Un soldado de Dios. San Sebastián en Yumbel

A soldier of God. San Sebastian in Yumbel

Resumen

El presente artículo se basa en una investigación acerca de la religiosidad popular en el poblado de Yumbel. Los objetivos principales de esta investigación recaen en poder exaltar el valor histórico y cultural del pequeño poblado, analizar la religiosidad popular en Chile, y apreciar los orígenes de la festividad religiosa de San Sebastián en Yumbel. Las principales fuentes en las que se basó este estudio recaen en los diarios La Prensa de Yumbel y el Sur de Concepción, textos provenientes de la Iglesia como además un gran aporte en fuentes primarias, como lo son archivos, entrevistas, fotografías. Como resultado de este estudio se alcanzó el realce a la pequeña historia tanto religiosa como política de la ciudad de Yumbel, como de igual manera determinar los orígenes de la religiosidad popular en la octava región.

Summary

This article is based on research about the popular religiosity in the town of Yumbel. The main objectives of this research are to exalt the historical and cultural value of the small town, to analyze the popular religiosity in Chile, and to appreciate the origins of the religious festivity of San Sebastian in Yumbel. The main sources on which this study was based are the newspapers La Prensa de Yumbel and El Sur de Concepción, texts coming from the Church as well as a great contribution in primary sources, such as archives, interviews and photographs. As a result of this study, it was achieved the enhancement of the small religious and political history of the city of Yumbel, as well as to determine the origins of the popular religiosity in the eighth region.

Palabras claves

Religiosidad popular – Santo – Peregrinación – Romería – Procesión – Novena

Keywords

Popular religiosity - Saint - Pilgrimage - Romeria - Procession - Novena

Introducción

Año tras año, el pequeño poblado de Yumbel se inunda de fieles devotos quienes, por el simple hecho de agradecer peticiones, acuden a la ciudad santuario, como la han denominado ellos mismos, para dar gracias a su santo1 patrono, San Sebastián. Tema principal de este estudio, que intenta develar la situación que llevó la veneración a este mártir a posicionarse dentro de los cultos más importantes de Chile, siendo la festividad religiosa más grandiosa del sur del país.

El origen del estudio nace bajo la idea de exaltar el valor histórico y cultural de la ciudad de Yumbel (Gacitúa, s. f., p. 18). La conexión entonces es con el patrimonio histórico y cultural de la región del Biobío, buscando enfocar la mirada hacia lo propio, evitando el centralismo y abrazando la idea de realzar los rasgos característicos de las pequeñas localidades, muchas veces ensombrecidas por la mayor importancia entregada a las grandes urbes, y el realce de su patrimonio, como reflejo de la construcción histórica y cultural del país.

La estructura teórica del estudio considera autores pertenecientes a la iglesia católica, en este caso el padre Miguel De Olivares, quien narra los orígenes de la llegada de San Sebastián a tierras yumbelinas y los posteriores conflictos entre Chillán y Yumbel por la disputa del santo. Otro texto base es del padre Reinaldo Muñoz, trabajo realizado en primera persona, que aporta situaciones que a él le tocaron vivir en un relato de crónica guardado y atesorado en su libro en las primeras páginas. De la misma manera, este libro ha de ser una vital fuente para la fe de quien lo consultase, ya que el padre Muñoz ha de contar una serie de milagros otorgados por San Sebastián hacia el pueblo yumbelino y feligreses que llegasen la ciudad santuario. Asimismo, se considera información provista por el padre Pedro Tapia en texto nacido tras el conflicto ocurrido en Yumbel hacia el año 1999 donde la comunidad entera se volcaría en contra de la Iglesia por la instauración de un nuevo santuario a las afueras de la ciudad.

Los datos utilizados son fuentes primarias asociadas al santuario de San Sebastián y documentos de la Munidicipalidad de Yumbel, asimismo se utilizaron los archivos periodísticos de los diarios El Sur de Concepción, La Tribuna de Los Ángeles, El Rerino, La Prensa de Yumbel, además de archivos y periódicos antiguos rescatados por anticuarios de la comuna. Además de entrevistas a vecinos personas mayores de la localidad, lo que permitió recopilar fotografías y testimonios de la festividad religiosa de Yumbel a mediados del siglo XX y su variación en el tiempo. Todo este conjunto ayudó a comprender el fervor religioso que se genera en la comuna santuario y cuyo único sustento es la imagen de San Sebastián.

Desarrollo

Desde la instalación de la Iglesia católica en Chile, el fervor religioso, siempre se ha caracterizado por estar ligado a grupos en particular; en este caso los españoles en primer momento, los terratenientes o la llamada aristocracia criolla y, llegado el siglo XIX/XX una élite nacional que va dejando de lado lo religioso con tintes populares. Así lo demuestra Maximiliano Salinas en su obra Canto a lo divino y la religión popular en Chile hacia 1900, donde señala:

“Los grupos dominantes en Chile del siglo XVI al XX pueden definirse como un tipo peculiar de religiosidad elitista2, que acentúa los rasgos jerárquicos, paternalistas de autoridad. Una religión con una especial sensibilidad frente al poder propiamente religioso o político” (Salinas, 2005, p. 313).

La religión popular ha sido dejada de lado, considerando que son las clases populares quienes han continuado la tradición religiosa española. Gabriel Salazar en función a esto, señala:

“Es el bajo pueblo y no la elite el heredero de la tradición colonial española, especialmente en sus aspectos de ganadería y artesanía, que se relacionan con formas específicas de sociabilidad. Los trabajos asociados con estas actividades se convierten en eventos sociales públicos, sea en los rodeos, las ramadas o las fiestas religiosas” (Salazar, 1991, p. 24 en Larrain, 2001, p. 175).

En ese contexto general, el análisis en particular de San Sebastián y las tradiciones de la ciudad santuario, se observa que este joven mártir romano, posee gran importancia, no solo a nivel nacional, sino internacional para el credo católico. Así lo señala la historiadora Martiria Brugada (2000, p. 15) quien revela: “Sebastián es considerado como el tercero de los siete defensores de la iglesia, según la catalogación del papa San Gregorio Magno (590 – 604 D.C) y copatrono de Roma después de Pedro y Pablo”.

