Introducción
El estudio del humanismo es un tema amplío, que puede ser abordado desde diferentes posiciones y enfoques, sean estos políticos, culturales, sociológicos, antropológicos, económicos, con miradas clásicas o contemporáneas, y ciertamente desde la perspectiva de la historia. En este articulo, nos enfocaremos al análisis del discurso humanista desarrollado por algunos líderes intelectuales del acontecer político- cultural chileno. Estos discursos, han sido seleccionados a partir del rol y relevancia que tuvieron en el complejo y cambiante escenario chileno entre 1910-1970. Tales alocuciones, nos permiten dilucidar en parte, la noción historiográfica que estos pensadores construyeron del humanismo.
Dicho periodo, presenta una miscelánea de cambios políticos, culturales y sociales, pero, sin embargo, todos los discursos analizados, con los matices propios de quien los emite, presentan una propuesta histórica y valórica respecto al sentido tradicional y clásico del humanismo, con más similitudes que diferencias, fenómeno que lo hace interesante como objeto de estudio a través de una mirada ecléctica de reconstrucción de la historia republicana de Chile en el siglo XX. Por lo mismo, consideramos que los discursos trabajados son fuente importante de análisis, que permiten observar la evolución que sufre la sociedad chilena en este período.
Entendemos por discurso, el arte de la argumentación y de la exposición de ideas a través de la palabra y la elocuencia3. A través de estos, no sólo nos aproximamos a la reconstrucción del pensamiento ideológico de sus gestores, sino que también, creemos que estos estudios se transforman en verdaderos ejes intelectuales y organizadores de la conciencia nacional. No obstante, estos discursos forman parte de la otra elite criolla, la intelectual, representando a la intelligenzia en su mayoría, aunque de un modo u otro nos permite aproximarnos y reconstruir parte del imaginario colectivo y cultural de la nación, siendo el patrimonio de una elite que piensa, como sostenía don Juan Gómez Millas, a través de la búsqueda del sentido Humanístico del discurso.
Así, estas piezas de oratoria, cargadas con una riquísima elocuencia, reflejan las aspiraciones sociales de los grupos existentes en cada época. Del mismo modo, creemos que la intencionalidad de estos exordios, es ser en la mayoría de los casos, una apuesta utópica y real de la sociedad en múltiples aspectos; pero esencialmente estos discursos, nos orientan en la construcción histórica de nuestro pasado.
El Concepto de Humanismo
Para filósofos e intelectuales, el siglo XX se transformó en una centuria donde el hombre fue incapaz de soportar sus propias ideologías, los avances científicos, y sólo miró estupefacto los asombrosos progresos técnicos de finales del siglo. Del mismo modo, ha sido interpretado como el siglo de la deshumanización, de las pugnas ideológicas que entre otras consecuencias originaron guerras mundiales en el inicio de la llamada Era de las catástrofes4, ciertamente, fue un siglo donde el humanismo tradicional ha sufrido el olvido y la desidia de los hombres.
El presente estudio, tiene como objetivo el análisis del discurso humanista en Chile, por lo que no haremos un análisis pormenorizado del humanismo en todas sus corrientes y expresiones5. Sin embargo, es pertinente indicar cuáles han sido los elementos centrales de este proceso durante la última centuria. El término humanismo fue primero empleado (como humanismus) por los estudiosos alemanes para designar el énfasis renacentista sobre los estudios clásicos en educación. Estos estudios fueron continuados por educadores conocidos como umanisti, que deriva de los Studia humanitatis, esto es, profesores y estudiantes de literatura clásica en el siglo XV, y que originalmente consideraba gramática, poesía, retórica, historia y filosofía moral. Así, los Studia Humanitatis, eran el equivalente a la paideia griega (Barceló Larraín, J., 2001, p.89).
El discurso tradicional en torno al significado de las Humanidades y por añadidura “Humanismo”, como hemos señalado, nos convoca al pasado griego. En este pueblo se encuentra la Paideia, cuyos principios de las humanitas latinas, son el núcleo fundamental en el que se cristaliza y se manifiesta la voluntad de forma selecta. Dicha voluntad, preside los procesos de creación en todos los campos de la vida y la cultura renacentistas, tanto en la historiografía, en el pensamiento filosófico, la ciencia, la vida social y política, la personalidad, todas eran concebidas como creaciones conscientes del hombre para el hombre6.
Después del siglo XVI, las humanidades, y sus cultores los humanistas se enclaustran en un mero aprendizaje gramatical o de erudición carentes del sentido de formación (Invernizzi Santa Cruz, 1995), como lo postulaba Homero, el gran educador griego7. Efectivamente, los antiguos griegos proponían como objetivo esencial del humanismo y la confraternidad humana, el domesticar el salvajismo del hombre y hacer amable la vida en el mundo (Alvarez, 1978)8. Para estos, una de sus mayores aspiraciones era afianzar su libertad personal, y el uso de la palabra (Aristoteles, La Política , I, p.10-11), hacían honor a la convivencia, enalteciendo el altruismo, la gentileza, la compasión y el respeto por la personalidad propia, poniendo el acento en el individuo, gestando en ello su creatividad, produciendo pensadores, artistas, estadistas, científicos y filósofos que con una rutilante llamarada, ellos señalaron el camino, el camino de los griegos al humanismo moderno y contemporáneo (Hamilton, 2002).
Tradicionalmente la historia de América, y por cierto Chile, ha tenido un amplio sentido de pertenencia al mundo de occidente desde su integración a la historia mundial desde la conquista. En efecto la cultura y el pensamiento latinoamericano se habría visto forzado desde su origen colonial a reproducir la cultura y el pensamiento europeo a desarrollarse como periferia de ese otro Universo, de este modo, el pensamiento chileno se cristaliza en procesos exógenos más amplios, con paradigmas conceptuales y periodizaciones provenientes de la Historia intelectual y cultural europea, como en este caso sería el humanismo (Subercaseaux9, 2004). Así, por ejemplo, como sostiene Lucia Invernizzi, los estudios humanistas en Chile se encuentran arraigados en la cultura nacional desde la fundación de la Universidad de Chile. Camino trazado desde el discurso de instalación de esta corporación, y particularmente de la Facultad de Filosofía y Humanidades, por parte de Don Andrés Bello, quien postulaba que
“(…) la misión de esta facultad se define, en el estudio de nuestra lengua, de las lenguas extranjeras, de la historia antigua y moderna, concebidos como disciplinas básicas para el entendimiento, para educarle y acostumbrarle a pensar por si mismo en el cultivo de la poesía, de la literatura, capitel de la sociedad culta, que pule las costumbres, afina el lenguaje, haciéndolo vehículo fiel, hermoso y diáfono de las ideas” (Invernizzi Santa Cruz, 1995 p.41).
De esta forma, creemos que el concepto de humanismo es en cierta medida el espejo de la cultura occidental desde la génesis grecorromana.
