Introducción
A partir de la lectura de las actas de la Junta de Beneficencia de Concepción se desprende que el Cementerio Disidente de Concepción (lugar de entierro para los no católicos) se configuró como un espacio a parte del Cementerio General, adquiriendo una administración propia gestionado por personalidades de la esfera del protestantismo (ER, 20-111879) y las comunidades extranjeras de la zona(AB, 12-05-1922 p.331), esta realidad se perpetuó desde las primeras gestiones para crear el espacio en 1849 (CS, 24-11-1849 p. 3) hasta entrado el siglo XX, cuando la Junta comienza las gestiones para aunarlo de forma administrativa y física al Cementerio General entre los años 1919 y 1922 (AB, 12-12-1919 p. 331-332); (AB 12-05-1922 p.331), momento en que la postura disidente manifestó una clara identificación con el espacio defendiendo la propiedad de una «sociedad disidente» (ES, 13-05-1922 p. 12). Ante la permanencia de tal identidad (Larraín, 2001), nos proponemos realizar un estudio cultural sobre la muerte para sondearla en el periodo 1883 a 1922, la posterioridad de la secularización de cementerios. Como objetivos tendremos por un lado, identificar las posturas sobre la muerte de tres comunidades protestantes, matizando las iglesias presbiteriana, anglicana y luterana en el periodo estudiado y por otro, analizar las prácticas mortuorias de los disidentes considerando la metodología de análisis de casos de individuos específicos enterrados en el espacio, cuyos datos han sido recopilados y agrupados a partir de un barrido de prensa y un trabajo de campo en las tumbas del sector disidente. Con ello buscamos, además de poner en valor el patrimonio que significa un sector del área patrimonial del Cementerio General de Concepción, responder a la pregunta: ¿El Cementerio de Disidentes fue exclusivo de la identidad protestante entre 1883 y 1922?
Como señala Marco León (1997), la sociedad representa su actitud ante la muerte (Aries, 2007) a través de ciertos productos culturales, aterrizando lo que Michelle Vovelle (1985) llamaba muerte vivida, al análisis de: ritos fúnebres, gestos familiares, símbolos tumbales y expresiones de religiosidad. Desde estos planteamientos buscamos analizar ejemplos de prácticas mortuorias en el espacio centrándonos primero en un análisis de los símbolos presentes en la arquitectura tumbal, considerando elementos que tienen una significación para las iglesias protestantes y otros que posean otras significaciones, desde una postura iconológica (Herrera, 2013) se trata de explicar el significado comprendiéndolos como representación simbólica de creencias específicas; segundo abordaremos los entierros y algunas prácticas postmortem como la traslación de cadáveres.
Protestantes ante la muerte: «Polvo eres y al polvo volverás»
Cuando nos referimos a una postura en torno a la muerte, nos referiremos a la muerte del cuerpo, que implica la separación con el alma y el paso a un más allá, por ello nos preguntaremos desde la postura protestante: ¿Cómo se enfrentaba la muerte en el periodo estudiado? ¿Cuáles eran las ideas que circundaban ese hecho natural en el caso de los disidentes? Y por último responder a una interrogante más particular ¿Fue sagrado el Cementerio de Disidentes de Concepción para las comunidades protestantes estudiadas?, En este apartado nos preguntamos por la cualidad religiosa de la identificación con el espacio.
El teólogo reformado presbiteriano Charles Hodge (2010), indica que las corrientes reformadas buscaron adherirse a la doctrina de la Iglesia primitiva aceptando las escrituras como la única norma de fe y práctica. Este autor sintetiza que los reformadores enseñaron que la religión es un asunto de creencia individual y gracia, que no depende de la pertenencia a una estructura social externa con funcionarios, ritos y ordenanzas; contrariando un principio del romanismo, el cual indicaba que todos los que están al interior de la organización externa de la Iglesia Católica, estaban cerca de la salvación y los del exterior estaban perdidos.
Si comenzamos desde la vertiente Luterana, podemos indicar que uno de los pilares de las 95 tesis de Martín Lutero fue la crítica contra la venta de indulgencias, con el trasfondo de la construcción de la basílica de San Pedro, en donde se pretendía que por la compra de éstas el Papa podía disminuir las penas en el purgatorio para las almas de los familiares de quienes las compraban (Lutero, 18175). El teólogo de Wittenberg, sostenía que la penitencia interior no se conseguía con obras sacramentales sino por medio de la fe, el mérito para la salvación del alma debía ser buscado por la persona en vida y no después de la muerte por intermedio de los vivos. Ya en estos escritos la confesión Luterana se planteará contraria a la doctrina del purgatorio; sosteniendo una crítica a las misas por los difuntos:
“Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios por los difuntos y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es justo orar por los redimidos” (Lutero, 1517).
Desde este punto la redención del alma de un difunto no puede ser conseguida por las oraciones y obras de los vivos o estos ya no pueden influir en aquella.
Otro aspecto de la postura luterana que nos permite afirmar este punto sobre la muerte, es que Lutero aceptaba solo dos sacramentos con raíz bíblica: el Bautismo y la Cena, criticando el sacramento de la Extremaunción de los enfermos que constituía para los católicos, una marca de la forma de morir de un buen católico (Lutero, 1520). Desde este punto no existe algún sacramento previo a la hora de la muerte que sea clave para la salvación del alma, más aún en la Confesión de Absburgo, se indicaba que los mismos usos eclesiásticos no deben verse como necesarios para salvación; por otro lado, el Libro de Concordia, documento posterior que sintetiza doctrina luterana, argumenta que pese al dolor que puedan sentir los familiares de un difunto, buscar satisfacción en oraciones y obras es inútil y no tienen fundamento en las escrituras (San Martin, 2010). Por otro lado, pese a estas prerrogativas tan tajantes, la vertiente luterana posee una ritualidad ante la muerte, que en nuestro caso y periodo estudiado, dejó constancia en registros de defunción.
La vertiente anglicana en sus treinta y nueve artículos de fe, redactados durante el reinado de Isabel I en 1571 y vigentes en el periodo estudiado, establece el punto 22 contra la doctrina romana del purgatorio, las indulgencias, veneración de imágenes y reliquias indicando que todo ello es inventado y no tiene base en las escrituras (XXII, XXXIX AR, 1563). Esto lo podemos entender teniendo en cuenta que también se encuentra presente la postura que la salvación del alma emana de mandatos presentes en las escrituras, siendo único mediador Cristo (XXVIII, XXXIX AR, 1563); la persona durante su vida puede adquirir la calidad de justo por medio de la fe y no por obras. Desde el punto de vista sacramental, en el texto doctrinal anglicano se reconocen solo dos sacramentos ordenados por Cristo en el evangelio (el Bautismo y la Cena), por lo que se desmarcan del sacramento de la Extremaunción como algo sin basamento de las escrituras (XXVIII, XXXIX AR, 1563); Desde estas consideraciones la muerte natural de un anglicano no constituía un hito en su proceso de salvación más que considerar que se termina el tiempo en el mundo en donde puede buscar su salvación.
El entierro de un anglicano, poseyó una ritualidad sintetizada en el Libro de oración común, creado por la comisión Windsor en la que participó el reformador Tomas Cranmer, cuya traducción al español1 circuló por Latinoamérica, lo utilizaremos considerando que la Iglesia Anglicana de Concepción en el periodo estudiado, realizaba sus servicio en Inglés, por lo que constituye una fuente indirecta en este sentido. En las prerrogativas del rito de sepultura anglicana se presenta al inicio: “Se debe notar, que el Oficio siguiente no debe ser usado por alguno que muere sin Baptismo, ô a puesto manos violentas sobre si mismo.” (LOC, 1715 p.223).
Desde este punto vemos que los anglicanos tuvieron requisitos para recibir el rito, al excluir a los no bautizados y los suicidas. Los canticos y oraciones del rito recuerdan los pasajes bíblicos en que se promete la vida eterna, se cantan letanías y salmos tanto en la Iglesia como en el cementerio. Además, existe una gestualidad ordenada para despedir el cadáver: primero se recibe el cadáver esto puede ser al interior del cementerio o al interior de la Iglesia, se leen salmos y se realiza una lección bíblica de primera de corintios capítulo 15 (sobre la resurrección de los muertos). Cuando se está en el sepulcro aparejando el cuerpo para el entierro se entonan canticos pidiendo misericordia a Dios ante los dolores de la muerte, luego mientras los asistentes echan tierra sobre el ataúd, está presente el simbolismo de volver al polvo, finalmente se concluye con el padre nuestro y una oración colecta (LOC, 1715). Desde esta práctica ritual podemos desprender parte importante de la postura ante la muerte de los anglicanos, ya que mientras se entierra el cuerpo se hace hincapié que el alma vuelve a Dios y el cuerpo a la tierra:
“Como agradó al Omnipotente Dios por su gran misericordia tomar para sí mismo el alma de nuestro hermano difunto, por tanto nosotros encomendamos su cuerpo á la tierra; la tierra á la tierra, las cenisas á las el cenisas, polvo al polvo, en segura y cierta esperanza de la resurreccion a la vida eterna” (LOC, 1715 p.227-228).
