante intermediarios- de la existencia de un imperio vasto, rico y poderoso con el que intercambiaban sus mercancías.

Fan Ye, historiador chino que vivió en el siglo V, recopiló documentos oficiales, registros de mercado y tradiciones orales que abordan la historia de la Dinastía Han entre 25 y 220 de la era actual, resumidas en la obra monumental Libro de Han Posterior5. La obra de Fan Ye es interesante para estudiar la percepción y receptividad de los chinos cuando llegaban mercaderes, directos o intermediarios, de Occidente para comerciar. Geográficamente, las comandancias de Jiaozhi y Rinan en lo que ahora es el norte de Vietnam, se convirtieron en el principal punto de entrada a China por parte de países occidentales, tan lejanos como el Imperio romano. Fan Ye lo registra de esta manera (los comentarios entre paréntesis son impresiones del autor):

“En el noveno año Yanxi (166), durante el reinado del emperador Huan, el rey de Da Qin (el Imperio romano), Andun (Marco Aurelio, r. 161-180), mandó enviados de más allá de las fronteras de Rinan... Durante el reinado del emperador He (89-105), llegaron varios enviados trayendo tributo y ofrendas. Más tarde, las Regiones Occidentales se rebelaron y estas relaciones fueron interrumpidas. Entonces, durante el segundo y cuarto año Yanxi del reinado del emperador Huan (159 y 1619) y, frecuentemente desde entonces, (estos) extranjeros han llegado (por mar) a las fronteras de Rinan (comandancia al sur de Jiaozhi) para presentar ofrendas” (Hill, 2009 p. 23- 25).

Embajadas y viajes entre ambos imperios

De acuerdo a las fuentes de la época, documentadas por Fan Ye en su “Libro de Han Posterior”, al año 97 una armada imperial china, compuesta de 70 mil hombres al mando del general Ban Chao, habría cruzado el sudeste asiático hasta llegar al Golfo Pérsico, tarea que luego abandonó al informarse que seguir navegando hacia al oeste, en dirección a la Península Arábica y el Mar Rojo le tomaría más de dos años.

Sin embargo, Gan Ying, emisario que habría acompañado al general Fan Ye, continuó con esta misión exploradora hasta llegar a Mesopotamia, territorio entonces bajo dominio del imperio parto. De este viaje dejó varios relatos y descripciones (recogidos por Fa Ye), probablemente recopilados oralmente de marineros griegos y egipcios, donde hace referencia, primero, geográficamente a un lugar que denomina Haixi (Oeste del Mar, seguramente el Golfo Pérsico), del cual hace una descripción natural; y segundo, a un poderoso imperio que él llama Da Qin.

"Su territorio se extiende por varios miles. Se han establecido relevos postales a intervalos, que están todos enyesados y enjalbegados. Hay pinos y cipreses, así como árboles y plantas de todo tipo. Tienen más de cuatrocientas ciudades amuralladas. Existen varias decenas de pequeños reinos dependientes. Las murallas de las ciudades están hechas de piedra" (Hill, 2009 p. 23-25).

También resulta sumamente interesante una descripción política que hace de la figura del emperador y de gobierno de este imperio que llama Da Qin.

“En cuanto al rey, no es una figura permanente, pero es escogido como el hombre más digno... La población en este país es alta y de figura regular. Se parecen a los chinos y es por eso que el país es llamado Da Qin (los "Grandes" Qin)... El suelo produce mucho oro, plata y joyas raras, incluyendo la joya que brilla en la noche... bordan los tejidos con hilos de oro para formar tapices y damascos de muchos colores y fabrican una tela pintada de oro y una "tela lavada en el fuego (amianto)” (Leslie y Gardiner, 1996).

Por último, Gan Ying describe correctamente a Roma como la principal potencia económica en el extremo occidental de Eurasia: “Es desde este país de donde proceden todos los variados objetos maravillosos y raros de Estados extranjeros” (Leslie y Gardiner, 1996).

De Roma, por otra parte, se hace mención a una embajada oficial imperial proveniente de un emperador que los chinos llamaron Andun, en el año 165 d.C. El nombre Andun6 podría referirse al emperador Antonino Pío, aunque este falleció en 161; es probable que el nombre haya generado confusión entre los chinos, debido al nombre mismo Antonino y que el emperador posterior, Marco Aurelio, utilizaba el nombre de Marco Aurelio Antonino.

Esta embajada habría llegado por mar, debido a la imposibilidad de emisarios oficiales romanos de cruzar Asia Central por tierra producto de las restricciones del Imperio Parto. Por lo que se presume que cruzaron el Mar Rojo, luego el Océano Índico, llegando finalmente a las costas de Sinan o Tonkín (actualmente Vietnam, en Indochina). Los romanos habrían traido como presentes cuernos de rinocerontes, marfil y caparazones de tortugas, quizás adquiridos previamente en Asia del Sur. Al mismo tiempo y posiblemente durante esta embajada, los chinos adquirieron un tratado romano de astronomía.

Fa Ye resume de esta manera este encuentro:

“En el noveno año Yanxi (166), durante el reinado del emperador Huan, el rey de Da Qin (el Imperio romano), Andun (Marco Aurelio, r. 161-180), mandó enviados de más allá de las fronteras de Rinan... Durante el reinado del emperador He (89-105), llegaron varios enviados trayendo tributo y ofrendas. Más tarde, las Regiones Occidentales se rebelaron y estas relaciones fueron interrumpidas. Entonces, durante el segundo y cuarto año Yanxi del reinado del emperador Huan (159 y 1619) y, frecuentemente desde entonces, (estos) extranjeros han llegado (por mar) a las fronteras de Rinan (comandancia al sur de Jiaozhi) para presentar ofrendas” (Hill, 2009, p. 27-31).