La mirada social y política al Chile del siglo XX
Las primeras décadas del siglo XX, estuvieron cargadas por el pesimismo social e intelectual de determinados grupos; en este periodo la oligarquía abiertamente criticada, los problemas sociales arreciaban a los sectores populares, la crisis del sistema parlamentario, muertes sucesivas de presidentes de la República hacia el año 1910, un sistema electoral desgastado, entre otras dificultades que afectaban la estabilidad y armonía y que se diferenciaba de la centuria anterior. Algunos connotados políticos e intelectuales de la época, manifestaron abiertamente su descontento frente al estado de la situación social y política del país mediante eximios discursos, cargados de sentimientos humanitarios a favor de los grupos postergados, no participaban de la llamada Belle Époque a la chilena. Entre estos destacamos a Enrique Mac Iver10, Tancredo Pinochet11, Alejandro Venegas como el Dr. Valdés Canje12, entre otros. Todos ellos coincidían en plantear las carencias humanas y sociales de la mayor parte de la población chilena, criticando abiertamente los discursos oficiales y la parsimonia de la sociedad gobernante. Estos intelectuales del centenario, reconocidos como autoflagelantes (Tagle Dominguez, M. y Gazmuri, C., 2003), son críticos frente a las celebraciones del centenario, determinando un balance negativo del estado del país, concluyendo que Chile fue más importante durante el siglo XIX, que en su propio presente, al cumplirse 100 años de independencia13.
De esta forma la sociedad chilena, estaba profundamente dividida hacia 1910, Gonzalo Vial asertivamente para este periodo sentencia que “para el centenario ya nada cohesionaba a los chilenos” (Vial G., 2006 p.850). Los inicios del siglo XX, surgen como un quiebre total de los tejidos sociales tradicionales, fenómenos que dejarán en evidencias las carencias de una sociedad dirigida por la oligarquía que excluía a los nuevos actores sociales que comienzan a emerger, y constituirán en su mayoría la llamada clase media. Así, diferentes tipos socioculturales: estudiantes, mujeres y obreros, anarquistas, bohemios, el rebelde social universitario, el intelectual literario, transforman al país en un verdadero laboratorio histórico de cambios y de nuevos proyectos de sociedad, que llegarán a la cúspide política con Arturo Alessandri Palma en 1920. Es el periodo del ascenso de la clase media14 (Sagredo, 1998).
Por otra parte, casi como una continuidad petrificada de la centuria anterior, hacia 1910 la historiografía Chilena se presentaba con un marcado discurso nacionalista y tradicionalista, continuador de una forma y estilo propio del siglo XIX, positivista dirigido por la oligarquía (Gazmuri, 2009), fenómeno que estuvo dirigido por intelectuales conservadores como Edwards Bello y su Fronda Aristocrática y Jaime Eyzaguirre, entre otros intelectuales líderes del pensamiento Conservador (Cristi, R. y Ruiz, C. en Deves, Pinedo, Sagredo, 1999).
El discurso humanista en algunos, los intelectuales chilenos
El análisis de los discursos de grandes personajes del quehacer republicano, nos lleva a precisar y preguntarnos: ¿de qué forma los grandes líderes del pasado siglo XX chileno apelaban a la historia como reflexión y proyección de su propio presente? En cierta medida, los discursos ideológicos de algunos intelectuales, de los cuales veremos en las próximas líneas, se encuentran cargados de tintes literarios, con múltiples argumentos para tergiversar, convencer, arengar, discutir o polemizar sobre una temática en particular. Respecto a la forma de estos discursos, pueden tener un carácter orientador en forma responsable, ser didáctico, casi lúdico, o bien monótonos, casuales, efectivos, consciente o inconscientes, veraces o falsos, con argumentos precisos o vagos. Asimismo, Su finalidad puede ser netamente política, histórica, patriótica, demagógica, sociales, sentimental u otros. Pero, de una u otra forma, estos discursos seleccionados, nos permiten acercarnos a la posición del orador frente a la historia, o bien reconocer en ellos la mirada amplia y humanista de su época.
En primer lugar, hacia 1910 la iglesia católica seguía identificada políticamente con los grupos conservadores, aunque su acción se extendió en menor grado a otras colectividades. Sin embargo, al interior de ella, también surgirán las primeras voces críticas de la realidad social. Apareciendo los primeros discursos15 que intentarían responder a la Cuestión Social (Correa y otros, 2001). Así, el Arzobispo de Santiago Ignacio González Eyzaguirre en 1916, en una pastoral colectiva afirmaba:
“(…) conocéis también el cuadro de dolores que ofrecen los hogares marcados por la miseria y el vicio; la mortalidad infantil, las habitaciones insalubres, el alcoholismo devastador, la usura y todos los males que afligen a las clases populares. Pues bien, en nombre de la verdadera democracia cristiana inspirada en las leyes de justicia y en los sentimientos de la caridad, deben los que gozan de comodidades y bienes de la tierra ir al pueblo, conocer sus dolencias y aplicarles los remedios oportunos”16 (AA.VV., 1990, p. 36.)
Potente discurso que pretende sacar de la inmovilidad a la alta jerarquía eclesiástica y a la sociedad en su conjunto. Vemos aquí conjugado la preocupación por la cuestión social, que nos es otra cosa que la preocupación del hombre por el hombre, del cristiano por otro ser humano que vive en la postergación frente al letargo de los grupos que dominan. El accionar frente al inmovilismo, desde nuestra perspectiva es una de las claves del humanismo a principios del siglo XX. Un ejemplo concreto, de querer salir de este somnoliento letargo frente al que sufre, en esta época es el discurso del Padre Alberto Hurtado, Sacerdote Jesuita, que conmovido por las dificultades de la clase trabajadora implora al mundo católico mayor acción frente al sufrimiento del otro, pero también reconoce la necesidad de una formación cultural similar a los países europeos:
“En países jóvenes como el nuestro, que carecen de las antiguas tradiciones que forman desde su cuna a los niños europeos, la influencia de la escuela es casi total, pues ella es la que en realidad moldea e1 alma de nuestro pueblo. No tenemos a lo largo de Chile esos monumentos de la historia patria que hacen la gloria de los viejos países, en los hogares no se guardan tradiciones educadoras, el ambiente no contribuye en Chile a dar ese ambiente de cultura, disciplina, respeto que rodean al niño alemán, francés, holandés. Aquí todo esto debería, en el orden cívico, darlo la escuela, como en el religioso la Iglesia, porque ni el hogar ni el ambiente los proporcionan” (Hurtado Cruchaga, A., 1941, p. 53)
Así, estos aportes intelectuales, retóricos y humanistas provocaron efectos, quizá no inmediatos, pero cambios de largo aliento, donde las condiciones de los pobres y marginados, serían una preocupación permanente en los discursos de la clase política chilena a lo largo del siglo XX, y hasta nuestros días.