Al final de esta oración se hace presente un contenido escatológico alusivo al juicio que tendrán las almas en el día final, ello se exacerba para la oración de cierre suplicando por un lugar para el alma del difunto:
“Nosotros humildemente te suplicamos, O padre, resucitarnos de la muerte de pecado, á la vida de la rectitud; para que quando partieremos desta vida, descancemos en el, como este nuestro hermano haze, y para que en la general resurreccion en el ultimo dia, seamos hallados aceptables en tu presencia y recibamos aquella bendicion que tu bien amado Hijo entonces pronuncirá á todos los que le aman (…)” (LOC, 1715 p.228-229).
Pese a que después de la muerte no existe algún momento clave para la salvación del alma, en esta plegaria se pide para que alma del difunto se encuentre entre la de los justos que resucitarán el último día.
Desde la visión presbiteriana una de la obras relevantes de Calvino, La Institución de la religión cristiana, manifiesta en un capítulo entero su oposición a las indulgencias y el purgatorio (Calvino, 2006), considerando que Jesús con su muerte pago por la culpa del pecado, no siendo necesarias las ofrendas por los muertos, la oración por ellos no se sustenta de alguna practica establecida en las escrituras:
“La escritura refiere muchas veces por extenso cómo los fieles han llorado la muerte de los amigos y parientes, y el cuidado que pusieron en darles sepultura; pero de que hallan orado por ellos no se hace mensión alguna. Y evidentemente siendo esto de mucha mayor importancia que llorarlos y darles sepultura, tanto más se debería esperar que lo mencionara. E incluso, los antiguos que rezaban por los difuntos veían perfectamente que no existía mandamiento alguno de Dios respecto a ello, ni ejemplo legítimo en que apoyarse” (Calvino, 2006 p. 520).
Desde el punto de vista de Calvino, el Purgatorio y estas manifestaciones por los muertos tienen un origen meramente pagano y sentimental, ya que constituyen costumbres presentes en distintos pueblos el ofrecer obsequios a los difuntos buscando consuelo y mitigar el dolor que involucraba la partida de una ser querido. Desde Calvino tales expresiones habrían sido reproducidas por antiguos cristianos por temor a las críticas de negligencia en ceremonias y pompas fúnebres, por lo que socorrer a los difuntos constituyó una imitación a costumbres no cristianas (Calvino, 2006). Al contrario de ello, los cristianos reformados debían sostener el consuelo que ofrece la escritura cuando indica que son bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, por lo que no deben dejarse llevar por sus afectos.
Otra obra posterior que representa directamente a la vertiente presbiteriana hasta nuestros días es La confesión de fe de Websminster, desde aquí se desprenden apreciaciones directas de como comprender la muerte corporal y la separación del alma: “Los cuerpos de los hombres después de la muerte vuelven al polvo y ven la corrupción, (1) pero sus almas (que ni mueren ni duermen), teniendo una subsistencia inmortal, vuelven inmediatamente a Dios que las dio.” (CFW, 1674) Se establece entonces que el cuerpo se degrada y vuelve a la tierra perdiendo su forma. Sobre las almas existe una división según estatus en la que se asegura que no existe un espacio intermedio:
“Las almas de los justos, siendo entonces hechas perfectas en santidad, son recibidas en los más altos cielos en donde contemplan la faz de Dios en luz y gloria, esperando la completa redención de sus cuerpos. (3) Las almas de los malvados son arrojadas al infierno, en donde permanecen atormentadas y envueltas en densas tinieblas, en espera del juicio del gran día. (4) Fuera de estos dos lugares para las almas separadas de sus cuerpos, la Escritura no reconoce ningún otro” (CFW, 1674).
Pese a estas prerrogativas doctrinales tan claras frente a las manifestaciones devocionales hacia los muertos, cabe preguntarnos ¿Qué caracterizó la ritualidad mortuoria presbiteriana? ¿Cómo se expresaba esta sobriedad en el rito? En un apartado de El Cristiano, diario evangélico editado en Madrid que circulaba por Latinoamérica, se aporta un manual de cómo proceder al sepelio y servicio fúnebre:
”Es, pues costumbre, después de cerrarle los ojos, vestirlo, no por vanidad o lújo, sino principalmente por decencia. Libres son los parientes ó amigos del difunto para vestirlo como mejor les parezca…Deposítese, pués, el cadáver en féretro más ó ménos suntuoso o colóquese en sitio preferente de la casa, sobre una mesa enlutada y si se quiere, iluminada. ¡Es muy solemne la muerte!... Llegada la hora del sepelio, y reunidos en la casa mortuoria los hermanos evanjélicos, debe hacerse un culto fúnebre, consistente en la lectura de una porción bíblica (…)” (EC, 06-05-1882 p.130-131).
Es interesante que no está regulada por algún simbolismo esta parte previa al entierro, sin embargo, está presente el luto y una preocupación por el cadáver de tipo moral, la lectura bíblica aparece como acto central, el concepto casa mortuoria esta atribuido a la casa en donde habitaba el difunto, lugar del culto para los vivos.
“Concluido el culto, marcharán con el cadáver al cementerio. Allí depositado junto á la fosa, haráse otro nuevo culto en la forma siguiente: 1° Se cantará un himno ó un salmo. 2° Se dará lectura de alguno de los trozos bíblicos que señalaremos en su lugar. 3° Una oración. Y 4° Concluida la cual, el que preside el entierro, tomando en su mano un puñado de tierra, la echará sobre el cadáver, diciendo: «polvo eres y en polvo de has de convertir» Y por último, dirigiéndose con solemnidad á los circundantes, les dirá: «Hermanos, acordémonos todos de que hemos de morir, y de que la muerte de los justos es preciosa á los ojos del Señor. Id en paz y que las bendiciones del Señor os acompañen á todos en vida y en muerte.» Amen” (EC, 06-05-1882 p.130-131).
Es clave que vemos en los presbiterianos, así como en los anglicanos, el simbolismo de la tierra para conectarse con el pasaje bíblico de génesis (3, 19), además se explicita un mensaje hacia los presentes sobre la inexorabilidad de la muerte y la preocupación por estar entre los justos, el funeral va tomando un cierto estilo que dista de la pomposidad y exageración de expresiones hacia el difunto.
Otro tema relevante que nos deja ver esta postura ante la muerte para el periodo estudiado, es que desde El cristiano se condena un fenómeno que tuvo popularidad a finales el siglo XIX, se trata del Espiritismo:
”(…) es abominación á Jehová el evocar á los espíritus de los muertos, consignaremos el hecho de que los hombre de Dios en la tierra siempre evitaron tales prácticas, y en cuanto pudieron, las proscribieron. ¿Cómo sus espíritus ya desencarnados habían de hacer lo que en vida reprobaron á nombre del Señor?” (EC, 14-01-1882 p.10).
Con esto también se condenaba la creencia en la reencarnación, considerando que los espíritus que poseen los cuerpos son demonios y no espíritus de cristianos fallecidos.
Luego de este recorrido por algunos postulados de las tres vertientes protestantes escogidas, podemos sintetizar que las tres consideran que existen solo dos espacios en el más allá: el cielo y el infierno, y es en vida en donde las personas pueden jugarse su destino, oponiéndose férreamente a la existencia del Purgatorio y por consiguiente a la posibilidad de que algún ministro de la Iglesia pueda influir en el destino del alma de un difunto, por medio de alguna obra u oración. Está presente la idea de que el cuerpo vuelve a la corrupción, al polvo de donde salió, por lo que el cementerio constituye ese espacio donde ven la corrupción los cuerpos separados de sus almas. En ninguna de las tres confesiones hay presente alguna directriz sobre la sacralidad del espacio; a partir de estas pesquisas podemos sintetizar que para los disidentes no constituyó un espacio sagrado, sí un espacio donde se manifestaba la ritualidad y el simbolismo bíblico.
Cementerio de Disidentes: Leer los símbolos en la piedra.
Antes de ir de lleno a la piedra tumbal, cabe realizar algunas precisiones preliminares de los datos disponibles. El trabajo de campo, arrojó la existencia de 130 personas distribuidas en 90 tumbas, cuyos nombres y fechas perduran hasta hoy en placas y lápidas grabadas o talladas en el periodo 1873 -1922; se debe tener presente que son un conjunto de tumbas que sobrevivieron al pasar del tiempo y a los graves daños del terremoto del 27 de febrero del 2010. Los libros de registro general del Cementerio General entre el periodo 1898 (noviembre) y 1922, constituyeron otra fuente. Al momento de hacer un contraste entre ambas fuentes igualando los periodos a 1898-1922, se aprecian los siguientes resultados: de las 78 personas presentes en tumbas del periodo seleccionado, solo 38 aparecen en los registros del cementerio, es decir, 43 personas cuyos nombres en las placas del sector disidente no están registradas en los libros del cementerio. Ello nos permite reafirmar que la situación del Cementerio de Disidentes no se regularizó hasta entrado el siglo XX y los registros por parte del Cementerio General no son cabales en el periodo estudiado. Por el lado del registro general, de 426 personas anotadas como disidentes, 389 no poseen tumbas ni placas que conserven sus nombres, con ello comprobamos el daño hecho por el tiempo y los terremotos en el sector estudiado, considerando que el universo de individuos en el espacio sería mucho mayor.