Abordar los orígenes de la conmemoración religiosa que se realiza por San Sebastian, es emprender un viaje por el paso de los años y la evolución de las festividades populares, observando sus singularidades, virtudes y defectos, los cuales han de traer más de un problema tanto a la Iglesia como a los lugares de celebración religiosa. En los orígenes de las conmemoraciones se observó frecuentemente borracheras y ventas de productos. Esto lo podemos encontrar en la Biblia, ya que en el libro de Juan capítulo 2, versículo 13 al 16 encontramos:

“Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén y hallo en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: ¡Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi padre casa de mercado!” (Biblia de Jerusalén, 1990, Juan 2:13-16)

En el caso chileno, datos de estas situaciones, lo podemos encontrar en palabras de Benjamín Vicuña Mackenna, quien señala el caso de una festividad en particular en el norte del país. Citando al autor, este sostiene: “La fiesta de Andacollo estaba asociada a las borracheras, disoluciones, derroches al juego y todos los demás apéndices de las saturnales de navidad” (Vicuña Mackenna, 1939, en Salinas, 2005, p. 264). El mismo autor señala, “En su vida interna el minero chileno es más creyente que devoto. Hace mandas a la virgen de Andacollo, pero en su día va a cobrársela vaso en mano, a la puerta del santuario” (Vicuña Mackenna, 1895, en Salinas, 2005, p. 270).

Cristian Gazmuri esboza la trascendencia que tenía la religión a fines del siglo XIX, la cual con el paso de los años ha ido menguando; en su obra Historia de Chile 1891- 1994, el autor señala: “El chileno de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX vivía una intensa y sincera religiosidad, que no había cambiado mucho desde los tiempos coloniales, la fe era profunda y vivida con genuino fervor por la mayoría” (Gazmuri, 2012, p. 114); algo que con el correr de los años y con fenómenos propios de cada década fueron quedando relegados. Yumbel entonces, se ha vuelto la cuna de la religiosidad popular, el pequeño poblado que ha sabido mantener viva su tradición y el catolicismo, con la fiesta religiosa en sus calles.

Es gracias a la importancia de esta fiesta religiosa, que se hace posible una microhistoria regional3, abordando en la comuna de Yumbel en la región del Biobío, un pequeño poblado que no reúne más de 20.000 habitantes desde la década de 19604, la importancia de la celebración religiosa, donde cada mes de enero se produce el llenado de colores de las calles de la ciudad, con alegría y espontaneidad, para agradecer a este mártir en Cristo, por los favores concedidos. El estudio dilucida aspectos culturales que trae consigo este ritual, sus peculiaridades, así como la evolución de las mandas con el paso de los años, pasando desde pagos con sufrimiento corporal, hasta lo monetario.

Ello invoca revisar las diferencias que en el tiempo se manifiestan a la hora de analizar el tipo de vida que trataba de traer consigo el catolicismo oficial hacia las clases populares, las cuales debido a su poca cercanía con la Iglesia Católica debieron recurrir a otros medios religiosos, con costumbres propias. El historiador Gabriel Salazar trae a la luz estos aspectos ya que señala: “En el caso de la religión, debido a que la iglesia tendía a asociarse con la elite, la pobreza del pueblo le impedía constituir familias estables5 (…) [lo que mal visto] obliga al pueblo a desarrollar formas alternativas de religiosidad congruentes con sus formas especial de sociabilidad: La Tirana, Lo Vásquez, San Sebastián y más adelante el Pentecostalismo” (Salazar, 1991, p. 24 en Larrain, 2001, p. 175).

Orígenes de la religiosidad popular en Chile

Según la tradición del cristianismo en occidente, un 25 de diciembre nacería en Belén el hijo de Dios (Biblia de Jerusalén, 1990, Lucas 2:1-20, Mateo 1:18-25). Éste, con el pasar de los años habría de instaurar un nuevo tipo de religión completamente alejada del culto oficial ofrecido por Roma ya que, de una religión politeísta, el cristianismo profesaba un culto basado en los diez mandamientos entregados por el mismo Jehová (Yahveh) a Moisés en el monte Sinaí, donde solo se debía adorar a un solo Dios y no a un poder terrenal. La religión de carácter monoteísta cambiaria al mundo conocido de la época, y es considerada una de las causas del declive del poderío romano. Un joven soldado romano, que con el paso de los años habría de transformarse en cristiano; a escondidas del emperador Diocleciano, prestaría auxilio a los mártires que darían la vida por su credo.

Sebastián al ser descubierto fue condenado a muerte, bajo las flechas de los mejores arqueros que se disponía en ese entonces. Pese a esto, logró sobrevivir y encarar a quien le había condenado a su muerte, lo que desencadenó en la orden de asesinarlo. Una vez cumplida la misión encomendada por el emperador, el culto a este joven mártir en Cristo no tardaría en llegar, y el catolicismo tomaría mayor fuerza ya que los cristianos perderían en gran parte el miedo, debido a la promesa que un mundo mejor estaba por venir.

Se debe aclarar que los cristianos diferenciaban entre política y religión. Admitían sin dificultad someterse a la autoridad civil en cuanto ordenadora regente de la vida social y favorecedora de la paz, no incluyese cualquier potestad en la esfera religiosa. Es más, reconocían que la autoridad política derivaba de Dios (Biblia de Jerusalén, 1990, Romanos 13:1), rezaban por la salud y el triunfo del emperador (García, 2007, p. 330). Pero aun así eran presa fácil de las persecuciones que se les realizaba.

San Sebastián, la lanza del catolicismo, incrementaría el número de creyentes, siendo responsable en parte que la religión romana lentamente dejara de ser la oficial y el cristianismo se comenzara a expandir por todo el imperio. Esto en gran medida por la red de comunicación que con caminos, vías y puentes, lograron llevar el cristianismo hacia nuevos horizontes. Así lo revela José García en su libro Los orígenes del Cristianismo:

“Los cristianos, gracias a las vías hechas por los romanos construyendo caminos transitables, llenando de hospedaje los lugares desiertos, e introduciendo en todos los lugares el orden y civilización. Esta red de comunicación favoreció muchísimo la difusión del cristianismo” (García, 2007, p. 264).