Ahora bien, en este mismo escenario de dificultades sociales, hubo algunos exponentes que vieron una crisis humanista, que difícilmente se podía superar. Uno de estos ensayistas fue Eduardo Solar Correa17 en 1934 escribió un ensayo muy conocido en su momento titulado La muerte del humanismo en Chile16. En él enjuicia severamente la supresión de la enseñanza de las lenguas clásicas, puntualmente el latín. Solar Correa, no concibe el desarrollo del humanismo, sin latín. Ambas expresiones son para él sinónimas y necesarias en la sociedad de principios de siglo. Asimismo, en este libro expone críticamente sus ideas sobre la realidad nacional. Como también se muestra con gran profundidad conceptual, frente a las dificultades por las que atravesaba el humanismo chileno de aquella época. Asimismo, valora de sobremanera los ejemplos y virtudes de la antigüedad clásica:
“(…) en Atenas había un gran número de empleados públicos y particulares, pero tenían otra categoría, eran esclavos, que gozaban de muchos beneficios. Sin embargo, hubieran preferido tener que esforzarse mucho más en cualquier oficio modesto, pero ser hombres libres. Esa es la gran enseñanza de Grecia y Roma, y ese es el espíritu del humanismo. El orgullo de ser hombre es el mejor antídoto del afán de ser parásito. En estos hombres que no son hombres, porque les falta una calidad humana fundamental, la “iniciativa”, asociada a la libertad” (Solar Correa, 1934 p. 55-56).
Por otra parte, la educación ha sido el eje y motor de la conformación humanística en Chile, tanto en las universidades como en la enseñanza escolar. Desde esta perspectiva, resulta pertinente el testimonio discursivo de Amanda Labarca Hubert19, quien sostiene que la educación en Chile, tiene una responsabilidad ética en la sociedad, señalaba con preclaro sentimiento humanista:
“Anhelamos el advenimiento de un mundo de menores crueldades, perversiones, injusticias y tragedias. Tal nos parece la meta de la humanidad, tal el sentido de la cultura, tal es el de la educación, porque esta ha de ser el aprendizaje y preparación para la vida superior” (Labarca, 1943 p.12-13).
Creemos que, en este discurso, se visualiza como eje central el progreso espiritual del hombre, reforzado con un cuestionamiento al sentido del humanismo en su tiempo, e intenta reinterpretarlo y vincularlo con el espíritu heleno clásico:
“(…) un nuevo humanismo llaman a esta tendencia algunos pensadores modernos ¿humanismo?, la palabra tiene muy estrechas concomitancias con elucubraciones e inquietudes meramente intelectivas: sugiere a Erasmo, a Tomás Moro, a individuos que vivieron y murieron en función del pensamiento puro. Más apropiado me parece el nombre de un neo-helenismo, porque ningún pueblo mejor que el Ateniense comprendió la necesidad de una formación integral de la generación joven” (Labarca, 1943 p.21).
Para el periodo de 1920, es interesante analizar algunas propuestas del entonces presidente de la república Arturo Alessandri Palma, respecto a los ideales que inspiran su gobierno:
“(…) los principios que inspiran al gobierno de Chile, como base y norte, son la solidaridad humana y la justicia social que mide a los hombres con un cartabón igualitario, sin tomar en cuenta de dónde vienen, adónde van y cuántos son los pesos que llevan en el bolsillo, impregnado de estos sentimientos de justicia social y solidaridad entre los hombres que son en mi un credo religioso20 (…)” (Anales Universidad de Chile, 1950 p. 167).
“la humanidad entera atraviesa por uno de aquellos grandes períodos que marcan una gran transformación social; asistimos, ciertamente, al nacimiento de un nuevo régimen, y es ciego y sordo quien no quiera verlo y sentirlo. De un extremo a otro del universo surge una exigencia perentoria, reconocida por todos los pensadores y por lo más eminentes estadistas, en orden a resolver con criterio de estricta justicia y equidad los derechos que reclama el proletariado en nombre de la solidaridad, del orden y la conveniencia social” (Alessandri Palma 25-04-1920 p. 222).
Resultan valiosos estos testimonios de Alessandri, en la medida que nos permite visualizar que las ideas sociales y políticas, del llamado León de Tarapacá, acostumbrado a tener discursos apasionados y batalladores frente a la “muchedumbre bulliciosa” cuando de reivindicaciones de los sectores medios y populares se tratara. Siendo también moderado frente a la imagen exterior, tal como se aprecia en esta misiva, donde vemos más bien, palabras conciliadoras, apelando a sentimientos superiores de la naturaleza humana, como la solidaridad y la paz (Correa et al, 2001).
Siguiendo en el plano intelectual y educacional, las primeras dos décadas del siglo XX, sin duda que desestabilizan el predominio de la oligarquía y fortalecen a la clase media con Alessandri (Sagredo, 1998), no sólo en el ámbito económico; evidentemente que la esfera educacional, se transforma en la columna vertebral de las reivindicaciones sociales y culturales del periodo, y probablemente del siglo. Es, desde esta perspectiva que Valentín Letelier, se transforma en un personaje relevante en este proceso de cambios sustanciales21. La idea central de Letelier es, que la educación completa de un hombre se realiza a través de dos grandes momentos: primero, en la educación general, y el otro de la educación especial o profesional, y la explicaba como sigue:
“Una metáfora corriente, empleada sobre todo en la vida económica, reduce al hombre a un simple “par de brazos” (para la industria, para la agricultura, etc.) Pero el hombre es una unidad indestructible de cabeza, corazón y mano digan los industriales, los comerciantes, los agricultores, cuanto quieran decir, en torno al tema de la preparación para la vida _entiéndase para la vida económica_ que estarán hablando su propio lenguaje y defendiendo sus propios intereses (…). Pero el lenguaje de los maestros tiene que ser otro: defender la esencia humana en el niño y en el joven, tanto tiempo como las necesidades de la vida lo permitan. De manera que la posición humanista de Letelier _ y no economista_ es la única que puede honorablemente sostener un maestro que no quiera ponerse en contradicción con la ética del magisterio” (Munizaga, 1943 p. 19-22).
El problema que planteaba Valentín Letelier respecto a la enseñanza general y profesional, que no fue advertido en su tiempo es el significado del humanismo, y en consecuencia, el contenido de las humanidades. Letelier planteaba como dificultad el definir cuál ha de ser el contenido de las humanidades para el hombre de América, y su problema y propuesta, en parte la podemos desprender de este fragmento.
“Sin renunciar, en manera alguna al carácter europeo de nuestra cultura dice_ puedo afirmar que en puntos de educación tenemos necesidades especiales, que no nos permitan imitar, simiescamente, los sistemas educacionales del antiguo continente. Si, por ejemplo, la refinada cultura de Europa explica la subsistencia de un plan de estudios generales, cual es el clásico, que atribuye tanta importancia al pulimento de la forma, yo creo que para las embrionarias sociedades de América es preferible otro que, sin descuidar el cultivo de las letras, atienda principalmente a la formación del criterio, al desenvolvimiento de la razón, y la educación de carácter y de los sentimientos” (Munizaga, 1943 p. 23).