Luego de estas precisiones, nos dedicaremos analizar símbolos presentes en la arquitectura tumbal, que se repiten y se conectan con rasgos identitarios de las comunidades protestantes estudiadas, entendiendo que el uso de estos símbolos constituyó una forma en que los disidentes vivos reflejaron ideas en torno a la muerte, por lo que también se enmarcan dentro de las formas de practicar el espacio mortuorio.
Un símbolo que trasciende a las tres comunidades protestantes que hemos estado abordando, y otras que no abordamos en este estudio: es la cruz, entendida como el instrumento de suplicio en donde Cristo murió para consumar su misión en la tierra. Si bien es cierto, se trata de un símbolo más antiguo que el cristianismo, en esta investigación se remitirá a este significado. Desde la prensa protestante el manual anteriormente citado, señalaba la relevancia de la cruz en las tumbas evangélicas:
“Así como no es está en manera alguna reñido con la fe evangélica erigir sobre el sepulcro donde descansan los restos de un ser querido, mausoleos más o menos suntuosos, ó lo que es más frecuente y más sublime, una cruz. La cruz es un símbolo cristiano, es un recuerdo que nos trae a la memoria el suplicio del Redentor, y habla al alma por el conducto de los ojos; pero la cruz que como símbolo es santa, es antievanjélica como objeto de adoración, es un acto de idolatría” (EC, 06-05-1882 p.131).
Desde esta postura comprendemos que las cruces construidas en el Cementerio Disidente no hayan sido objetos sagrados, pero sí identitarios de los cristianos protestantes en la medida que representa y recuerda el suplicio de Cristo. En nuestro rango de estudio existen variedad de cruces en distintos materiales y formas, se encuentran frecuentadas las cruces de cabecera en las tumbas, elevadas con bloques que la separan de la tierra, tanto en mármol como en granito. Estas cruces de cabecera también se encuentran en tumbas de tipo bóveda (construcción subterránea de cemento):
La segunda cruz corresponde a Rhoda Jessie a quien se le indica como esposa de (the beloved wife of) Edwin J. Schufield, dicho matrimonio está en Registrer of Marriages de la Iglesia Anglicana de Concepción, donde también se indica que fue por el registro civil en 1887, por lo que constituye un ejemplo de disidentes anglicanos que se acoplan al proceso secularizador.
También las cruces coronan dos de los tres mausoleos que se elevan en el periodo estudiado:
Aquí también podemos hacer la observación de que se encuentra una forma de cruz reiterada, en cuanto a que los brazos transversales y la punta del eje vertical, terminan en un trébol.
Además de una cruz construida, se encuentra la cruz tallada en lápidas puesta en la tierra:
La segunda Tumba corresponde a Otto Dittus, presente en los registros funerarios luteranos (RILC, 19-06-1903 p.66-67) por lo que recibió rito luterano por parte del pastor Rodolf Shulz.
Dentro de estas cruces talladas en lápidas, se encuentra una que se distingue por su historicidad y representatividad de la comunidad alemana, se trata de la cruz de hierro, insignia usada por los caballeros de la orden Teotunica en la edad media, luego pasó a convertirse en condecoración militar de Prusia para las guerras napoleónicas. Considerando el contexto de nuestro periodo, el káiser Guillermo II había ratificado la cruz de hierro como insignia militar al comienzo de la primera guerra mundial, recordemos que habían ocurrido un episodio del conflicto a pocas millas de la costa chilena: la batalla de Coronel.
En este caso el símbolo particular se comprende con la historicidad de los sepultados, ambos marineros de SMS Dresden: Carl Gustav Seidel como maquinista y Joseph Kostrzak como trabajador de un horno (ober heizer, el Dresden se movía a carbón), considerando que ambos murieron en 1915 debieron haber sido parte de los 300 hombres de marinería del Dresden que sobrevivieron a su hundimiento por parte de los buques Ingleses en marzo del mismo año (Parker, 1987). El primero aparece dentro de los registros luteranos de defunción (6-10-1915 p. 80-81); como nos indica el texto de María Teresa Parker, los tripulantes del Dresden, estuvieron internados en la isla Quiriquina entre 1915 y 1919 hasta que terminara la guerra, en ello recibieron la asistencia de la armada Chilena y de la comunidad alemana aledaña. Desde estos antecedentes podemos comprender que la iglesia luterana les haya prestado servicios religiosos más en el caso de la muerte.
Otro tipo de cruz presente, que se vincula tanto con el cristianismo como con una confesión religiosa específica, es la cruz celta; desde los aportes del diccionario de símbolos de Jean Chevalier (1986) comprendemos que se combina la cruz con el circulo (cuatro elementos y la eternidad) representó para los irlandeses de la época carolingia una síntesis entre tradición cristiana y céltica. Pese a este origen pagano, la cruz celtica fue adoptada por la Iglesia prebiteriana durante el periodo del liderazgo del reformador Jhon Knox como símbolo de la Iglesia en Escocia, retomando un símbolo antiguo asociado a los cristianos de las islas británicas. Al momento de traer el presbiterianismo a Chile, David Trumbull ya venía con este símbolo, el cual se explica en los himnarios: “La cruz céltica caracterizada por el círculo, en lugar de unión de los brazos, emblema de la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte” (HIP, 1999 p. 498) la cruz esta sobre el círculo que para los celtas simbolizaba el sol y la eternidad, para los presbiterianos representa el triunfo de la vida sobre el instrumento de muerte.
Lo curioso sobre estos símbolos presbiterianos presentes en el Cementerio Disidente, es que la segunda tumba corresponde a dos personas que aparecen en los registros de defunciones de la Iglesia Luterana: Luise Kind y Anton Kind (RILC, 01-12-1916 p. 82-84) por lo que recibieron el rito Luterano de entierro, Sobre la primera es clave un apartado en el diario El Sur, que nos confirma su vinculación a la comunidad alemana al momento de su muerte: “Natural de Franckfort (Alemania) se vino mui joven a Chile y aquí formó el hogar que ahora está en duelo” (ES, 03-12-1916 p.6) queda la pregunta ¿Sus familiares habrán puesto el símbolo presbiteriano con posterioridad? Sobre Frederick Elton, con los datos recuperados en la investigación, se encontró su nombre en Register of Marriages (14-10-1875 p.4) de la Iglesia Anglicana contrayendo matrimonio con Dora Margaret Lawrence, figurando como contador del Banco Nacional de Chile (Bank accountant National Bank of Chile); al momento de su deceso se indicó por el diario El Sur (26-11-1911 p.4), que se encontraba vinculado a varias familias penquistas, su cortejo partió de la avenida Pedro de Valdivia (ES, 26-11-1911 p.2), por lo que podemos vincularlo al grupo de extranjeros cercanos a la elite penquista.
Existe entre las tumbas la presencia de la cruz dentro de un conjunto de elementos que se reiteran en 4 tumbas de personas alemanas, observémoslo para describirlo y poder buscar alguna explicación:
Como se aprecia en la foto, es un tallado sublime sobre la placa de mármol que está pegada a la lápida en tierra. El tallado consiste en dos sauces, en los tallos poseen dos ramas cortadas, las ramas con hojas se inclinan hacia el suelo en donde esta tallado unas líneas simulando pasto y en medio una construcción similar a una tumba con una cruz en la cúspide, la construcción posee tallado en su nivel más bajo dos ramas cruzadas.
En otra tumba encontramos el mismo conjunto tallado con detalles similares:
A primera vista podríamos considerar que estas dos tumbas constituyen un estilo particular ya que si observamos las traducciones de las inscripciones:
A nuestro personal señor Albert Nielbuhr nacido en Hamburgo 46 años muerto el 14 de diciembre de 1899 Dedicado por Mauricio Gleisner y Cía. |
A nuestro empleado señor Otto Dollberg nacido en Hannover 30 años muerto en abril de 1900 Dedicado por Mauricio Gleisner y Cía. |
Se trata de dos empleados de la conocida firma comercial Mauricio Gleisner y Cia. son placas de estilo y dimensiones parecidas en las fórmulas de redacción tallada y en la imagen, podría concluirse que consistió una placa estándar construida para los empleados de Mauricio Gleisner y Cía. con criterios estéticos más o menos definidos. No obstante, el conjunto lo volvemos a ver en otras tumbas alemanas.
Esta vez vemos el conjunto con tres arboles con forma de álamos en vez del segundo sauce, éste tallado también presenta algunas similitudes y diferencias con los sauces de los empleados de Gleisner, son cuatro ramas con hojas que se inclinan hacia el suelo. Esta vez no podemos vincular la imagen a la historicidad del sepultado, ya que la placa está quebrada, faltando un pedazo justo en el las fechas del individuo, quedando solo el nombre George Grob, el lugar de procedencia Germania y la fecha de nacimiento 1856.
En la siguiente tumba vemos el mismo conjunto de los dos Sauces y la columna en el centro con la cruz en la punta, se presencia además un símbolo mortuorio: las antorchas invertidas talladas al interior de la tumba, indicando una vida que se apaga.