San Sebastián, rápidamente sería reconocido por los cristianos de aquel entonces, gracias al recuerdo, del martirio sufrido, donde fue capaz de vencer a la muerte en primera instancia, circunstancia que le otorgaría el título de protector contra enfermedades y pestes, algo que con el pasar de los siglos tomaría más fuerza, llegando inclusive al siglo XXI. De esta manera San Sebastián es elevado a la categoría de santo protector de la iglesia, un santo de importancia trascendental para que así el cristianismo lograra posicionarse como una de las religiones más importantes e influyentes del mundo.

La imagen de San Sebastián, aunque se encuentra en el colectivo de todas las personas que practican el catolicismo en nuestro país hoy, trajo en sus inicios un tipo de culto alejado del catolicismo oficial, ya que es a partir de esta imagen, que en el sur de Chile se comienza a generar un fenómeno conocido como religiosidad popular. El concepto se refiere a un mundo de sentimientos, vivencias, ritos, hechos, expresiones, prácticas, creencias e imaginaciones, que lo hacen de difícil definición. Dentro de la religiosidad popular las personas: ríen, cantan, lloran y rezan. Es una experiencia a la cual las personas se deben acercar para comprenderla (Toschi, 1974, p. 24).

Se entiende por religiosidad popular a la religión del pueblo, de las clases sociales populares como su nombre lo indica, a campesinos, obreros y mineros. Alejados del catolicismo oficial, lejos de ese católico que se cree culto, refinado e intelectual. Ese creyente que ha de quedar perplejo, frio ante las velas, las mandas, los bailes, vestimentas, los peregrinos (Medina, 1977, p. 10). Beltrán Villegas señala en su ponencia acerca de la “Religiosidad popular como tema teológico pastoral”, dada en el II Encuentro Latinoamericano de Religiosidad Popular, en Santiago de Chile el año 1977. “Este tipo de culto se ha de definir como la ejercida por esos grupos que están más alejados o más sustraídos al influjo pastoral inmediato, de las instancias oficiales de la iglesia especialmente del magisterio” (Villegas, 1977, p. 186).

Este tipo de religión encierra una serie de valores humanos y religiosos muy importantes, puesto que engloba la generosidad y el sacrificio al momento de manifestar la fe de los devotos hacia Dios o su santo patrón. Dentro de la religiosidad popular se comprenden actitudes interiores, entre ellas, la paciencia, sentido de la cruz en la vida cristiana, desapego, aceptación de los demás y una devoción que no se encuentra en cualquier persona. Pablo VI señalaba que la religiosidad popular expresa, una sed que solo pueden conocer los sencillos y los pobres6.

De igual manera, se ha de señalar como en la religiosidad popular no existe una frontera claramente marcada entre lo que es Dios y la virgen, entre Dios y un santo o animita (Villegas, 1977, p. 188). Las personas que acuden a estas festividades religiosas no han de hacer comparación entre el uno y el otro, sino que envuelven todo en un solo ser. Manuel Marzan trae consigo otra interpretación de religiosidad popular señalando que es aquella forma como se expresa religiosamente la masa mayoritaria que tiene escaso cultivo religioso, “(…) esta se trasmite por el proceso de socialización y supone un conjunto de creencias de ritos y formas de organización. Se divide en distintas subculturas según el marco socio-económico del grupo que la vive” (Marzan, 1975, p.78).

Rosendo Álvarez Gastón, define una lista de puntos válidos dentro de la religiosidad en cuestión, señalando que para llegar a ser considerada como religiosidad popular no se puede pasar por alto lo que son las fiestas patronales, las novenas tan importantes, las procesiones tan características y las mandas (Álvarez, 1976, pp. 14-25). La religiosidad popular es algo que ha de tomar mucha fuerza en América Latina, dónde la mezcla de culturas, el sincretismo dado entre hispanos-lusitanos e indígenas, iría creando esta especie de religión alejada del catolicismo oficial, repercutiendo en América del norte, Europa y otros países.

En las primeras décadas del siglo XX, la Iglesia Católica habría dejado en el olvido la religiosidad popular, pero con el paso de los años habrían de despertar y notar que en sus templos la gente lentamente comenzaba a desaparecer. Y al centrarse en lo que sucedía en los espacios populares, donde las personas acudían, se impulsó la construcción de nuevas hermandades, donde los bautizos se daban numerosamente, no se olvidaban los santos y el mundo católico comenzó a tomar en cuenta esta religiosidad del pueblo para sobrevivir a la migración y al liberalismo (Álvarez, 1976, p.8).

Marciano Barrios Valdés, menciona que el choque entre españoles e indígenas, produjo un sincretismo tanto cultural como religioso, ambos viviendo en un mundo laico comienzan a generar lentamente una especie de religiosidad popular, alejada del culto oficial y uniendo una serie de rasgos característicos de ambas culturas (Barrios, 1977, p. 29). El español que llega, provenía de sectores rurales de España y traía consigo esta religión campesina, en la cual las vigencias de la magia y las supersticiones eran algo común y generalizado. Por su parte el indígena con su propia cosmovisión desarraigado de todo tipo de culto católico que no comprendía se encuentra irreverente hacia una religiosidad total.

Fernando Aliaga señala:

“La religión Mapuche se expresaba esencialmente en creencias animistas. Su influjo sobre los Picunches y Huilliches era notorio de modo que, perfectamente se puede detectar un sustrato común y que, posteriormente, aflora la religiosidad popular del pueblo chileno”. (Aliaga, 1989, p.26)
“El miedo a las fuerzas que operan la naturaleza les hace asumir una dependencia mágica. Esto se ve reforzado por la creencia de un ejército de seres dañinos – wekufes- que pululan causando males”.