Pero creemos que, si existe una figura relevante en la proliferación y difusión del humanismo en Chile, es Enrique Molina Garmendia. Reconocido por su larga trayectoria: padre fundador de la Universidad de Concepción, intelectual de larga trayectoria, o bien, como profesor de Historia y Geografía, Don Enrique Molina Garmendia como pensador de la sociedad chilena. Desde la década del veinte, se transformó y consolidó en un verdadero motor y defensor del humanismo en Chile a partir de la fundación de la Universidad de Concepción, como a través de su docencia y sus escritos22. Su pensamiento, se puede redescubrir a través de sus eruditos y bellos discursos, verdaderas piezas oratorias, en el que se exponen sus ideas, principios y proyectos. Estos discursos de Molina, creemos que están cercanos al espíritu de los clásicos helénicos, que lo transforman en el verdadero Demóstenes del siglo XX, con una inspiración que parte por la valoración de la educación como herramienta de progreso y libertad humana. Entre estos discursos encontramos el desarrollado a propósito del recuento realizado por el comité Pro-fundación de la Universidad y Hospital clínico de Concepción, en él se expresan los principios de su filosofía universitaria:
“(…) no vamos a formar un instituto para formar prosélitos, mentes estrechas, apasionadas por cualquier dogma, sin espíritus independientes, disciplinados por el civismo y dotados de la capacidad de hacer el mejor uso posible de su libertad intelectual y moral (…)” (Garmendia, El Sur 01-01-1918, p.10).
El pensamiento de Enrique Molina, evidencia la solidez de quien posee convicciones certeras y claras de un proyecto para la posteridad. La nación debía verse beneficiada con el aporte de la intelectualidad universitaria, Molina no concibe una universidad apartada del quehacer de una ciudad, una región, del país, mucho menos indiferente a los problemas sociales y humanos:
“(…) los institutos de cultura deben pedir que se les mida por el interés con que van tras la verdad, la eficacia con que tienden a establecer la justicia, y el bien, por la eficiencia con que moldean las almas, por su contribución al progreso del hombre y la humanidad” (Garmendia, El Sur 01-01-1918, p.10).
La universidad era para Molina el crisol donde convergían las mejores fuerzas de la democracia, en ella se fundía el espíritu conductor de la nación.
En 1929, en la conmemoración del décimo aniversario de la fundación de la Universidad de Concepción, Don Enrique Molina, en su cargo de Rector de esta casa de estudios, a propósito de destacar los progresos materiales y los esfuerzos humanos de muchas personalidades del quehacer político de la región y del país, señala:
“(…) las Universidades se constituyen en los templos, hogares ideados por el hombre para que en ellos sople el espíritu…comprendemos perfectamente que lo realizado dista mucho de ser bastante y pensamos en aquellos seres afortunados, que tras la terminación de la obra material que nos falta, puedan también llevar a cabo esa finalidad siempre relativa de intensificar y ennoblecer la vida del alma, que es una condición necesaria de todo progreso real y de toda verdadera universidad” (Garmendia, 1939 p. 26-28).
Prosigue Molina Garmendia, eclipsando la idea de universidad, con la concepción de una sociedad que cultiva las artes humanísticas en plena armonía:
“(…) por el desarrollo indefinido y libre del espíritu, pensamos en galerías y museos destinados a mantener el culto de la belleza plástica y en salas en que se oiga el lenguaje alado de la música, que es la expresión de lo inefable para la palabra” (Garmendia, 1939 p. 26-28).
A don Enrique, se la acusa de ser pesimista respecto del mundo que le tocó vivir. Creemos que, con cierta liviandad e injusticia, se le incluye entre los autoflagelantes de principios de siglo, sus profundas reflexiones, son reflejo de la confianza en el espíritu superior del ser humano, que no se condicen con un pesimismo ciego de otros intelectuales de su época, señalaba:
“(…) la conciencia de las propias limitaciones es un principio de sabiduría y no un motivo para que se debilite nuestro optimismo y nuestra confianza en la acción ni para que desconozcamos las bellezas de la vida” (Garmendia, 1939 p. 26-28).
La responsabilidad que las universidades tienen frente a la formación filosófica y ética, es una preocupación permanente de Molina Garmendia, pues asume que la célula germinal del humanismo estará en aquellas universidades que comprendan su rol histórico, ennobleciendo en forma sublime a la sociedad:
“El alma de la universidad tiene que formarla un ambiente filosófico y ético, que dejándose sentir en cada escuela, encuentre su expresión más definida en una facultad central de filosofía y en el cultivo de las humanidades. En los siglos anteriores se ha tenido como la espina dorsal irremplazable de los estudios humanistas al latín, al griego y también al hebreo. Aún hoy en día, en países como Francia, Bélgica y Alemania, en cierto grado, asimismo Italia, y en las viejas universidades Inglesas se considera al latín ingrediente intelectual indispensable para la formación de la élite social. Entre nosotros ha ido demasiado lejos en esta materia y no podríamos hacer descansar, a lo menos por ahora, las humanidades en las lenguas clásicas, salvo el latín que se sigue en nuestra escuela de educación. Descartados estos ramos, tenemos que entender por humanidades cursos de filosofía, letras y ciencias sintética en que, por medio de una ilustración sólida, se persigue el robustecimiento del carácter, la elevación del sentido moral y el respeto a la persona humana…la universidad es una mansión de la serenidad espiritual, (…) y la sociedad, necesita profesores, pensadores, y si es posible, investigadores que iluminen con su reflexión tranquila los problemas que le aquietan. Tales personalidades, al revés de lo que pasa con los agitadores, son difíciles de conseguir y a los universitarios corresponde esa alta función social” (Garmendia, 1934 p.41-42).
Asimismo, defiende a los jóvenes como ejes del humanismo en una sociedad desgastada:
“(…) las almas jóvenes tienen savia suficiente para fortalecer y entregarse, savia de ideas nuevas, de sentimientos nobles, de acciones generosas. No esperemos tener delante de nosotros para obrar un panorama completo de la existencia. La acción misma, por un proceso íntimo de mecánica espiritual, se va convirtiendo en luz interior que alumbra el camino” (Garmendia, 1934 p.50-51).
El intelectual es visto como patrimonio humanístico:
“El intelectual ejerce por esto un sacerdocio o ministerio inspirado en el concepto de la primacía del espíritu en las relaciones humanas. Se suele decir que las obras de los intelectuales, incluso sus conferencias y congresos, no pasan de ser ferias de palabras, pero no. Cuando la palabra surge de un amor constructivo, de un dolor de la entraña, de una esperanza vital, no es un mero ruido innocuo. Es la mensajera alada de las ideas que los grandes poetas, filósofos y reformadores se lanzan como el carrete del telar en que vienen tejiendo la tela de la humanidad” (Garmendia, 24-01-1939 p.75-76).
En definitiva, el discurso de Enrique Molina, está cargado de la impronta de los humanistas del siglo XX, pero más que eso las palabras de Molina, están atomizadas con los valores espirituales de los humanistas clásicos. Sus palabras evidencian la amplitud de su pensamiento, reflejo de sus más sublimes anhelos de progreso humano.
También preocupado por elevar el nivel cultural y social de las clases populares fin esencial de las humanidades, se encuentra Pedro Aguirre Cerda23, reconocido por su axioma de gobierno Gobernar es educar, señalaba que la primera preocupación de un gobernante era “(…) atender al pueblo sin hogar, con hijos que no puede educar (…)” (AA.VV., 1990 p. 279). Es casi una constante entre los discursos de políticos e intelectuales la preocupación por la educación, asumida como meta insoslayable del progreso humano.