Otra tumba que presenta el sauce es la de Emilio Pauly (Emil Pauly) luterano2 , cuya tumba fue dañada por el terremoto del 2010, hasta la fecha continua fragmentada en una columna cuadrada que termina en forma de pináculo gótico y posee una placa de mármol de la cual se desprenden los nombres y fechas que nos permiten considerarla, en la punta de la columna figura la siguiente imagen:
Se trata de tres elementos tallados con relieve en un disco de mármol, de izquierda a derecha: un sauce, una copa coronada con una cruz y un árbol con forma de conífera más pequeña, el sauce aparece como cobijando con sus ramas la copa con la cruz.
Una última tumba donde volvemos a ver el sauce es la siguiente:
Esta vez se trata del sauce tallado al interior de la cruz, con el tallo cortado en dos ramas y cuatro ramas con hojas que se inclinan hacia el interior.
Quedan latentes la preguntas: ¿Por qué el sauce? ¿Cómo explicamos su significado y su presencia en el Cementerio Disidente? Primeramente podemos recoger algunas conclusiones que se han abordado en torno al sauce en el diccionario de Chavelier (2009 p. 916), donde se indica que el sauce llorón en occidente se relaciona con la muerte debido a la morfología de sus ramas que se inclinan evocando sentimientos de tristeza, por otro lado, también se indica que constituye un árbol de rápida regeneración ya que las ramas plantadas en la tierra con humedad vuelven a la vida. En el estudio de Luis Alberto Salvarezza (2012) existe un acercamiento a la presencia de los sauces en los cementerios, también se confirma su asociación a la melancolía y la resurrección. Mikel Nistal (1992), también aborda desde la morfología funeraria el protagonismo de los árboles en representar la idea de la transmigración de las almas, en ello el sauce llorón simboliza esta idea por su pronta floración. Si consideramos que en nuestro caso vemos el sauce en tumbas de alemanas nos preguntamos por la presencia del sauce en Alemania, cabe destacar que para la época se había sintetizado a finales del siglo XIX el medicamento de la aspirina y comenzaba a ser comercializada por parte del laboratorio Bayer, constituyendo la cortez a de este árbol una fuente importante del medicamento que comenzaba a salvar vidas (Ramirez, Plana, Ferrandiz, Ramirez, Ramirez, 2016).
A partir de estas apreciaciones podemos establecer desde el plano de la interpretación una vinculación del sauce con la postura ante la muerte de los protestantes, considerando que luego de la muerte se espera la resurrección de los muertos, el sauce vendría a representar esa resurrección esperada y por otro lado, considerando el componente emocional propio de la muerte representa también tristeza por la separación del ser querido que deja a los vivos.
Además del sauce se hacía presente en la tumba de George Grob, tres álamos estos son caracterizados por Chevalier como un árbol funerario ligado al dolor y el tiempo pasado.
Siguiendo con este simbolismo arbóreo presente en el espacio, cabe indicar otra tumba que se caracteriza por su particular tallado en mármol con relieve:
Esta vez se trata de una tumba anglosajona de James Larke, el tallado se comprende al describir sus elementos: una construcción con la puerta abierta y una escalera, tumbas alrededor y cruces clavadas en el suelo en distintos niveles, en la parte superior hay tres coníferas con forma de pinos y entremedio más tumbas y cruces clavadas en el suelo. En general se trata de la representación de un cementerio, el pedazo faltante de la placa nos impide saber si la construcción con estilo de casa es un templo coronado con una cruz.
Además del tallado, existen árboles plantados alrededor de las tumbas cuya altura y frondosidad nos permiten situarlos dentro del periodo estudiado, se repite un conjunto: árboles plantados en la tumba o circundándola:
¿Qué querrá indicar esta práctica de los familiares en las tumbas? En las imágenes aparece el árbol tejo, el cual tiene una simbología fúnebre en Irlanda y mundo celta según indica Chevalier (2009), sus propiedades lo hacen resistente tóxico en sus frutos.
Además de la presencia de elementos que expresen la representatividad del cristianismo en el cementerio, cabe preguntarse: ¿Existen placas con símbolos no cristianos? Ciertamente, además de la existencia de placas sin algún símbolo explícito.
Un ejemplo de placas que solo llevan el nombre:
Se trata de una sepultura en tierra hecha con piedra rosada, con adornos de flores esculpidas, pero sin cruz u otro símbolo en la placa más que los nombres y los apellidos de familia. Es interesante considerar que pese a que, Paula Wilkendorf figura dentro de la comunidad luterana (RILC,15-08-1921 p. 86-87), no posee su tumba una cruz central, por lo que constituye un ejemplo que aunque en vida halla frecuentado una comunidad cristiana, no implica que en muerte sus familiares hallan puesto la cruz en su tumba de manera obligatoria.
Ahora consideremos otros símbolos que no se enmarcan explícitamente dentro del cristianismo, un ejemplo claro son los símbolos masónicos presentes tanto en el Cementerio Disidente como en el resto del Cementerio General. Tales son la escuadra con el compás, el ojo que todo lo ve y la columna truncada.
La obra de Chevalier (2009) sintetiza una explicación que nos es funcional para acercarnos a la historicidad de los individuos sepultados. En la primera imagen tenemos el compás, símbolo de exactitud y precisión, las ciencias exactas y el rigor matemático combinado con la escuadra constituyen elementos de la arquitectura ambos trazan el círculo y el cuadrado; puestos en la posición que aparece en la imagen también simbolizan dos principios en occidente: lo masculino y lo femenino, el cielo y la tierra. En medio del compás y la escuadra aparece tallado un ojo, que para la tradición masónica posee varios planos de significado: la precepción intelectual, el sol, el logos y el gran arquitecto del universo. Para el caso particular de la tumba, nos permite vislumbrar alguna adherencia de William C. Nister a la masonería, lo interesante es que la placa lateral de Lydia Mery Hole aparece coronada por una cruz, vemos que conviven símbolos masónicos y cristianos.
Considerando que la columna es sinónimo de sostén al soportar una estructura, cuando está truncada ya no puede sostener y no es útil a la construcción, de allí el significado del deceso, como nos indica el estudio de María José Espinoza (Espinoza, 2003) es una simbología de la muerte masónica presente en el Cementerio General de Concepción, principalmente en la actual plaza pedro del Río. En el espacio estudiado la vemos en la tumba de Ricardo Pfeifer, como único símbolo encerrado por una reja de fierro de estilo barroco; al momento de su muerte se deja constancia en El Sur(19-01-1897 p. 3-4), del llamado que realiza la familia en idioma alemán y español para que sus amigos y conocidos asistieran al funeral. El llamado al funeral nos permite vincularlo a la comunidad alemana, no nos permite corroborar cabalmente la presencia de las logias penquistas en su funeral. Más adelante tomaremos un ejemplo que nos permitirá acércanos a la presencia masónica en el Cementerio de Disidentes, por el momento dejamos planteado que el espacio no es exclusivo de símbolos de la identidad de comunidades cristianoprotestantes, por lo que nos deja ver también otras identidades que estaban ocupando el espacio disidente en concordancia con la secularización del cementerio.
Prácticas mortuorias: Entierros y traslación
Hemos estado acercándonos por medio de los símbolos a la presencia de personas de las comunidades protestantes en el Cementerio de Disidentes, ahora bien podemos hacercarnos por individuos que hemos identificado en los registros de las respectivas iglesias, cuyas tumbas por no presentar símbolos que sobrevivan hasta hoy, no los hemos indicado en el apartado anterior. Por ejemplo en la iglesia anglicana, el prefacio del registro de bautismos nos deja ver que existía un registro de defunciones que había sido solicitado por la compañía minera de Lota, no obstante no está disponible hasta hoy. Por el lado de los luteranos, ya hemos mencionado personas presentes en el Totenregister del periodo, en total se trata de 16 personas del registro luterano cuyas tumbas están presentes hasta hoy. No obstante, si lo contrastamos con el registro del Cementerio General se amplía en número de sepultados a 43 personas presentes en el Cementerio de Disidentes, por lo que queda la duda ¿Dónde se enterró entonces las 53 personas luteranas que no figuran en el Cementerio Disidente? Una respuesta tentativa, es en el mismo Cementerio General en los espacios comunes considerando la secularización y el valor por la propiedad adquirida sin discriminación de culto, nos queda esta pregunta abierta considerando que la mayor parte del registro no corresponde a personas presentes en el Cementerio Disidente.