Ahora bien, con el paso de los años y con los jesuitas implantados plenamente en las zonas pacificadas de Chile, desde el Biobío hacia el norte se sentaron las bases de la religiosidad popular. Es mediante la predicación, el confesionario y los ejercicios espirituales, que se logró empapar la vida la sociedad con expresiones religiosas. Las coloreadas expresiones de religiosidad se fueron haciendo cada vez más típicas entre españoles, mestizos e indígenas. Creándose así un clima familiar, constituyendo una clara fusión entre el indígena y peninsular (Barrios, 1977, p. 31).

Con el humanismo y la ilustración, los procesos independistas comenzarían a desarrollarse y el clero debía tomar parte en el conflicto revolucionario que enfrentó a patriotas y realistas. Tanto sacerdotes seculares como regulares, se vieron forzados a adherirse a algún bando, aunque no fuesen militantes activos se veían influenciados por esta lucha. La religiosidad popular presente entre los criollos, donde la advocación hacia la Virgen del Carmen permitiría la unión entre laicos y sacerdotes en el siglo XVIII, sin embargo, los conflictos entre autoridades laicas y la iglesia jerarquizada, hicieron desaparecer algunas manifestaciones de religiosidad popular.

Parte fundamental de la religiosidad popular son las novenas preparatorias, en las que se puede encontrar una serie de características propias. Primeramente, la participación de un número mayor de fieles, el cual es mayor que las misas comunes del resto del año. Se observa en estas actividades una atención distinta al oír la palabra de Dios, no les genera rutina, debido a esto la disposición es distinta. En estas misas, se despiertan sentimientos encontrados, vivencias religiosas arraigadas, recuerdos positivos que los van acercando cada vez más a la iglesia. De igual manera en muchas familias es el momento ideal para acudir al templo, se puede apreciar en el relato de Rosendo Álvarez quien señala, haber visto familias que nunca se aparecen por la iglesia en el año, pero es la novena el momento ideal y donde acuden sin faltar a misa alguna.

Un punto clave dentro de la religiosidad popular son las procesiones Rosendo. Alvares indica que son manifestaciones multitudinarias, no solo por el número de fieles participantes, sino que además por quienes se adhieren a observar esta magna caminata. Las procesiones traen consigo un aparato externo de preparación, signos y simbología material, además poseen elementos fundamentales los cuales son: las imágenes, la forma de llevarla, el pueblo que participa y el que mira, el lugar concreto, el recorrido, el estilo y espíritu de celebración, cantos, rezos, música, silencio, aclamaciones (Álvarez, 1976).

Existen diversas formas de procesiones y estás varían según el pueblo en el cual se generan, pero aun así se debe considerar que todas han de tener rasgos comunes, y en muchos casos estas procesiones son consideradas patrimonio local (Álvarez, 1976). Dentro de una comunidad la procesión es algo que llena de vitalidad al feligrés, puede que existan otras procesiones más vistosas, pero para ellos no valen, sino que es la suya la única que existe, la más vistosa. Quizás sea más pobre, más alejada de los medios, pero, aun así, es la única que les llena de vivencias y le despierta los más ricos sentimientos religiosos.

No se pueden dejar atrás lo que da vida a estas festividades religiosas lo que trae consigo año tras año a los fieles devotos, las mandas o promesas. Hablar de mandas es algo complicado debido a que este término no es escuchado en muchos rincones del mundo, ya sea por su conjugación gramatical, este término es pronunciado en algunos lugares de Latinoamérica. Antes de especificar el concepto de manda, se debe hacer mención de quienes son los que hacen sus mandas. Estas personas se configuran como grupo cercano al objeto de devoción en un espacio determinado, que al momento de haber una procesión forman parte del núcleo sagrado que transporta o rodea la imagen venerada. Por su origen pueden ser habitantes de la misma localidad o peregrinos, ellos ofrecen distintos tipos de sacrificios que pueden ser monetarios, físicos o mixtos, la magnitud del sacrificio se corresponde con la petición o manda efectuada (Arnold y otros, 1984, p. 141).

La manda es un pacto o acuerdo realizado por un feligrés hacia un santo, la virgen o directamente con Dios. Este término no es autóctono de nuestro país como se podría pensar, ya que en la antigua tradición española se hacían mandas, en fiestas religiosas. En cuanto a su significado el término manda no parece tener otro origen ni provenir de otra palabra que no sea el verbo mandar. Es muy probable que se haya sustantivado su conjugación (tercera persona singular del presente indicativo: él manda)7 expresando el mandato del cumplimiento que surge de un acuerdo o pacto cumplido.

Estas mandas suelen ser costosas esto de acuerdo al tipo de favor concedido, de la misma manera las suplicas se encuentran en estrecha dependencia al tipo de petición, tanto las mandas como rogativas el feligrés ha de estar consciente que conllevan un sacrificio (Arnold y otros, 1984, p. 142).

Nuestro soldado de Dios

Año tras año, la festividad religiosa de San Sebastián en Yumbel, atrae a miles de peregrinos hasta las calles de la ciudad de Yumbel, para conmemorar y celebrar los milagros concedidos por este santo mártir, es así como la devoción religiosa de miles de feligreses se puede apreciar y observar en la ciudad santuario. La devoción por los santos, nace en Chile a raíz de la llegada de los conquistadores peninsulares, militares devotos de la Iglesia católica, de la cristiana España. Distinguidos creyentes, movidos en su mayoría por un espíritu de la fe en Dios y los santos, quienes emprendieron una aventura por esta larga y angosta faja de tierra, con el único afán de conseguir fama y fortuna, lo que nunca imaginaron sería que, se enfrentarían a los pueblos originarios, los que más resistencia les presentarían a la hora de la conquista de América.