Una mirada a este desarrollo humano es la que ofrece Aguirre Cerda quien, en la convención del partido radical de septiembre de 1919, en su discurso inaugural como vicepresidente, planteó la moderación y paternalismo de su ala progresista:
“Nuestro deber fundamental es la formación de una democracia (…) en la que nos corresponde acentuar nuestra acción docente para levantar la cultura y capacidad económica del pueblo, hacerlo participar de un bienestar que mejore su vida moral y que despierte en él las ideas de su propio mejoramiento. A las clases cultas corresponde esta cruzada de redención para levantar al de abajo y sin reprimir al de arriba, nivelando a todos con igual suma de derechos y deberes (…) el partido radical debe actuar como elemento de concordia, dentro del orden y la justicia, de los principios de humanidad y progreso” (Portales, 2004 p.380).
Pero desprendemos de estas alocuciones, que no es meramente una educación de “instrucción” o sólo con fines utilitarios; por el contrario, estos discursos evidencian que la educación, la comprenden y valorar como la posibilidad de elevación social y del logro de las más nobles aspiraciones humanas como, por ejemplo, la libertad.
La reconstrucción histórica, no puede desconocer y eludir la mirada desde la sabiduría artística de Pablo Neruda. Neruda nobel de literatura y exponente genuino de la poesía universal, existencialista, miembro del partido comunista, evidencia en su amplia poesía una preocupación por el hombre. Entre la multiplicidad de temas que aborda su amplio legado intelectual, hay uno que representa el soporte humanista de su obra. Neruda es un inagotable admirador de los encantos de femeninos, de quien presenta recurrentemente una imagen idealizada, y estereotipada de un modelo de mujer. Por ejemplo, en 20 poemas de Amor y una canción desesperada. En esta obra, se expone una imagen de mujer evidentemente carnal, capaz de proporcionar gozosas experiencias sensuales; pero también, como una potencia cósmica, derribadora de mitos y pacatismos propios de su época, siendo refugio contra la angustia y el dolor que asedian al poeta. Tal propuesta, nos lleva a pensar que estudiosos de su obra, sostengan que, Neruda se manifiesta en un Freudismo trascendente, sublimando su instinto sexual y representándolo en una conciencia erótica (Rodriguez, M., 1962). Así, la mujer adquiere poderes casi divinos, en un símil con la amada Beatriz en el Decamerón de Boccaccio, Neruda exhorta en su poesía el humanismo antropocéntrico de la modernidad Europea:
“(…) Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, te pareces al mundo en tu actitud de entrega. Mi cuerpo de labriego salvaje te socava y hace soltar al hijo del fondo de la tierra…” (Poema 1)
Relevante en esta revisión del discurso intelectual, es Don Juan Gómez Millas. Profesor y político nacido el 1900, que llegó a ser ministro de Estado del Gobierno de Ibáñez Del Campo y Frei Montalva y Rector de la Universidad de Chile (Gazmuri, 2009 p. 158-159. Sin duda, que sus palabras, expresan la preocupación por su época, pero también evidencian el deseo más íntimo de desarrollo humano de chile. Gómez Millas24 frente a las desigualdades generadas en el proceso de industrialización en Chile, hace un abierto llamado a borrar las fronteras ideológicas y poner al servicio de las personas la economía, pues él sostiene que la fuerza que hace posible la industrialización es la nación y la cultura humana, al respecto señala:
“(…) la cultura es la gran fuerza creadora de nuevas necesidades en todos los órdenes de la vida; ella da origen a las modas, introduce y propaga nuevos instrumentos y artefactos, y las masas humanas, aguijoneadas por el crecimiento cultural, estimulan el comercio y la producción con nuevas necesidades. Por tanto, educarlas y elevarlas a estadios superiores de vida cultural, arrancarles los prejuicios tradicionales inhibidores, es crear nuevas y cada vez más poderosas energías productoras” (Gómez Millas, 1961 p. 10-11).
Frente a la polémica respecto al tipo de educación que debían recibir nuestros estudiantes en una sociedad industrial, ¿técnica o científica-humanista?, la respuesta de Gómez Milla es enfática:
“(…)necesitamos cada día con más fuerza una educación general que forme al hombre, le de comprensión de su tiempo, le permita hablar y escribir con claridad y elegancia, le cree hábitos de solidaridad, apropiados para vivir en comunidad, ser libre y responsable, que le permita entender el cosmos en que vive y el mundo en el cual convive…con la convicción de que la vida es una paideia permanente, donde el renovarse significa la verdadera vida…la educación humanista se presentó en el mundo helénico; el espíritu griego jamás la superó, debido a su concepción de la areté humana (…)” (Gómez Millas, 1961 p. 10-11).
Así, Juan Gómez Millas, es un abierto defensor de la educación útil y pragmática, que responda al futuro económico del país; pero sin desconocer y olvidar que el ser humano, no es únicamente un producto terminado en la sociedad chilena camino a la industrialización, periodo en el que compartió y vivió las aulas universitarias. Más bien, el proyecto de Gómez Millas, es aquél que responde a los ideales de la paideia, con un espíritu y un discurso abiertamente partidario del humanismo, a quien valora como requisito esencial para el progreso de la nación.
Antes de estas altruistas palabras de Gómez Millas, Don Luis Orrego Luco25, había manifestado la necesidad de estudiar a los clásicos para poder alcanzar un desarrollo humano apropiado:“El Estudio y disciplina de los clásicos es el medio único de lograr pureza en el idioma, mantenimiento de las tradiciones indispensables en la cultura de los pueblos, creación de ideas nuevas y su debido enlace en las esferas espirituales” (Orrego Luco, 1940 p.44).
Por su parte, en una mirada a lo que hoy en el mundo empresarial se denomina como responsabilidad social empresarial, el rector de la Universidad de Chile en 1942, Juvenal Hernández, sostenía que son las universidades las llamadas a recuperar el sentido humanista del país, son estas instituciones las que deben comprometerse con la nación, educando para construir un destino colectivo en una sociedad que avanza inconmensurablemente. Sin embargo, ese avance debe tener como impronta el legado de los humanistas clásicos:
“(…) la estabilidad y el progreso moral, social y político de una democracia moderna dependen de la difusión de su cultura, y el amor patrio y el civismo verdadero deben cimentarse sobre un entusiasmo inspirado por la universalización del saber……que engendra amor por el bien, el respeto por el derecho ajeno y abren al país el horizonte de ese reino ideal de paz, libertad y justicia con que soñamos todos los que aspiramos hacia altísimos designios de un mayor bien humano (…) la sociedad humana es un tren en marcha, la universidad del siglo XX tiende a preocuparse de las múltiples cuestiones de la vida mundial…donde las cualidades del pensamiento superior mantengan como las normas de tradición clásica, su jerarquía excelsa” (Hernandez, 29-08-1940)26.