En la Iglesia Presbiteriana, cabe destacar que los registros generales del cementerio dejan ver la existencia de una bóveda de una Iglesia Evangélica al interior del espacio estudiado, donde se entierran: Maria Ángela Selves (CGC, 03-05-1904 p. 254-255), Marta Leres (CGC, 0201-1905 p. 4-5) y Damaris Lidia Carmi (CGC, 21-01-1906 p. 75-76). En aquellos años, quién llevaba esa denominación en Concepción era la Iglesia Presbiteriana como indica la portada del libro de actas del consistorio: Primera Iglesia Evanjélica de Concepción, las otras dos mantenían sus nombres en idioma extranjero (Anglican Church Saint John’s y Deutschen Evangelischen Kirchen Gemeinde). Por lo demás la tumba que destaca la presencia presbiteriana en el espacio estudiado, es la tumba de los hijos de Roberto y Eneas MacLean, misioneros precursores del presbiterianismo en Concepción y además cooperadores con la administración del Cementerio de Disidentes al publicar un aviso sobre el tema en el diario El Republicano, prensa de donde recogemos expresiones sobre la muerte del segundo hijo de Roberto:
“Ayer á las 12 P.M. dejó de existir el 2° hijo de nuestro hermano en Cristo, Roberto Mac Lean estando aun los padres aflijidos con la pérdida del 1° que no hacia sino como dos meses que había partido de esta vida á la patria feliz. Acompañamos en el pesar á sus padres y esperamos que el Señor los consuele en sus aflicciones. Pues el Señor les dio sus dos hijos, y el señor se los quitó, hágase en todo su santa voluntad” (ER, 13-11-1879 p. 10).
De este fragmento desprendemos dos principios que sintetizamos sobre la postura protestante y prebiteriana ante la muerte; primero una dimensión emocional que trasciende a los cristianos (costumbres de distintos pueblos decía Calvino), pero que debe ser moderada a la luz de la escritura de allí el deseo a que encuentren consuelo en el Señor, por consiguiente, constituye un acto de humanidad el acompañar en el entierro a los vivos que se ven afectados por la separación de un ser querido. Aquí se habla de que los padres (siendo uno de ellos pastor de la Iglesia) vivieron un tiempo de aflicción por la muerte de su hijo anterior, por lo que el duelo parece ser visto con normalidad entre esta comunidad evangélica. Por otro lado, el último párrafo es clave en cuanto a la postura bíblica de que es incuestionable la voluntad de Dios en torno al momento de la muerte «el Señor se los dio y el Señor se los quitó».
Continuando con la presencia presbiteriana en el Cementerio de Disidentes, abordaremos el caso de Andrés Jackson comerciante extranjero nacido en Ayrshire (condado de Escocia) asentado en Concepción, del cual se comentan en el diario su participación política en el conflicto de 1891:
“La mayor parte de su vida la pasó entre nosotros i tenía un cariño sincero por nuestra patria, i él, como muchos estranjeros, cuando el pueblo de Chile se levantó en armas contra la dictadura, apoyó decididamente la causa Constitucional, i aquí en Concepción, trabajó constantemente en bien de ella prestando poderoso concurso al comité revolucionario.” (ES, 13-12-1892 p.2).
Según este fragmento habría apoyado la causa parlamentaria contra el presidente Balmaceda, se comprende considerando el apoyo de Gran Bretaña a la causa revolucionaria3. La muerte de Jackson fue anunciada tanto por el aviso de la familia (ES, 12-12-1892 p. 3) para solicitar la participación al cortejo, como por la misma reseña que El Sur, le dedica para asociarse como entidad al duelo por la muerte. Sobre la conducción de sus restos al Cementerio y sus funerales, El Sur dedica un amplio apartado donde se deja ver directamente el sector donde se encuentra la tumba: “A las tres de la tarde de ayer fueron llevados al cementerio de disidentes los restos mortales del conocido i apreciado comerciante don Andres Jackson.” (ES, 14-12-1892 p.2) Es interesante considerar también, que se indica al Cementerio Disidente como un cementerio particular (para la fecha separados física y administrativamente) no indicando que se trataba de un sector al interior del Cementerio General. Sobre el cortejo también se recogen descripciones destacando la presencia de extranjeros y chilenos cercanos al difunto:
“Un numeroso cortejo compuesto por chilenos i extranjeros, amigos i compañeros del señor Jackson le acompañaron hasta la última morada. El carro fúnebre ostentaba varias coronas, preciosas i ricas, que la mano cariñosa del amigo i del compatriota depositario sobre el féretro como un tributo de estimacion i aprecio al que con tan justo pesar se le ha visto desaparecer del mundo de los vivos” (ES, 14-12-1892 p.2).
Se hace presente la solemnidad y suntuosidad de las coronas de flores, estas al momento del funeral cumplen la función representar la preocupación de los vivos por la familia dolida; en este fragmento se habla de «tributo de estimación y aprecio por el justo pesar» a partir de lo que hemos sintetizado sobre la postura presbiteriana ante la muerte en la época, podemos ver que se trata de la dimensión emocional permitida y la suntuosidad comprendida por motivos de decencia y estima. El estudio de Marco León en la sociedad Santiaguina (León, 1997 p.162), nos recuerda que las flores, en un siglo de romanticismo, representaban tanto la alegría de los vivos por la partida del difunto hacia un lugar mejor, como también una suerte de paliativo de los vivos para expresar su tristeza por la perdida.
A la hora de sepultar los restos se realizan discursos de amigos “En el cementerio hizo uso de la palabra el abogado don Francisco de P. Salas, quien en sentidas i bien inspiradas frases dio el último adiós al amigo” (ES, 14-121892 p. 81) Luego se hace presente un momento que hemos caracterizado en el primer apartado de nuestro capítulo, el rito de sepultura presbiteriano por parte del pastor:
“Habló también el señor Jorquera, Pastor de la Iglesia Evanjélica. Momentos después tenía lugar una ceremonia relijiosa, según el ritual evanjélico. Poco después se dió sepultura al cadáver del señor Jackson, retirándose la concurrencia dolorosamente impresionada al separarse del borde de la tumba recién abierta, i después de haber cumplido con el penoso deber que la amistad i el compañerismo imponen” (ES, 14-121892 p. 81).
Para confirmar que se trata de la Iglesia presbiteriana, disponemos datos de que el pastor Francisco Jorquera, pastoreo de marzo de 1890 a enero de 1895 en la misma Iglesia. Con este caso se deja constancia que el espacio disidente fue practicado por ritos protestantes, en este caso se realizó el servicio fúnebre en el mismo cementerio.
Ahora nos dirigiremos a casos más difíciles de situar en alguna de las tres iglesias estudiadas, como lo es el caso de Julio Roemheld, Ingeniero alemán que trabajó para la 3° Compañía de los ferrocarriles del Estado, constituye un ejemplo de la llegada de profesionales extranjeros que se vincularon a la modernización, esta vez con el ferrocarril. Roemheld falleció en un accidente colectivo del cual se comienza a dar cuenta en:
El Correo del Sur: “Ayer a las siete y media de la mañana salía de esta ciudad el tren pagador compuesto de la máquina y un carro, condiciendo al contador pagador de la 3° sección, señor Rómulo Castro, a don Julio Roemheld ayudante ingeniero, al contratista señor Bravo, Leonidas Casanueva, portero, y Alfredo Contreras, ayudante caminero, se presume iban dos mozos también” (CS, 02-07-1890 p.2).
Se muestra de igual forma el motivo laboral del viaje fatal:
“Todas estas personas iban con el contador a efectuar el pago en la tercera sección de los ferrocarriles para lo cual llevaban ochenta y cinco mil pesos. Al pasar el convoi por el puente que hai en el estero de Quilacoya hundióse éste cayendo con él al agua el carro que conducía a los empleados y arrastrando a la máquina que cayó sobre el carro haciéndolo pedazos” (CS, 02-07-1890 p.2).
El apartado nos da detalles de los sobrevivientes solo dos personas, los demás cuerpos quedaron divididos entre los restos de la máquina y el río. El lugar del accidente fue visitado días después por las autoridades de la 3° Compañía, el intendente de la provincia y el juez letrado para esclarecer el accidente (CS, 03-07-1890 p. 2) al tercer día de ocurrido el siniestro se comienza a poner sondas en el río logrando tocar los restos de la máquina, no aún los cadáveres perdidos. La preocupación por los familiares se vió desde el mismo día del accidente: “(…) la estación de los ferrocarriles del Estado se vió durante todo el dia, lo mismo que las oficinas, llena de personas que iban ansiosas a preguntar por sus deudos unos, por sus amigos o conocidos otros” (CS, 02-07-1890 p.2) Cabe preguntarnos ¿qué ocurrió con los restos de Julio Roemheld?, un apartado posterior se nos indica que cinco días después del accidente aún no se encontraba el cadáver:
“La Inspección del Ferrocarril del Estado ofrece una gratificación de cien pesos a la persona que encuentre cualquiera de los cadáveres: del señor Rómulo Castro o el de don Julio Roemheld, que cayeron al rio en el accidente de Quilacoya.-El inspector de sección” (CS, 06-07-1890 p.2)
Esta acción de búsqueda es simbólica por el lado que deja ver la carencia de alguna entidad especializada en la búsqueda de cuerpos al momento de un accidente de esta categoría. Por otro, nos deja ver que se mantiene la preocupación por encontrar los restos; la prensa no explicita más datos de cuando fue encontrado el cuerpo ni si se le dio digna sepultura.
Comprendiendo el trasfondo de las circunstancias de muerte podemos entender la placa, presente en la tumba, conmemorando su participación en los ferrocarriles del Estado y su muerte en el accidente de Quilacoya, sobre esta placa en español, vemos que se eleva un símbolo tumbal cargado de significación: el obelisco, presente en la antigüedad egipcia como símbolo del rayo solar del Dios Atum Ra, por ello apunta hacia arriba ( Sempé, Rizzo, Dubarbier, 2016), pero utilizado en el Cementerio General por los masones (Espinoza, 2003, p. 117). En general la tumba ha sido señalada en el trabajo de María José Espinoza por su estilo neoegípcio.