Cualquier obra que emprendían los fieles soldados, siempre llenas de dificultades y peligros, existía la costumbre de encomendarse a la protección del cielo. Los soldados españoles poseían una gran devoción a un número acotado de santos y su fervor especial se puede encontrar principalmente en la Santísima Virgen María, en San José su esposo, en el apóstol Santiago santo patrono de España y al glorioso mártir romano San Sebastián (Muñoz, 1927, p. 8). La cercanía y devoción con este mártir en Cristo nace por un hecho muy singular y de fácil explicación, ya que cada soldado podía decir y expresar con seguridad que, San Sebastián era uno de ellos, esto radicaba en que Sebastián en su vida fue hombre de guerra, valiente, esforzado, un soldado al igual que ellos.

San Sebastián había logrado el grado de capitán peleando como soldado romano en campañas de conquistas en la expansión del imperio, de la misma manera habría obtenido entre sus dignidades y logros el de ser contado entre la guardia de honor de los emperadores romanos Diocleciano y Maximiliano, sin embargo, lo más importante dentro de la vida de este santo mártir y que lo condecoraría por el resto de los siglos, era el haber dado su vida y derramado su sangre en defensa de la fe, con lo cual obtendría una corona entre los santos mártires. Estas inspiraciones de los soldados españoles hacia el santo mártir y la fe que ellos depositaban en él, cada vez que sentían real agobio en batalla, llevaría a un hecho muy particular en la fundación de ciudades ya que, en gratitud, las huestes españolas, en honor al mártir iban erigieron iglesias, hospitales y ermitas.

En este sentido cabe resaltar la fundación de Angol el año 1552 («Orígenes de la devoción», 1958), donde el capitán Miguel de Velasco, construyó una ermita cuyo altar era en honor a este soldado de Cristo («San Sebastián en Yumbel», 1957), con el nombre de San Sebastián, dotándolo de tierras y rentas para su mantenimiento (Muñoz, 1927, p. 8). De la misma manera, ese mismo año Juan de Almonacid, en Villarrica, construyó una capilla en honor a San Sebastián en una heredad suya vecina a la ciudad (de Olivares, 1864, p. 137). La localidad de Valdivia no estaría exenta de estas obras construidas al santo patrono de los soldados españoles y es así como en 1553, Pedro de Valdivia, en la fundación de la ciudad que llevaría como nombre, el apellido del fundador al estilo romano, erigiría un hospital (Muñoz, 1927, p. 9) con San Sebastián como santo protector («San Sebastián en Yumbel», 1957).

Se aprecia que culto a este santo data en nuestro país desde el año 1552, ya que es este el año donde se comenzaría a crear altares en su nombre y construcciones civiles que llevarían la imagen. El año de 15808 se fundaría una nueva ciudad en nuestro país, la cual llevaría por nombre San Bartolomé de Gamboa de Chillán, en palabras del historiador Córdoba y Figueroa:

“Se dispuso fuese su construcción , veinte leguas de la Concepción, más para el trópico y menos de los treinta y seis grados de elevación, casi en la premediación de la latitud del reino, en un género de península que hace el caudaloso rio Ñuble y el rio Chillán en cuya enderechura, que habrá dos leguas del uno al otro , hay un plano de notable longitud , tan fértil y ameno que parece esmero o desvelo la naturaleza, para representar un abreviado paraíso con cuantos agrados puede apetecer el deseo, en este valle a orillas del rio Chillán que es de moderado caudal , se fundó la ciudad de San Bartolomé de Gamboa de Chillán, fundada por Martín Ruíz de Gamboa, por orden del gobernador” (De Córdova y Figueroa, 1862, p. 117)

En tanto, el padre jesuita, Miguel de Olivares, señala: “Que fuese necesaria la construcción de una ciudad fortaleza que sirviese de frontera contra las avenidas de los pehuenches y se fundó la ciudad de San Bartolomé de Chillán en 1580” (de Olivares, 1864, p. 254). Es en la fundación de esta ciudad, el lugar donde seria colocada la imagen de San Sebastián9, llevada allá por alguno de los militares fundadores de esta localidad, devotos del santo (Muñoz, 1927, p. 9). La villa, tras grandes ataques de los naturales, quienes en varias instancias llevarían a esta ciudad al colapso, se vio enfrentada a su destrucción en 1655 frente a las fuerzas de Butapichon10 y Pelantaro11, es por esta razón que de los primeros datos de esta localidad nada se sabe y gran parte de la información de sus habitantes se ignora.

Pese a todas estas calamidades y para aumentar más el pesar de los habitantes chillanejos, se debe hacer alusión a que este preciso año los vecinos serían atacados por una peste (de Olivares, 1864, p. 254) la cual traería grandes pesares a la población, sin embargo, la defensa de la ciudad fue tan animosa que Butapichon debió volver en busca de más guerreros, momento en el cual los chillanejos al verse disminuidos en número y fuerza deciden emprender la huida dejando en el olvido su ciudad (de Olivares, 1864, p. 254). Es así como, mientras unos huían hacia el Maule, otros emprendieron su fuga hacia Concepción y es en este viaje, donde los soldados para aminorar su peso y poder huir de manera más expedita, decidieron dejar enterrada la imagen de San Sebastián, evitando de esta manera alguna profanación por parte de los naturales en caso de encontrarse en batalla. Es así como esta imagen quedaría oculta en un pantano (de Olivares, 1864, p. 254), quedando enterrada entre las inmediaciones de la ciudad de Chillán y el fuerte de San Felipe de Austria, hoy conocido como Yumbel («Origen de la devoción», 1960).

Al momento de ser descubierta fue colocada en la capilla de Yumbel, la cual data del año 1663, dando origen con este acto al culto de San Sebastián en la ciudad del arcoíris resplandeciente, como es conocido Yumbel en lengua mapuche. Al ser encontrada esta imagen no quedaría exenta de problemas, ya que surgiría la controversia con los habitantes de la ya nuevamente poblada ciudad de Chillán, quienes reclamaban que esa estatuilla de cedro les pertenecía, por haber sido ellos quiénes la habrían traído desde España. Esta discusión llegaría a oídos del obispo de la Concepción, quien otorgaría nuevamente esta talla de cedro a los habitantes de Chillán. Pero según narra la leyenda popular, al momento de cumplir la sentencia se produciría un hecho milagroso, ya que los habitantes de Chillán al tratar de mover la imagen hacia su ciudad y desligarla completamente de Yumbel, no pudieron mover la estatuilla ni con una yunta de bueyes, por el contrario, los habitantes yumbelinos manejaban y manipulaban sin ningún inconveniente esta talla de cedro. Es este el motivo por el cual la estatuilla fácilmente volvería en los brazos de un niño hacia la capilla de Yumbel («¿Cómo llego la sagrada imagen?», 1981).