También, Hernández, en una mirada más amplia y universalista, sostiene que los ideales de la cultura intelectual se deben divulgar a través de la cooperación entre los pueblos y civilizaciones, del mismo modo que otras culturas y pueblos del pasado han logrado importantes éxitos en esta materia. Los esfuerzos de escritores y pensadores, deben conducirnos a la creación de una cultura propia, que no puede ser menos universal y humana que la surgida en Europa, Asia o Norteamérica. Veamos lo que propone:
“En los albores de la humanidad, el hombre debe enfrentarse con los enigmas del universo, tuvo como fin cimentar su triunfo como especie y como célula del grupo social, que busca explicaciones primero e intenta soluciones después, para los diversos aspectos del milagro cósmico que lo rodea” (Hernandez, 29-08-1940)27.
Finalmente, quisiéramos esbozar una mirada al sentido humanista en el discurso de Eduardo Frei Montalva (1911-1982)28. En él se aprecia una paradoja entre su pensamiento histórico intelectual de carácter tradicional, frente a postulados políticos sociales progresistas. La visión histórica de Frei y la relación con el ideal de nación. En su rol de líder reformista y progresista era lógico encontrarse con una retórica grandilocuente en base a un lenguaje fuertemente optimista, revolucionario e ilustrado, y por eso no debe llamar la atención a expresiones como “estamos embarcados en una tarea histórica de gran envergadura o yo no estoy dispuesto a abandonar la batalla”. Sin embargo, al hacer un análisis más detenido de las apelaciones históricas de Frei encontramos una serie de características que no guardan relación con una mirada optimista del devenir histórico ni con la visión de un líder progresista como supone la revolución en libertad. En primer lugar, en Frei, predomina una visión más bien pesimista de nuestra historia que se refleja en la presencia casi permanente de la idea de crisis en los seis mensajes presidenciales, cuatro de ellos se invoca la idea de la crisis (Johnson Barrella, 2008)29.
Por otra parte, el mensaje Humanista-cristiano de Frei, está íntimamente relacionado con el apostolado de Jean Maritain quien, en su idea de Humanismo integral, sostenía que intelectuales y políticos debían alejarse del cristianismo medieval, para influir y comprometerse en el acontecer de su cultura, evitando que lo sagrado inhibiera a lo humano (Maritain, J., 1935 p.53). Frei consciente de la necesidad de participación, durante toda su trayectoria enarbola las banderas de la lucha social y cristiana. Sus discursos son reflejo fiel de la influencia cristiana de Maritain, en cuanto al pensar y el hacer política con la mano del humanismo y de la fe.
Así, por ejemplo, en el conocido discurso de la patria Joven, Frei señalaba:
“Ustedes, jóvenes que han marchado, son mucho más que un partido, son mucho más que un hecho electoral. Son verdaderamente la Patria Joven que se ha puesto en marcha…En una hora en que muchos chilenos dudaban en el destino de su propia patria, en una hora en que muchos creían que nuestra nación había perdido la vitalidad, y que no tenía mensaje que enseñar, en una hora en que muchos temblaban y comenzaban a preparar su fuga de Chile, en una hora en que parecía para muchos que este país (…)” (Frei Montalba 21-06-1964 en Gazmuri, C.; Arancibia, P. y Góngora, A., p. 397-402).
Por otra parte, es valiosa la mirada de los contemporáneos a Frei, en especial la entregada por Gabriela Mistral, quien recoge parte de su legado:
“Es humano que el católico, como cualquier hombre, busque el dinero, lo gane, y fatalmente lo vuelva capital. Pero lo que no es cosa de hombre espiritual es el que se ponga a pensar a través del dinero como quien mira por un cedazo que le da todas las ideas marcadas por el duro colador de oro”30 (Frei Montalva, 1940, p. 20).
Los discursos antes presentados, nos llevan a comprender que las humanidades son, descendientes directas de los studia humanitas del siglo XV, pues los cultores de tal espíritu, incluyen a las ciencias del lenguaje y de la literatura, a la historia, a la filosofía despojada de la cosmología, sociología, entre otras, todas llamadas ciencias sociales.
Por otra parte, en el mundo utilitarista del siglo XXI, las humanidades saben que su aplicación del saber no es un valor en sí. Hoy vivimos en mundo cargados de elementos tecnológicos y permanentes cambios, y en muchos casos supeditamos nuestra existencia al goce y la satisfacción inmediata, ya sea, a través de bienes materiales u otra forma, pero esencialmente este proceso de cambios vertiginosos, nos lleva a ir perdiendo parte de la libertad individual, esa libertad que los griegos veían y sentían en la Palabra, arma sublime e instrumento de dialéctica, la que facilita el diálogo y el camino para alcanzar la felicidad, una felicidad que como señalara don Héctor Herrera Cajas, debía provenir de una jerarquía ética de los valores, esenciales pues, “el hombre no puede vivir ajeno a los valores, y cuánto más elevados son éstos, más presencia cobran en todas las dimensiones de la actividad humana” (Herrera Cajas, 1998 p. 125-134).
Conclusiones
Los discursos presentados, en mayor o menor medida evidencian un conocimiento en torno al mundo antiguo y renacentista, sobre el que hacen someras o profundas reflexiones. No obstante, ser un estudio sintético, creemos que en la medida que se relean, reinterpreten y se amplíe el espacio temporal de estos u otros discursos, seguramente podremos incorporar nuevas fuentes para reconstruir el rol del humanismo en la formación de la sociedad chilena.
Así, hemos de tener presente en este balance en torno a la noción historiográfica del humanismo visto a partir del discurso, vislumbramos tres ejes articuladores del discurso absolutamente concatenados. Se observa, casi en una trilogía indisoluble de la historia del siglo XX chileno: Educación- Cuestión Social- Progreso intelectual. Como hemos podido evidenciar en los capítulos anteriores, todos los exponentes, coinciden en señalar que el progreso espiritual e intelectual, sólo se puede alcanzar en la medida que hay logros en educación con su contraparte en solución a los problemas sociales. Por consiguiente, creemos que los discursos del siglo XX, demuestran vigencia del humanismo en Chile, en un periodo histórico complejo, con una dinámica de cambios provenientes de la globalización económica y de los modelos económicos implantados. De esta forma, percibimos que, en cada exordio, existe una necesidad de mirar al mundo clásico. Es casi una constante que estos oradores nos lleven hacia una renovación permanente del mundo clásico. Por ejemplo, los discursos de los rectores, cuyo rol no lo vamos a poner en entredicho, aluden a la necesidad de mirar el legado del mundo Griego y Romano, ya sea desde el punto de vista de la filosofía, las ciencias, las artes; todas ellas disciplinas cuño de las humanidades a lo largo de la tradición occidental. Estos discursos entrelazan miradas clásicas con las nuevas perspectivas humanistas propias del siglo XXI, cuya reflexión debe llevarnos a la búsqueda de ciertas utilidades del humanismo moderno como sostiene E. Said, quien observa la necesidad de un humanismo con una práctica activa como esencia (Said, 2006), o bien la reflexión permanente sobre las orientaciones y objeto de las actividades humanísticas en pro de la construcción humana, y por último atender a las reivindicaciones del sentir de las disciplinas humanas.