Es un segundo elemento presente que nos llama la atención, una placa tallada en alemán con una cruz trebolada en tres puntas, al traducirla podemos analizar una dimensión simbólica de los epitafio dejado por la viuda de Roemheld: La muerte separó a los queridos el cielo va a unirles de nuevo La viuda 18 de febrero de 1892 se expresa la ruptura de la muerte y más aún la muerte inesperada en el accidente, además está presente una visión cristiana de que en el cielo las personas pueden volver a reunirse como en la tierra; esta práctica del epitafio nos habla sobre la actitud de la viuda ante la muerte inesperada de su esposo. Sobre estas expresiones y elementos en la tumba de Roemheld es difícil situarlo dentro de alguna comunidad protestante, ya que convive el símbolo masónico y el cristiano en la placa dejada por la viuda, además no se le encontró en ninguno de los registros de las iglesias estudiadas.
Otro caso a considerar, ahora con más antecedentes, es la muerte de Lorenzo Berg, parte del grupo fundante de la primera compañía de bomberos de Concepción. En el apartado de prensa que da cuenta de su funeral se le indica como “(…) entusiasta i respetado miembro de la colonia inglesa i apresiable vecino de la localidad” (ES, 01-10-1895 p.2). Desde el diario El Sur, uno de sus cercanos José Mc Donald da aviso de su defunción para que lo tengan presentes sus amigos (ES, 29-09-1895 p.3), luego otro apartado nos da cuenta del recorrido del cuerpo hasta su velorio, ya que falleció en Miramar lejos de Concepción:
“Esperaban en los andenes el señor Superintendente del Cuerpo de Bomberos don Gregorio Búrgos, oficiales jenerales, voluntarios i auxiliares de las compañías, miembros de la Ilustre Municipalidad i muchos otros caballeros. Apénas desembarcado el ataúd, fue conducido hasta el carro mortuorio que esperaba en la plazuela i se veía artísticamente arreglado i decorado. Al son de toques fúnebres de la corneta se emprendió la marcha por la calle del Comercio, doblando en seguida por la de Talcahuano. Iban adelante los voluntarios de la 1° compañía, de la cual el estinto fué fundador i era director: i en pos el carro, el Directorio Jeneral del Cuerpo de Bomberos, las compañías i, por fin, los deudos i amigos. Numerosa concurrencuas llenaba las aceras” (ES, 01-10-1895 p.2).
En estos primeros gestos de recibimiento del cadáver vemos presente el acompañamiento y la presencia de la municipalidad y de la institución de bomberos, entidades civiles. La solemnidad institucional mostrada en las calle públicamente se mescla con algunos rasgos de suntuosidad como que el carro mortuorio este artísticamente decorado. El mismo velorio se realiza en un salón de la primera compañía con gestos y elementos del luto descritos por la prensa que nos hablan de una ornamentación fúnebre cargada de simbolismo:
“El cadáver se depositó en el salón de máquinas de la 1°, local que se ha convertido en una elegante capilla fúnebre. Todas las Murallas están cubiertas con paños blancos i paños negros salpicados de lágrimas de plata. En el centro se alza un catafalco, con plataforma i graderías tapizadas de negro i sembrado de candelabros. En los costados se han encendido hachas. Completan la ornamentación preciosos jarrones i maceteros con plantas tropicales… En el féretro se han depositado valiosas coronas, con dedicatorias de la familia, amigos i compañeros” (ES, 01-10-1895 p.2).
En estos gestos, vemos combinada la solemnidad de una institución, con las manifestaciones suntuosas como el catafalco, candelabros y coronas de flores. Para este caso, pese a que se indicó que se trataba de un miembro de la colonia Inglesa, no vemos la presencia de un solo gesto del ritual anglicano o presbiteriano, no se indica la lectura de algún texto bíblico ni la presencia de ministros de alguna de las iglesias que estén presentes; se trata de un personaje influyente en la sociedad penquista de la época. Cabe destacar el simbolismo del luto de la institución reflejado en el gesto de estar haciendo guardia al féretro toda la noche, colocar las banderas a media asta y colocar achas encendidas: “Representadas todas las compañías se han amanecido turnándose en la vela del cadáver En señal de duelo se han mantenido ayer isadas a media asta las banderas de las compañías, en los distintos cuarteles” (ES, 01-10-1895 p.2).La prensa señala el orden en que se realizaría el cortejo en donde se ve nuevamente lo institucional: “La conducción de los restos se realizará esta tarde. El cortejo saldrá del cuartel de la primera a las 4. Asistirán todas las compañías, de uniforme i con el material completo de trabajo. Formaran en el desfile unas o dos bandas de músicos” (ES, 01-10-1895 p.2).
Vemos que en el caso de Lorenzo Berg existieron dos cortejos el primero desde la estación de trenes a la primera compañía y segundo desde ésta hacia el cementerio, ambos con presencia de marchas, gestos visuales y auditivos que llaman la atención. Desde el texto de Francisco Zapatta se señala que “En el camposanto, como un último adiós, le despiden los principales jefes del Cuerpo, quienes le dedican las más hermosas y sentidas piezas oratorias” (Zapata, 1953 p.70-71). Como sintetiza el análisis de Marco León (1997), los cortejos fúnebres en cuanto al valor visual de sus señas en la vía pública manifestaron un claro elemento de distinción social.
Pasando ahora a un ejemplo femenino, que tuvo mayor cobertura por la prensa, analicemos la muerte de Clementina Gleisner de la comunidad alemana, de la misma familia Gleisner conocida en la época por su casa comercial (Mazzei, 2015) y casada con el doctor Oswald Aichel, primer presidente de la sociedad médica de Concepción (Wilhelm, 1962), rector del Colegio Alemán y personaje recurrente en la beneficencia y en el cementerio (AB, 10-12-1888):
“La noticia de la muerte de la señora Gleisner de Aichel, ha tenido un eco doloroso en nuestra sociedad en general i mui especialmente entre los miembros de la colonia alemana, apreciadores de sus virtudes i bellas prendas de carácter que le habían conquistado entre ellos un puesto preferente. Sus restos serán llevados a las 4 P.M. de hoy, al cementerio, desde su casa habitacion O’Higgins 39” (ES, 23-12-1897 p.2).
Además de este apartado, también Oswald Aichel realiza el llamado por la prensa para que los amigos acompañen el cortejo (ES, 23-12-1897). Un apartado de prensa refiere sobre la inhumación y esta vez se dejan ver los gestos de la comunidad alemana y de los grupos que frecuentaba la difunta:
“Mas de 300 personas componían el cortejo que presidía el carro mortuorio adornado con hermosísimas coronas de flores naturales i artificiales. En pos de éste seguían dos tílburis en que habían sido colocadas las coronas restantes. Entre éstas llamaban la atención una de la sociedad Médica de Concepción de flores artificiales, i una cruz de flores naturales obsequiada por el club Alemán de Canto” (ES, 25-12-1897).
La comunidad alemana se hace presente en cantidad y nuevamente aparecen los detalles de suntuosidad del carro y las coronas que deben llevarse en dos carros aparte, vemos también el símbolo de la cruz obsequiada por parte de una agrupación alemana representando su acompañamiento mediante las flores. Cabe preguntarnos entonces ¿tenía alguna vinculación Clementina Gleisner con la iglesia luterana? Si bien para la época no existía la institución y el templo, podemos acercarnos desde los datos recopilados en el registro en donde para 1893 se anota el bautismo de dos de los nietos de Clementina Gleisner y Oswald Aichel (RILC, 9-7-1893) Además desde la memoria traspasada en dos de sus descendientes actuales, las hermanas Ruth y Edita Uslar (07-10-2015), se nos señala que sus antepasados eran todos luteranos.
Antes de sepultar los restos, se realiza también otro gesto simbólico por parte de las entidades alemanas: “En los momentos de ser depositados en la tumba los restos de la señora Gleisner de Aichel, los miembros de esta institución contaron algunos hermosos coros” (ES, 25-12-1897). Igualmente los familiares dejan un mensaje en agradecimiento por la participación y el acompañamiento: “Damos las mas espresivas gracias a las personas que se dignaron acompañar al Cementerio los restos de nuestra querida deudo (…)” (ES, 24-12-1897 p.3). El mausoleo en donde reposan sus restos, juntos con los de sus familiares venideros, constituyen una excepción en el Cementerio al simbolismo de enterrarse en tierra, la tumba está encerrada por cadenas en donde se encuentra plantado una palmera:
Siguiendo con otro caso de la comunidad Alemana, abordamos a Heinrich Rainhold, quien fue parte de las gestiones fundadoras del Colegio Alemán de Concepción. Esta vez contamos con la memoria traspasada a uno de sus descendientes más recientes Hans Routhenberg quien nos comenta los motivos que trajeron a Heinrich a Concepción:
“Bueno el que emigró ahí fue el Heinrich Rainhold eh…que era profesor y uno de sus colegas un profesor…había llegado a Chile y buscaba más personas… entonces lo contactaron a él y eh… le ofrecieron trabajo en Valdivia, en el colegio…entiendo que el Colegio Alemán… El se vino para acá y se casó acá en Valdvia…con la Ida Sonksein y de ahí tuvieron seis hijos y empezaron a trabajar en Valdivia y después de eso se vino a Concepción, y en Concepción abrió una especie de escuelita, que tenían creo que…18 alumnos una cosa así...Entonces cuando se organizó el Colegio Alemán, se integraron esos pequeños colegios a la organización Colegio Alemán y Heinrich Rainhold fue contratado como profesor” (Routhenberg, 22-09-2015).