Los Milagros de San Sebastián

Ya corría por el colectivo de los yumbelinos que el santo era milagroso y la pequeña imagen de este mártir no tardaría en dar reconocimiento a su elevada estima. Es así como en 1747, se le reconoce públicamente el primer milagro o intercesión de esta imagen ante los ojos de Dios, hacia el pueblo yumbelino. Este hecho fue advertido por el misionero jesuita padre Pedro Mayoral12, quien en su trabajo pastoral se encomendaba a San Francisco Javier y San Sebastián. Es así como un día, mientras predicaba en Yumbel y al concluir su plática exclamo en voz alta y con absoluta confianza y seguridad: “Dentro de poco hoy mismo, tendréis un gran susto, pero confiad en San Sebastián y él os librara” (Muñoz, 1927, p. 35). Según narra Reinaldo Muñoz Olave en su obra El santuario de San Sebastián de Yumbel, horas más tarde, un incendio consumió por completo una casa y con ella otras ocho casas resultaban consumidas sin importar el esfuerzo de los yumbelinos por cesar el fuego. Viendo el peligro que corrían los edificios vecinos, alguien entre la muchedumbre recordó las palabras que había expuesto el padre mayoral en la mañana y se haría pública una oración al santo patrono de la ciudad, varios de los vecinos correrían a la Iglesia y traerían la imagen del santo frente al edificio que se encontraba en llamas, con la presencia de la imagen el incendio ceso instantáneamente y se detuvo todo peligro (Muñoz, 1927).

Tras este milagro y los muchos que le siguieron, diez años más tarde el obispo Espiñeira crearía la parroquia de Yumbel el año 1757, en la cual permanecería la imagen del santo, hasta la destrucción del templo tema que se verá a continuación. Después de los hechos milagrosos ocurridos y según la creencia respecto de la predilección del santo por permanecer en Yumbel, es que hacia el año 1776 el gobernador de Chile, don Antonio de Guill y Gonzaga elevaría el fuerte de Yumbel a la categoría de villa y le concedería como santo patrono a San Sebastián («Origen de la devoción», 1956; 1960).

Para esa época, cada fuerte, villa o ciudad fundada, se le concedía un santo patrono para su protección, esto se debía principalmente al fanatismo religioso, por la seguridad que este santo le otorgaría en caso de sublevación por parte de los naturales. En muchas ocasiones, los feligreses poseían mayor atracción con su santo patrono, que con la misma Iglesia. Es por esto que todas las parroquias poseían un santo protector y una advocación especial con su guardián, en ciertas ocasiones este era sustituido por otro santo u otra imagen de devoción, la cual podía atraer más la simpatía de los feligreses. Generalmente, se encarnaba en una variante de la Virgen María, un ejemplo de esto es la ciudad de Chillán, donde la Virgen del Rosario poseía un número mucho mayor de devotos que San Bartolomé (de la Sala, 1986, p. 22), santo patrón de esta ciudad desde su fundación.

Yumbel por su parte no queda ajeno a esta devoción a un santo patrono desde su fundación, ya que anterior a la llegada de San Sebastián, la Iglesia tenía como santo patrono a San Carlos Barromeo13 quien era el protector de la ciudad, pero tras el hallazgo de la estatuilla de San Sebastián, se comenzaría a conmemorar a ambas figuras, poco a poco, el apego a San Carlos se vio disminuido, y los devotos feligreses comenzaban a mirar con mayor admiración y devoción, la imagen milagrosa, hasta llegado el año 1776, cuando Guill y Gonzaga nombra oficialmente a San Sebastián como santo patrono dejando relegada la imagen y el culto a San Carlos Barromeo.

Historias del santo en Yumbel

La iglesia/santuario se encontraba emplazada en la parte más alta de la ciudad o Yumbel antiguo como se le conoce14, donde en la actualidad se encuentra una ermita de San Sebastián, en la plaza Alonso de Sotomayor. El día 20 de febrero de 1835, un sismo de proporciones sacudiría y asolaría la zona de Concepción, trayendo consigo el desastre en una ancha faja de 482 kilómetros, los cuales estarían comprendidos entre los ríos Cachapoal y Valdivia, las ciudades más afectadas en ese momento serían Concepción y Chillán15, las cuales quedaron prácticamente en el suelo. La parroquia de Yumbel fue devastada, pero pese a todo el daño la imagen del santo, no sufrió perjuicio alguno (Tapia, 2000, p. 4).

Tras este hecho desafortunado, la imagen del santo patrono de la ciudad tras salir nuevamente intacta de esta calamidad, forjaría un incomparable espíritu de fe entre los feligreses de la zona, quienes no concebían como esta pequeña estatuilla pudo haberse salvado ilesa de tal desgracia. Como era de esperarse, esta devoción siguió acrecentándose y para el año 1847, en el mes de enero se realizó en la comuna una novena en su honor, como preparación a la fiesta de San Sebastián; una misa solemne al día del santo y por la noche esta celebración concluía con fuegos de artificio (Muñoz, 1927, p. 6) en la plaza de armas de la ciudad santuario.

Hoy en día esta tradición de la novena se sigue manteniendo y todos los meses de enero de cada año la conmemoración inicia el 11 de enero y el mismo de marzo, con misas diarias. La ceremonia litúrgica en honor al santo patrono de la ciudad ya era un hecho entre los habitantes de la zona, con un gran apego de la comunidad a esta fiesta cultural/religiosa. Pese a todo, aún se encontraba latente el gran problema que trajo consigo el terremoto, por la cual llegado el año 1856 se iniciaría la construcción de un hermoso templo de tres naves, edificación que se iniciaría por orden del ilustrísimo obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción el señor Hipólito Salas, la cual culminaría su construcción, hacia el año 1859 (Tapia, 2000), la inauguración de este maravilloso templo se celebraría llegado el año 1860 («Historia del mártir y patrono», 1981). Y es esta la Iglesia parroquial en la cual hoy en día se puede encontrar que descansa esta imagen, tras el terremoto de 1835.