Por otra parte, creemos que las manifestaciones humanistas en los círculos intelectuales, como en los grupos dirigentes del quehacer nacional, son el reflejo de una larga tradición espiritual y que no responden exclusivamente a uno de los conceptos de la trilogía antes señalada. Ahora bien, creemos que el próximo desafío que complemente este estudio preliminar, es analizar el curriculum formativo de estos líderes nacionales, de tal forma, poder dimensionar en su justa medida cuál es la génesis formativa de esta mirada intelectual.
Finalmente, debemos precisar que, en esta selección de discursos, han quedado fuera un número importante de intelectuales y pensadores del humanismo en Chile, que de una u otra forma han contribuido al quehacer republicano: artistas, políticos, académicos, intelectuales, dirigentes, entre otros paradigmáticos. La única explicación consciente y verdadera para esta marginación es el tiempo dedicado a este estudio, pero cuyo propósito elemental es abrir puertas y establecer nuevos desafíos, estamos seguros que los intelectuales presentes y ausentes en este articulo, son fuente inagotable de análisis para la reconstrucción colectiva de la historia Republicana Chilena, con una mirada, histórica-cultural amplia y diversa.
Referencias
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- El presente artículo forma parte de una investigación desarrollada en el programa de Doctorado en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y como parte del examen de suficiencia investigativa.
- Dr. en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Académico Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Católica del Maule.
- Dicho arte proviene de la antigüedad Grecorromana, cuyos iniciadores fueron los sofistas Isócrates y Demóstenes; M.T. Cicerón, Quintiliano, Dión de Prusa y Elio Arístides para la tradición Latina. Todos ellos coinciden en que este arte forma la esencia humana especialmente útil para los hombres públicos. En el caso de Demóstenes, sus piezas oratorias son el canto del cisne de la democracia Ateniense y de la autonomía de las póleis Helénicas, así por ejemplo, Demóstenes, Contra Filipo, II, 1, “siempre veo que los discursos en nuestra defensa son manifiestamente justos y humanos y que los que acusan Filipo parecen decir siempre lo que conviene (…)”.
- “El mundo se ha transformado de tal forma que cada día, cada hora y en todos los hogares la población común dispone de más información y oportunidades de esparcimiento de la que disponían los emperadores en 1914. Esa tecnología hace posible que personas separadas por océanos y continentes puedan conversar con sólo pulsar unos botones y ha eliminado las ventajas culturales de la ciudad sobre el campo” (Hobsbawm, 1998 p. 22).
- Véase Alvarez V., E., (1978, p.79-80), presenta una mirada panorámica y conceptual del Humanismo y sus respectivas corrientes. El primero de los “Humanismos”, es el “Romano”, que se manifestaba en una interpretación cultural, que estimaba como camino de perfección a las letras clásicas, donde los griegos alcanzaron la expresión más admirable de las artes, la filosofía y las virtudes ciudadanas; es decir, las Humanitas. Por consiguiente, el humanismo es el cultivo de las Humanitas, por medio del conocimiento y estudio de las letras clásicas. En segundo lugar, presenta al “Humanismo Cristiano”, que se fundamenta en el origen divino del hombre, estableciendo el firme y esencial respeto de la dignidad humana y de los derechos humanos connaturales al hombre por ser creaturas de Dios. En tercer lugar, postula el “Humanismo Renacentista” el que difiere del cristiano, pues establece el antropocentrismo, como esencia de toda valoración cultura, se presenta como un humanismo total en contraposición al restringido humanismo medieval y religioso. Paralelamente, aparece el llamado “antihumanismo luterano”, que rebaja la naturaleza humana y desvaloriza el cultivo de la belleza y la razón, haciendo depender al hombre exclusivamente de un Don o gracia. Luego aparecer el “Humanismo Existencialista”, muy en boga en los años cuarenta, cuyo fin principal es la interpretación de la Existencia y la libertad, antes de la naturaleza esencial del hombre, oponiéndose por tanto a los otros humanismos que reflejan el optimismo, la calidad, la dignidad y la grandeza humana. El existencialismo desidealiza al hombre, empobreciendo conscientemente sus valores esenciales, destruye los arquetipos, renuncia a los dioses, se hace cargo de un antropocentrismo tormentoso y cargado de angustias. (Barceló Larraín, J., 2001, p.77-128).
- Un ejemplo de este arquetipo humano es Protágoras, fr.1 diels, “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son (…)”
- Homero Ilíada, VI, 205., “Destacar siempre, sobresalir por encima de los demás y no mancillar el linaje de mis padres (…)”.
- Para alcanzar estos objetivos orientaron la educación ciudadana, hacia el cultivo de la libertad del pensamiento y la belleza, enseñaban a los niños amar lo que era bello y odiar lo que era feo, cultivar la gracia y aborrecer la torpeza.
- Quien expone la tesis de reproducción cultural de Europa en América; no obstante él prefiere señalar la tesis de asimilación cultural con aportes genuinos de Chile.
- “Me parece que no somos felices; se nota un malestar en el ambiente que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan” (AA.VV. Chile en el siglo XX, 1990, p. 36).
- “Todo se nos va. Para el norte entregamos el salitre de las pampas que hemos regado con nuestra sangre; al sur regalamos los tupidos follajes de nuestras selvas vírgenes; al oriente cedemos las entrañas de nuestra nevada cordillera, y al poniente abandonamos las olas bulliciosas que bañan nuestras playas y que sólo surcan barcos extranjeros. Esta imagen de decadencia se contrasta con un glorioso pasado, que se constituye en el diagnóstico característico del centenario. Agrega Pinochet: Hace siglos conquistó esta tierra de Chile el primer país de Europa en aquel entonces: lo conquistó con arcabuces, lanzas y culebrinas. Hoy lo conquistan los países que han sucedido a España en el poderío, pero no ya con arcabuces, lanzas y culebrinas, las armas de entonces, sino con trabajo y capital, las armas de ahora. Y concluye amargamente que (...) esta derrota de Chile en las batallas modernas del trabajo y la inteligencia no se debe a la flojedad, cobardía o raquitismo de las tropas, sino a la falta de patriotismo (Pinochet T., 1909)
- “Si vos pudiérais (Señor Presidente) dejar por unos días los palacios y descender a los conventillos de las ciudades, a los ranchos de los inquilinos, a las viviendas de los mineros o a los campamentos de los salitreros, vuestro corazón se enternecería y vuestro rostro se enrojecería al ver la vida inhumana que llevan tres cuartas partes de los ciudadanos” (Subercaseaux, 2004 p.55).
- Subercaseaux, (2004 p.53-54), analiza como los intelectuales de la época critican el “derroche excesivo e inútil”, cargada con inauguraciones y primeras piedras y fuegos artificiales de la clase gobernante frente a los problemas sociales y humanos del resto de país.
- Es interesante la mirada de este estudio, pues se analiza de qué forma desde la clase media fueron armándose círculos intelectuales, escritores, ensayistas, literatos y académicos que denunciaron los abusos de la sociedad liberal. Y a través de sus escritos y pensamientos conformaron un programa, cargado de sentimientos nacionalistas e igualitarios, anticlerical y racionalistas que simpatizaban con la idea de fortalecer la presencia del Estado en la vida nacional.