Con estos antecedentes y el protagonismo dentro de la comunidad alemana esperaríamos una cobertura de prensa similar a la de Clementina Gleisner, no obstante, no fue así en al caso de su funeral. Su muerte es avisada en idioma alemán por una compañía de seguros (ES, 3-5-1898) y en español (ES, 2-5-1898) por Ida Sonksein en la prensa. Además, el Colegio Alemán presentó un interesante saludo en su idioma, indicando el pesar por la partida de uno de sus más antiguos maestros (ES, 3-5-1898). Un club al que perteneció (Dentscher Verein Germania) también presentó un mensaje recordando asistir a sus funerales debido a la importancia de Reinhold en la agrupación (ES, 3-5-1898). Por estas dos publicaciones desprendemos que habría sido un funeral concurrido por parte de la comunidad alemana, además desde el testimonio de Hans Routhenberg, se indica que frecuentaba la Iglesia Luterana así como sus descendientes.
La tumba que prevalece hasta hoy en día se caracteriza por ser una sepultura en tierra, así como parte importante de tumbas en el periodo estudiado, lo que se vincula con el sentido de que el cuerpo humano vuelve al polvo de donde lo creó Dios:
Pasando a un ejemplo de la comunidad británica, abordamos el caso de John Mackay, uno de los pioneros de la explotación carbonífera, ligado a la elite penquista tanto comercial como socialmente (Muñoz, 2001), por lo tanto ligado a la modernización (Mackay, 1912). Nuevamente la familia hace el llamado por la prensa (ES, 24-3-1901), es interesante que se hiciera hincapié en acompañar en el cortejo la traslación de sus restos, más que asistir a algún velorio o ceremonia en específico. Como personaje de la vida pública, el diario le dedica un apartado a relatar aspectos de su vida laboral, social (miembro fundante del club Concepción y del club Inglés) y lo inesperada que es su muerte a sus 82 años de parálisis al Corazón, mientras exploraba los yacimientos carboníferos en el sector de las vegas de Talcahuano (ES, 25-3-1901).
Se constatan en sus funerales la presencia de distintas instituciones y miembros de la colonia Inglesa:
“A sus funerales que tuvieron lugar ayer en la tarde, asistió una selecta concurrencia compuesta de miembros de la colonia inglesa i de connacionales. Los médicos penquistas nombraron una comisión compuesta de los doctores señores Manuel D Sanhueza, Nicanor Allende i Fernando López de Heredia, para que los representara; el Club Ingles y el club Concepción hicieron igual cosa, la de la última institución era compuesta de los señores placido Carmona, Fernando López de Heredia i Carlos A. Wormald. Miembros de estas comisiones tomaron los cordones del ataúd al conducirlo a la tumba” (ES, 25-3-1901 p.1).
Se hacen presente la representación de los distintos ámbitos sociales y laborales que frecuentó el difunto en vida, ellos realizan la última conducción del cadáver dentro del cementerio. En cuanto a la conducción del cadáver en el cortejo, para este caso, podemos servirnos de los registro del Cementerio y constatar que se cancelaron 300 pesos por la sepultura y 5000 por el carro (RG, 25-3-1901), se trataba del carro de primera clase, el más costoso. Para acercarnos a una idea de la cultura material de aquel carro considerando su valor visual para el cortejo, tenemos el testimonio del marmolero Guillermo Coronado quien vió desde pequeño el sistema de carros que permaneció hasta finales de la primera mitad del siglo XX, considerando que algunas de las características fueron cambiando en los carro en estilo y materiales es interesante considerar la descripción:
“(…) los de primera calidad ese eran otro tipo de carrozas…Esas carrozas…tenían de cuatro ruedas, unas ruedas grandes atrás…eh…si de cuatro ruedas ahí, dos ruedas un poco más bajas adelante, tenían la plataforma…pero eso todo era decorado por al lado, eran brillante los cuatro costados…y arriba un domo tipo una capilla, con una cruz arriba, era tipo una capilla con un domo chico y otro más grande…y todo de negro y brillante…Por los costados llevaban toda…tipo guirnaldas pero en género con copones así. La parte de abajo también llevaban una alfombra al centro…y para los costados le caía la alfombra con estas con…tipo copones todo. Los caballos igual llevaban toda una…y usaban cuatro caballos, los cuatro caballos llevaban una manta arriba que le colgaban los copones a los lados igual y en la cabeza de los caballos llevaban dos copones paraíto pah arriba así (…) Como pluma (…)” (Coronado, 27-11-2015).
A partir de esta descripción podemos ver que en funeral del Mackay se utilizó un carro más o menos suntuoso, símbolo de diferenciación social. Ahora bien, si Mackay era de la comunidad Inglesa ¿cómo vincularlo a la iglesia anglicana? La presencia de algún ministro de la misma no queda muy claro, en la época estaba William Henry Elkin4, quien no figura entre los asistentes o quienes dejan coronas de flores. Por otro lado, en los registros queda constancia de que una de sus nietas, Juanita Carlota Mackay en recibe el bautismo en Chiguaihue (sector de Malleco) y él figura entre los patrocinadores (Sponsors) (IPE, 4-5-1895). La lista de coronas de flores indicada por la prensa nos permite ver la presencia de algunos individuos vinculados al Cementerio de Disidentes como Guillermo Borrowman (AB, 26-12-1921) y otros vinculados a la comunidad Inglesa (ES, 25-3-1901).
Su tumba destaca por el amplio espacio encerrado y ser una sepultura en tierra con las placas de mármol sobre la tierra, se le puede vincular al simbolismo de volver al polvo como sintetizábamos un apartado anterior. No obstante, el material de cemento empleado nos deja ver que su construcción debió ser muy posterior a la muerte de Mackay, la tumba es una sepultura de familia hasta nuestros días.
Para continuar con la comunidad inglesa y anglicana particularmente, tenemos el caso del entierro del reverendo William Henry Elkin, quién participó del traslado de la capellanía británica de la localidad de Lota a Concepción. Su muerte es avisada primeramente por la familia (ES, 19-12-1910), El Sur, también dedica un apartado a relatar de su inusitada muerte: “Ayer falleció en esta ciudad, víctima de un desgraciado accidente, el Rev. William Henry Elkin, pastor de la Iglesia anglicana” (ES, 19-12-1910 p.5), ciertamente el registro del cementerio indica que murió de una fractura de la base del cráneo producto de una caída de cuatro metros (RG, 20-12-1909 p. 330), según Barbara Bazley (1995) mientras preparaba una fiesta navideña para niños pobres. Su participación en la masonería se puede desprender por un aviso dejado en Ingles por la Logia Saint John’s (ES, 20-12-1909 p.7), en donde se solicita una reunión temprano a los miembros con el motivo de acompañar los restos del difunto al cementerio. La logia Paz y concordia N° 13 también deja un aviso invitando al cortejo: “De órden d-1 V M cito a los HH del Taller para concurrir a los funerales del V M de la San Juan el Q H Elkin que tendrán lugar hoy a las 9 AM. El cortejo fúnebre saldrá de la casa mortuoria situada en la calle O’Higgins entre Ignacio Serrano e Hipólito Salas-El Sec.” (ES, 20-12-1909 p.7). Interesante que pese a su condición de reverendo, en los tres avisos dejados no se hacía invitación a alguna ceremonia en el templo (aún no estaba disponible en Concepción), se invita ser parte del cortejo desde la casa mortuoria al cementerio. En cuanto al cortejo el diario nos arroja el registro de un amplio acompañamiento por residentes ingleses y norteamericanos: “Asistió a ellos una numerosa y distinguida concurrencia, compuesta en su mayor parte de residentes ingleses y norteamericanos, entre quienes el estinto de había conquistado sinceras simpatías” (ES, 21-3-1909). En la lista de 117 personas indicada por El Sur cabe destacar de tres reverendos simbolizando la presencia de la Iglesia anglicana.