Ahora bien, llegada la década del 1860, la devoción hacia este santo mártir de la Iglesia católica no era tan masiva en la zona, pero en 1878 un grupo de hombres sustraería y trataría de quemar la imagen, lo que potenciaría el fervor religioso. Un extranjero perteneciente a la masonería habría llegado a Yumbel, y al no concebir la idea de la adoración a este santo mártir, en compañía de un abogado, un estudiante de medicina, un muchacho perteneciente a una modesta familia y un mozo de este extranjero, el cual fue llevado a la fuerza por su patrón, sustrajeron la imagen perteneciente a la Iglesia (Muñoz, 1927, p. 11), el robo se generó de una manera muy simple, en la noche de la fecha expuesta, dos de los hombres ingresaron al templo sin mayor inconveniente y consiguieron hurtar la imagen la cual se encontraba en su altar (Tapia, 2000, p. 5), en ese mismo momento llevaron consigo la imagen de este mártir en Cristo a un arenal ubicado al sureste del pueblo, entre arbustos y unos montes característicos del paisaje, intentando quemar la imagen. Para concretar su cometido, previamente rociaron esta talla con parafina, el relato de Muñoz De Olave señala: “No permitió Dios que los infames ladrones completaran su obra: la luz del día los obligó a suspender la labor y ocultaron en un montón de arena la imagen; a fin de seguir la tarea la noche siguiente” (Muñoz, 1927, p. 11).

Al día siguiente de la profanación, el párroco de la Iglesia de Yumbel padre Baldomero Pradenas, recibió la noticia del robo de la estatuilla, sin saber su paradero y sobreponiéndose a tremenda emoción celebró la misa, pidiendo a Dios que desbaratase los planes de los malhechores, tras este oficio religioso, el padre Pradenas dio cuentas a los feligreses de lo ocurrido, iniciándose en el pueblo una gigantesca búsqueda que duró dos días sin descanso (Tapia, 2000, p. 4), guiados por las huellas que los ladrones que producto a un descuido habían dejado en el camino, los fieles devotos del santo encontraron la figura, la cual se encontraba algo desfigurada y carbonizada, pero aun así conservando en gran parte sus líneas principales (Muñoz, 1927, p. 11).

Según narra la leyenda urbana, que ha sido traspasada de generación en generación y de la misma manera se puede encontrar en el libro del padre Pedro Tapia16; la estatuilla de San Sebastián fue encontrada por un niño de apenas doce años de edad, quien respondía al nombre de Jerónimo y antes del lapso de una hora, miles de personas habrían concurrido al lugar del descubrimiento de la sagrada imagen, espontáneamente se inició una solemne procesión para así poder trasladar la desfigurada estatua del santo hacia su templo (Tapia, 2000, p. 7).

Después del fatídico suceso sobrellevado por la imagen de este mártir santificado, monseñor Hipólito Salas, ordenó que se reparase la imagen en la ciudad de Concepción, una vez finalizados los trabajos fue este personalmente quien regresó a Yumbel su santo patrono, hecho el cual fue suscitado por una enorme muchedumbre de feligreses (Tapia, 2000, p. 7). Según datos aportados tanto por un historiador local17, como de una revista católica, en su artículo La peregrinación nacional de San Sebastián de Yumbel (Raphael, 1902, p. 2). La imagen del santo es restaurada, pero en recuerdo de tal calamidad, monseñor Hipólito Salas ordena que se le deje una parte de las quemaduras en uno de sus tobillos y bajo este se ubica una placa de plata con el siguiente enunciado: “Recuerdo del sacrilegio cometido sobre esta santa imagen el 3 de febrero de 1878”. Para no faltar a la verdad y como a lo largo de estas líneas se ha tratado de viajar por el camino de la objetividad, se citará textual la narración de Raphael quien señala:

“El rostro es dulce y sonriente, de una expresión devota y hasta artística a pesar de que la escultura, en general, no es un trabajo fino y tiene sus defectos. Sobre uno de sus pies se ve una parte de la madera tostada por el fuego del tamaño de una moneda de a veinte centavos con una placa de plata con esta inscripción: “Recuerdo del sacrilegio cometido (y ahí la fecha). Esta inscripción alude al hecho de haber sido robada y quemada, pero sin poder conseguirlo, a pesar de haberla empapado en parafina la imagen del santo hace como unos veinte años, cuando estaba recién entrando de párroco por primera vez el que lo es actual por segunda” (Raphael, 1902, p. 2).

Desde mediados del siglo XX dicha placa de plata ya no se puede apreciar en la venerada imagen del santo. Debido a esto, nacen interrogantes que cuestionan la autenticidad de la imagen. Para responder en parte estas interrogantes, se ha sometido a un exhaustivo análisis de fotografías la imagen de San Sebastián. Para poder realizar comparaciones se han recopilado fotografías que datan de diferentes años ejemplos, 1926; fin del siglo XX y de la actualidad. En este análisis y/o comparación entre imágenes se han podido constatar una serie de anomalías entre una representación y otra. Entre las más relevantes se ha podido descubrir la enorme diferencia en la contextura de las estatuillas que difieren entre sí, pero sin duda las diferencias más notorias, son en relación a ubicación y número de saetas entre una imagen y otra.