De verdad es fascinante imaginar cómo habrá sido este encuentro entre las dos civilizaciones e imperios más grandes y poderosos del mundo antiguo.

Posibles contactos militares

Recientemente, se ha sostenido que a las fronteras entre el Imperio Parto y Han habrían llegado, como prisioneros, soldados romanos luego de la derrota del general Craso en la Batalla de Carrás (54 a.C). El historiador Homer Dubs sostiene que 10 mil de estos soldados derrotados habrían sido trasladados a la región parta Margiana (vertiente oriental de lo que hoy es Afghanistán) para poblar y proteger la frontera parta frente a la amenaza expansionista de los Han. Dubs fundamenta esta teoría señalando un pasaje del cronista chino Ban Gu (32-92 d.C), que narra sobre la presencia de un “unos cien soldados extranjeros”, cuya formación y táctica militar, como escamas de pescado resulta demasiado similar a la formación de tortuga de las legiones romanas (Dubs, 1941). Estos soldados, de acuerdo a la teoría de Dubs, habrían fundado la ciudad de Li-Jien (centro-norte de China) y mezclado con la población local.

Sin embargo, al día de hoy no existen evidencias arqueológicas de tal y supuesta fundación romana, e incluso análisis recientes de ADN entre la población local no han podido apoyar esta hipótesis de ancestros europeos entre estos habitantes.

Conclusiones

Las fronteras del mundo romano no podemos delimitarlas tal como la cartografía y la geopolítica la determinan hoy. Esto porque, tanto para griegos como romanos, las fronteras, más que límites entre espacios naturales, tenían que ver con el mundo conocido o civilizado (la Humanitas). Aunque los romanos tenían perfecta consciencia de que el mundo continuaba más allá de sus límites imperiales, la ecúmene era, para ellos, el mundo civilizado y, por tanto, lo que valía la pena conocer y habitar. Ir más allá, era una aventura a lo desconocido y un riesgo que los romanos, dentro de su manera tan pragmática de concebir las cosas, debía analizarse y sopesarse en la medida de todas las variables y posibilidades. China, en este caso, la historiografía y el análisis de las fuentes han demostrado había un conocimiento mutuo de sus existencias, pero que debido a factores geopolíticos (el Imperio Parto y el Hindu-Kush) sumado a ello las exorbitantes distancias por tierra y por mar (Roma no llegó a tener avances destacados en cartografía) hicieron que, a pesar de los períodos de poderío, paz y prosperidad de ambas civilizaciones, el contacto no pasara de ser más que indirecto y separados por infranqueables barreras naturales.

Sin embargo, otra conclusión importante que se confirma, luego de esta breve investigación, es la atracción poderosa que Roma logró concitar incluso más allá de sus límites conocidos, el Mare Nostrum y el Orbis Romanum en general. Roma, con su modelo imperial integrador, de unidad en la diversidad, fue capaz, a través del comercio y de relatos orales, de irradiar respeto, admiración y curiosidad a los lugares y pueblos más recónditos del mundo oriental, como China, que sin duda no paraba de oír relatos sobre un imperio inmenso, poderoso y tan diverso como unido. Roma, no una ciudad, sino que un Orbe, situado y adueñado del corazón de la civilización occidental: el Mare Nostrum.

Referencias

BANCALARI, Alejandro (2015). La idea de Europa en el mundo romano: proyecciones actuales. Santiago de Chile, Editorial Universitaria.

BANCALARI, Alejandro (2007). Orbe Romano e Imperio Global. La Globalización desde Augusto a Caracalla. Santiago de Chile. Editorial Universitaria.

DUBS, Homer H. (1941). "An Ancient Military Contact between Romans and Chinese", The American Journal of Philology, 62 (3): 322-330.

GARNSEY, Peter y SALLER, Richard (1991). El Imperio Romano. Economía, Sociedad y Cultura. Traducción de Jordi Beltrán. Barcelona. Editorial Crítica.

HILL, John E. (2009). Through the Jade Gate to Rome: A Study of the Silk Routes during the Later Han Dynasty, First to Second Centuries. CE. Charleston, Carolina del Sur: BookSurge.

PLINIO EL VIEJO (1995). Historia Natural. Madrid. Editorial Gredos.

SCHEIDEL, Walter (2014). “Ancient Chinese and Mediterranean Empires. Comparative History Project”. The Stanford University History Review. Artículo disponible en el sitio web: http://web.stanford.edu/~scheidel/acme.htm

SCHEIDEL, Walter; MORRIS, Ian; SALLER, Richard (2013). The Cambridge Economic History of the Greco-Roman World. Cambridge Press.


  1. Sobre el Imperio Romano como un modelo primigenio de la actual Unión Europea, el profesor Alejandro Bancalari ha elaborado una investigación interesante donde compara y proyecta el Imperio Romano como un paradigma de globalización e integración de pueblos en torno a ideales comunes.
  2. Un análisis comparativo y estadístico más detallado sobre los mundos mediterráneo y oriental en Scheidel, Walter Ancient Chinese and Mediterranean Empires. Comparative History Project.
  3. Más detalle respecto a este análisis de la construcción de una idea de Europa en Bancalari, Alejandro. La Idea de Europa.
  4. Original en latín.
  5. 後漢書, en chino tradicional.
  6. En chino: 安敦.