- Los autores realizan un descarnado análisis de las paupérrimas condiciones en las que vivía la clase obrera. Pero la mayor crítica que acá se desliza, es el cómo la oligarquía vivía de la explotación salitrera en una real paradoja de opulencia y excesos, en una sociedad dicotómica; por tanto, estos autores coinciden en señalar que la prosperidad de la época eran sólo una ilusión, inmoralmente objetable.
- Homilía pastoral del Arzobispo de Santiago Monseñor Ignacio González Eyzaguirre.
- Eduardo Solar Correa (1891-1935), educado en Valparaíso, abogado, y poeta de corta vida. Su legado en una amplia literatura en torno a la literatura y las letras. M. Fernández F.; La crítica literaria en Chile, Editorial Don Bosco, 2003, p. 260. También Véase Araneda F. Eduardo Solar Correa, Santiago, Universitaria, 1960.
- Señalaba “Las humanidades no miran a ningún provecho inmediato, se contentan con hacer o formar hombres, quieren ante todo desarrollar y perfeccionar en el individuo aquellas prerrogativas de la naturaleza humana”.
- Véase Portales, F. (2004 p. 374-375) Los Mitos de la Democracia Chilena, Santiago, Catalonia Ltda., Amanda Labarca, educadora radical y feminista para algunos, fue creadora en 1915 del Círculo de Lectura, siguiendo un modelo Norteamericano. Su vida siempre estuvo orientada a la educación y especialmente a propender al desarrollo cultural a través de la lectura y la creación literaria. Uno de sus escritos ya clásicos en torno a la educación en Chile es Labarca, A.; Historia de la Enseñanza en Chile, Universitaria, Santiago de Chile, 1939.
- Arturo Alessandri Palma, carta como presidente de la República enviada al Profesor Argentino Eugenio Troisi en Enero de 1924, explicando las transformaciones sociales que se estaban produciendo en Chile sin derramamiento de sangre durante su gobierno, en Anales Universidad de Chile, año CVIII, 1950, N°80, p. 167.
- Valentín Letelier Madariaga, oriundo de una zona agrícola de Linares, de linajuda familia de origen Francés y Vasca, nació en 1852, educado en el liceo de Talca y luego en el Instituto Nacional con Diego Barros Arana como Rector. Profesor de Historia, Asiduo lector de los filósofos ilustrados, partidario del laicismo anticlerical en muchos aspectos de su vida. Sin embargo, sus mayores obsesiones y preocupaciones, estuvieron en el campo de la educación, creía en la ciencia y en el progreso. Llegó a ser Rector de la Universidad de Chile, y desde esa vitrina siguió ejerciendo su oficio de intelectual al servicio de la nación. Véase Moyano D., E., “Presentación de un pensador Chileno: Valentín Letelier Madariaga” en Berrios, M.; Cruzat, X.; Devés, E.; El Pensamiento en Chile 1830-1910, Nuestra América Ediciones, Santiago, 1987, pp. 109-125.
- Da Costa Leiva, M. “El Pensamiento de Enrique Molina”, pp. 155-197 en Deves, E; Pinedo, J; Sagredo, R; Op. Cit., Respecto a sus aspectos biográficos e intelectuales véase Gazmuri, Op. Cit. p. 317. Molina Garmendia, nació en la Serena en 1871, estudió en una escuela pública: en 1887 se fue a Santiago primero a estudiar Medicina, luego por el alto costo, se cambió a Derecho en la Universidad de Chile, y dos años después siguiendo su real vocación se cambió a Pedagogía en el Instituto nacional. Ejerció como docente en sus primeros años en el liceo de Chillán, Talca y luego en Concepción. Su abnegada tarea intelectual lo llevó a fundar la universidad, ser ministro de Educación en 1947 y haber formado una pléyade de intelectuales. Falleció en 1964.
- Primer mensaje del Presidente Pedro Aguirre Cerda, 21 de Mayo de 1939, tomado de Discurso de AA.VV., Chile en el Siglo XX, Op. Cit., 279.
- Rector de la Universidad de Chile, Discurso inaugural del año académico 1961, Santiago, ediciones Universidad de Chile, 1961, pp. 10-11.
- Discurso de incorporación como miembro de la academia Chilena de la Lengua Española, en Anales de la Universidad de Chile, XCVIII, I y II, 1940, 37 y 38, 3ª Serie, pp. 44-62.
- Rector de la Universidad de Chile, discurso pronunciado el 19 de Noviembre de 1942, en velada solemne, con motivo del centenario de la corporación, en teatro municipal de Santiago, en Anales de la Universidad de Chile, CI, 1943, 49, 50, 51 y 52, 4ª Serie, pp. 37-48.
- Discurso pronunciado en su calidad de Presidente de la comisión Chilena de cooperación intelectual, en el 10° aniversario de la fundación de ésta, el 29 de agosto de 1940, en Anales de la Universidad de Chile, CI, 1943, 49, 50, 51 y 52, 4ª Serie, p. 37-48.
- Respecto a las biografías de Eduardo Frei que dan cuenta del mensaje y legado político, cultural, social, cristiano y humanista son muchísimas. Entre las más destacadas podemos citar algunas de las que hemos tenido acceso: Blanco G.; Frei, El Hombre De La Patria Joven, Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, Santiago, 1984. Pinochet de la Barra; O.; Eduardo Frei, Editorial Salesiana, 1984. También Moulián, L.; Guerra G.; Eduardo Frei M. (1911-1982): biografía de un estadista utópico, Santiago, Sudamericana, 2000. Más recientemente Gazmuri, C.; Arancibia, P.; Y Góngora, A.; Eduardo Frei Montalva (1911-1982). Frei Montalva, gobernó Chile entre 1964-1970, líder carismático, gran orador e intelectual, periodista y político de gran honradez, como reconoce uno de sus biógrafos Cristian Gazmuri.
- A juicio de este autor, sostiene que esta visión negativa y pesimista de Frei nos hace especular que su pensamiento histórico, se entronca con la tradición intelectual conservadora de Chile del siglo XX, que tiene su origen en la llamada Generación del Centenario y que extiende su influencia hasta los años sesenta. Obviamente, hay una gran distancia ideológica entre los historiadores más destacados de esa corriente (Francisco A. Encina, Jaime Eyzaguirre y Alberto Edwards), pero al mismo tiempo hay una sorprendente semejanza en la visión del pasado entre estos autores y el líder de la Revolución en Libertad. No olvidemos que la idea de crisis fue introducida en la intelectualidad chilena a través de la lectura de Osvald Spengler durante los años veinte y que ella contribuyó a plasmar en esos historiadores criollos un nacionalismo e hispanismo basado en Diego Portales y los gobiernos Conservadores, ellos consideraban estas herencias las más fructíferas de la Historia de Chile y, al contrario creen que la tradición decimonónica triunfante a partir de 1860 representó un elemento de descomposición de la unidad y espíritu nacional.
- Parte del prólogo, este fragmento forma parte del prólogo desarrollado por la poetisa Gabriela Mistral, donde deja entrever la crítica a los grupos católicos más conservadores e inmovilistas de la sociedad chilena.