Ahora bien, los hombres que trataron de llevar a cabo tan horrible tragedia, según señala Muñoz de Olave no quedarían impune ante la sociedad ni los ojos de Dios, puesto que, el ideólogo extranjero, se arruinó en todos sus negocios y tras este hecho cayó en desgracia tras desgracia, lo cual gatilló que se hundiera en una miseria atroz que lo llevaría a una demencia absoluta. Por su parte el joven abogado, obtuvo una notaría en una ciudad al sur de Yumbel, pero cayó en una vida desordenada y llena de vicios que lo llevó a contagiarse de grandes enfermedades que lo acercarían a la muerte18, el joven proveniente de esta humilde familia fue algo más beneficiado, pues se le concedió el empleo de tesorero fiscal, pero prontamente fue acusado de hurto, lo cual lo llevó a perder su puesto y a caer en una miseria horrible19. Por su parte el mozo del extranjero le afectaría una grave enfermedad, producto a lo cual falleció en el hospital de Concepción, donde confesaría su participación y lo ocurrido en este sacrilegio contra la imagen, además de otorgar los nombres de los malhechores. Por último, el estudiante de medicina comenzó a ejercer su profesión sin haberse titulado, lo que desencadenó el repudio de la sociedad, lo cual lo llevaría a una indigencia absoluta de tal manera que no teniendo como sobrevivir, emigró al norte del país y su desenlace es desconocido.

Referencias

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  1. La figura de “Santo” se encuentra profundamente relacionada a la Iglesia Católica. En este sentido, ésta, entiende, como parte de dicho concepto, a todos aquellos que han vivido santamente. Los propone como ejemplo por su heroico modo de practicar las virtudes mientras vivieron, y dispone se les rinda culto público considerándoles como mediadores entre los hombres y Dios. Citado en Brunori, Pedro (2000) La Iglesia Católica. Fundamentos, Personas, Instituciones, ed. Rialph S.A., Madrid, p.84.
  2. Es necesario advertir que dicho autor, asume erróneamente la existencia de una “elite nacional” durante los siglos XVI y XVII, lo cual resulta inapropiado en términos históricos, considerando que “el conquistador”, producto de su dependencia a la Monarquía Hispánica, no puede asumir un rango o categoría de clase. Dicho concepto de “Elite” encontraría sustento práctico recién a fines del siglo XVIII, pero por sobre todo luego del proceso emancipatorio y de construcción nacional.
  3. “Microhistoria se centra sobre todo en clases no gobernantes sino populares, en una determinada época y a través de documentos privados, archivos, contratos o historias orales. Esta modalidad histórica, que se origina en autores como Giovanni Levi o Carlo Ginzburg, muestra consistencia teórica notable pues tiene sus raíces en el marco de una metodología científico social muy concreta como lo es del funcionalismo estructuralista” (Pérez Agorreta, 2012, p. 64).
  4. Visto en: http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/censos/censo_poblacion_vivienda.php. Jueves 17 de abril de 2014.
  5. Esta oración se puede considerar elemental dentro del discurso del autor, debido a que la pobreza del pueblo, asociada a familias constituidas solo con la madre, hijos guachos, etc. iría gatillando en la pérdida de beneficios dentro de la iglesia, la cual ha de considerar de mejor medida a los hijos dentro del matrimonio y son ellos quienes, aunque sea difícil de aceptar, los que han de tener mayores beneficios para con la iglesia de aquellos albores. Esto en gran medida iría generando que las clases populares, los desposeídos de la religión oficial fueran generando ritos acordes a sus necesidades.
  6. Visto en http://mercaba.org/VocTEO/R/religiosidad_popular.htm viernes 14 de diciembre de 2012 23:20 hrs.
  7. Visto en http://www.san-pablo.com.ar/vidapastoral/index.php?seccion=articulos&id=43. Miércoles 09 de enero de 2013. 02:00 hrs.
  8. Existe la versión del padre Miguel de Olivares y del maestre de campo don Pedro de Córdoba y Figueroa con relación al año exacto del cual data la fundación de esta ciudad.
  9. Estatuilla de cedro de 75 cm de alto, esta imagen posee la mirada elevada hacia el cielo.
  10. “Natural perteneciente a la hacienda de Tomeco, y de la encomienda de Diego Trujillo. Se pasó al bando de los naturales y dio innumerables pruebas de su valor y prudencia militar. Cayó frente a Francisco Lazo de la Vega, lo cual no es tema de esta investigación” (de Olivares, 1864).
  11. Caudillo militar mapuche natural de Puren, que protagonizó la segunda rebelión mapuche 1598 y fue el autor junto a sus lugartenientes Anganamón y Guaiquimilla de la muerte del segundo gobernador español Martín García Óñez de Loyola durante la batalla, el 24 de diciembre de 1598. El más grande estratega de Arauco del arma de la caballería considerado a nivel mundial.
  12. Varón esclarecido, llegado desde España a nuestro país en 1722, ejerció el ministerio apostólico en las actuales provincias de Concepción, Biobío, Arauco, por cerca de 30 años, residiendo siempre en la casa misional de Rere de la compañía de Jesús. Falleció en opinión de santidad el año 1752, hasta el día de hoy se conserva intacta su memoria entre los feligreses y creyentes de la zona, tanto la tradición oral como la historia realza los hechos milagrosos de este santo padre, quien siempre en un optimismo evangelizador se ganó el aprecio de todos sus coterráneos.
  13. El célebre obispo José Hipólito Salas ordeno su construcción en 1856 y se inauguró en 1860, (La Prensa, 1960, 20 enero, p. 4).
  14. Actualmente comprende dicho lugar a la intersección de las calles Patricio Patrito y Cruz de la ciudad de Yumbel.
  15. Visto en http://www.sismo24.cl/500sismos/730h1835conc.html. martes 17 de julio de 2012.
  16. Ex párroco de la iglesia de Yumbel, quien estuvo en dicho cargo durante la última década del siglo XX y deja el cargo a principio de siglo XXI.
  17. Jaime Gacitúa, historiador local quien ha escrito la historia de Yumbel la cual aún se encuentra inédita, pero trae a la luz grandes aportes en cuanto a la comuna, de la misma manera este historiador escribe para el periódico El Rerino una columna con relación a la imagen de San Sebastián en Yumbel.
  18. Lepra, sífilis.
  19. Muñoz Olave señala que él vivió esa situación y vio la miseria de este hombre (Muñoz, 1927, p. 11).