En su tumba esta explícita la simbología masónica de la escuadra y el compás, combinada con la cruz trebolada, además está presente un elemento de simbología egipcia, el disco solar alado:
Esta tumba ha sido de interés para los estudios de María José Espinosa (2003) y Ramón Bastidas (2004) por su estilo ecléctico y el uso de símbolos masónicos, lo cierto es que para comprender éstos se debe tener presente que tres de las cuatro placas son en dedicatoria a Samuel Mc crea, otro personaje vinculado a la masonería que se sepulta posteriormente a Elkin. Sin embargo, la placa de Elkin nos confirma su participación en la Logia Saint John’s:
“En la memoria del reverendo William Henry Elkin Capellan británico de Concepción que murió el 18 de diciembre de 1909 de 42 años de edad W. M. de la Logia San Juan Bien hecho siervo bueno y fiel entra en el gozo del señor”5
Cabe preguntarse por la convivencia entre protestantismo y masonería en el siglo XIX, sobre estas relación nos indica David Muñoz (2014) estuvieron dadas por vinculaciones entre los proyectos misioneros, sectores liberales y masones para hacer frente a un enemigo en común la Iglesia Católica que hegemonizaba los espacios públicos donde buscaban difundir sus doctrinas los protestantes. Con todo ello no es de extrañar la existencia de un reverendo anglicano y masón en el Cementerio de Disidentes de Concepción, la combinación de la cruz trebolada y el compás con la escuadra simboliza en cierta medida aquellas dos corrientes que se dieron la mano para hacer frente al mismo enemigo en post de las libertades públicas.
Ahora veamos un último caso de la comunidad anglicana, se trata de Rolando Brownie administrador general de la compañía minera de Lota y Coronel en los años veinte, era hijo de padres ingleses radicados en España, formado en Inglaterra como ingeniero (ES, 16-08-1921 p.7). El momento de su muerte es precedido por una enfermedad (ES, 14-08-1921 p.3) por lo que había también presentado su renuncia a la compañía para volver a Europa donde su familia, sin embargo, la enfermedad no lo deja salir del país:
“Inesperadamente, se vió atacado de una violenta pulmonía que puso en peligro su vida. Nada valía las atenciones médicas con los avances de la enfermedad y fue en medio de la fiebre y delirio que ella provoca que el señor Browne atentó contra vida” (ES, 19-08-1921).
Esta causa de muerte es confirmada por el registro general del cementerio (RG, 18-08-1921 p. 416). Al momento de avisar su defunción e invitar al cortejo, el diario nos deja ver que la casa mortuoria es en este caso la Iglesia Anglicana de Concepción: “Sus funerales tendrán lugar hoy Miércoles a las 11 A.M. Saliendo el cortejo de la Iglesia Inglesa, ubicada en Avenida Pedro de Valdivia” (ES, 17-08-1921 p. 2).
En otro apartado se confirma que el cuerpo sale de la Iglesia anglicana al cementerio:
“Ayer a las 11 horas fueron conducidos al cementerio, desde la Iglesia protestante de la Avenida Pedro de Valdivia, los restos del respetable caballero señor Rolando H. Browne. Asistieron los boy-scouts de Concepción y una numerosa y distinguida concurrencia (…)” (ES, 18-08-1921 p. 7).
Destaca la presencia de los Scouts, institución de origen británico que se estaba asentado en Chile y Concepción a inicios del siglo XX (Rojas, 2006). Para este caso particular cabe preguntarnos ¿acaso el libro de oración de la iglesia anglicana no prohibía extender el rito de sepultura a los suicidas? Ciertamente si consideramos que el cuerpo de Browne tuvo algún rito en la Iglesia Saint John’s de pedro del Valdivia, este caso sería una excepción en la práctica.
Cabe reflexionar sobre la presencia de suicidas en el Cementerio Disidente, ya que la investigación arrojó otro caso como es el de Olimpia Ide, quien aparece en el registro Luterano con suicidio (selbstmord) como causa de muerte, por lo que desde esta iglesia tampoco se le negó el rito de sepultura a un suicida. Queda la pregunta abierta ¿No existían prerrogativas religiosas para enterrarse en el Cementerio de Disidentes? al parecer el rasgo identitario que está de trasfondo continua siendo el ser extranjero no católico, estos casos de suicidio aportan mayor diversidad a nuestra óptica de estudio considerando que el suicidio no se alinean con directrices doctrinales establecidas en la biblia
Además de los entierros en el espacio posteriores a la muerte inmediata, cabe señalar que la investigación arroja dos casos en donde se traer al Cementerio de Disidentes las cenizas de personas que murieron en Alemania, son los casos de Ana Gleisner (RG, 10-02-1906 p. 82) y Oswald Aichel. De este último, ya hemos mencionado algunos datos de su protagonismo tanto en la sociedad médica de Concepción, como en la administración del Cementerio General; ahora con la entrevista a sus descendientes más actuales, Ruth Uslar y su Hermana Edita Uslar, se señala que: “Él falleció en Alemania y nuestra abuela…lo trajo en su cartera de mano las cenizas, escondidito” (Uslar, 07-10-2015). Ello explica la copa de bronce al interior del mausoleo:
Cabe destacar que los registros del cementerio arrojaron la presencia de 20 criaturas nacidas muertas, es decir no poseen nombre, por lo que queda la pregunta ¿dónde se enterraban cómo se indicaba su presencia en la placa? Considerando la posibilidad de que simplemente se sepultaran con sus familias, también dejamos planteado que en nuestro trabajo de campo se encontraron cuatro tumbas que no poseen ningún tipo de inscripción cuyas cubiertas de ladrillo y concreto están lisas y poseen una estructura similar:
Como una práctica postmortem recurrente en el Cementerio de Disidentes en el periodo estudiado, en el registro general arrojó 9 casos de traslado de cadáveres de nichos u otras bóvedas al Cementerio Disidentes en bóvedas y tierra de propiedad. Ello nos confirma nuevamente que en el Cementerio General se hacía valer el derecho de propiedad y los disidentes pudieron adquirir o arrendar nichos sin ningún problema, no obstante ¿Por qué los familiares habrían gastado dinero y gestiones en trasladar el cadáver del Cementerio General al de disidentes que permanecía diferenciado? Desde el campo de nuestra hipótesis esta práctica postmortem afirma el sentido de identidad que tenían estas personas con el espacio, algunos de ellos ya poseían Tumbas y buscaban dejar su familia reunida en la muerte: “Por estracción del cadáver del párvulo Heriberto Lautaro Pauly de la Bóveda Federico Gedtzen Emilio Pauly 099 al C.Disidente (bóveda su propiedad)” (RG, 7-05-1901 p. 208-209). Otras trasladaron el cuerpo a una tumba particular individual: “Extracción del nicho N° 1014 de los restos del párvulo Edgard I. Scheel H. y para el Cementerio Disidente Federico Scheel” (RG, 18-01-1918 p. 113-114). En este caso Edgar Scheel murió en 1912, es decir pasó 6 años en el nicho antes de ser trasladado a la tumba que sigue presente hasta hoy destacando por una escultura de querubín en la cabecera del rectángulo:
Conclusiones
En la dimensión de las prácticas mortuorias, el análisis de los entierros en el espacio evidenció que los disidentes también participaron de aspectos propios de la cultura mortuoria de la época, la muerte constituía un acontecimiento público desde que se publicaba en la prensa invitando al cortejo. Tal visibilidad periodística fue mayor en los casos masculinos y en los femeninos se resaltaba en la medida que constituía una persona relevante en la comunidad. También se constató que los disidentes estudiados en el análisis de casos, se sirvieron del sistema de carros que poseía el cementerio, perpetuando esta diferenciación social explicitada de forma visual en el cortejo masivo con carrosas de primera clase. Pese a una postura doctrinaria crítica a la pomposidad fúnebre, la emocionalidad no estuvo distanciada de los disidentes, en la medida que las comunidades abordadas, mostraron acompañamiento de los dolientes a la hora de la muerte, haciendo su presencia masiva en cortejos, dejando coronas de flores, realizando en ocasiones canticos previos al entierro e incluso, participando de un periodo de aflicción o duelo posterior a la muerte. El espacio disidente fue practicado por ritos mortuorios protestantes por parte de las iglesias anglicana y presbiteriana, que se caracterizaron por despedir los restos al momento que el cadáver era sepultado.
Existieron símbolos y personalidades enterradas en el sector que nos permitieron ver que el Cementerio Disidente de Concepción no fue exclusivo de las comunidades protestantes, a ello le sumamos que existen una cantidad importante de individuos registrados a quienes no pudimos situar dentro de alguna de las tres iglesias abordadas. Al momento de identificar miembros de cada comunidad en las tumbas del trabajo de campo (1877-1922), en el registro general (1898-1922) y en sus defunciones avisadas por la prensa, pudimos identificar la presencia de 50 luteranos, 18 anglicanos y solo 6 presbiterianos, considerando que éstas dos últimas iglesias no poseen registros de defunciones de la época. Si consideráramos que un total aproximado de disidentes resultaría de la suma de quienes que están en tumbas, con los que están en los registros del Cementerio General, ello nos daría un universo de 512 personas, es decir, nuestro acercamiento cultual al espacio habría sido a 74 personas que representan un 14,45% ¿A qué identidades respondía ese otro porcentaje que nuestra investigación no pudo trastocar? Es evidente que esta pregunta queda pendiente, pero el rasgo de extranjero se asoma con fuerza.
Referencias
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- ←Aparece su nombre como padre en el rito de sepultura de Augusta Pauly, quien también aparece en la placa.
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- ←Baptisms solemnized in the Protesntant episcopal Church, febrero de 1891 a diciembre de 1909, pp.53-95.
- ←Traducción de la placa del inglés británico al español.