Batalla de Las Cangrejeras en Yumbel, el detonante de una mirada distinta al pueblo mapuche del siglo XVII

Battle of Las Cangrejeras in Yumbel, The trigger for a different look at the Mapuche people of the 17th century

Resumen

La Batalla de las Cangrejeras fue un enfrentamiento entre mapuches y españoles ocurrida en 1629 en las cercanías de Yumbel y que, en las páginas de la historia nacional, figura como una más de las innumerables ocasiones en que ambos bandos se enfrentaron durante el interminable proceso de conquista que el ejército europeo llevó a cabo en esta parte del continente americano. Sin embargo, el relato del Cautiverio Feliz vendría a cambiar la visión que los españoles tenían del pueblo mapuche.

Summary

The Battle of Las Cangrejeras was a confrontation between Mapuches and Spaniards that took place in 1629 in the vicinity of Yumbel and that, in the pages of national history, appears as one more of the innumerable occasions in which both sides confronted each other during the endless process of conquest that the European army carried out in this part of the American continent. However, the story of the Happy Captivity would come to change the vision that the Spaniards had of the Mapuche people.

Palabras claves

Yumbel – Español – Mapuche – Conflicto

Keywords

Yumbel – Spaniard –Mapuche – Conflict

Batalla de Las Cangrejeras

El terreno que recibió la sangre de los contendores de ambos bandos fue fijado junto al estero y paso llamado por los españoles de Las Cangrejeras, esto es una legua1 al norte del fuerte que daría origen a Yumbel, denominado en ese entonces como San Felipe de Austria y donde residía el tercio asignado a dicha zona de guerra. Ocurrió un día 15 de mayo, fecha no incluida oficialmente en el período de invierno que comienza el 21 de junio, pero que en esa ocasión era normal que se presentara con abundante lluvia y un fuerte viento norte que limitó a los españoles el uso de sus armas de fuego.

Defendían el paso de Las Cangrejeras las fuerzas mapuche comandadas por los conocidos caciques, Butapichún y Lientur, y trataban de recuperarlo las huestes españolas donde sobresalían los nombres del Sargento Mayor Pedro Fernández Rebolledo, a cargo de dicha guarnición, y del capitán Francisco Núñez de Pineda, nacido en Chillán, hijo del renombrado Maestre de Campo General, el español Álvaro Núñez de Pineda. A este capitán el destino le asignaría la tarea de narrar los hechos una vez retirado del servicio activo del ejército, en su obra manuscrita titulada Cautiverio feliz y razón de las guerras dilatadas, donde relata los aspectos más relevantes de la confrontación bélica de aquel día, la arrolladora victoria mapuche, su propia captura y su traslado hasta las inmediaciones de La Imperial, cerca de Temuco, pero sobre todo, su reveladora experiencia viviendo entre ellos como su prisionero que posteriormente dejaría plasmada en Cautiverio feliz, clavada como una espina en los blasones del proceder monárquico.

Ciertamente que esta aparente novela colonial es mucho más que la narración de una aventura, de hecho, es una lata presentación (terminada en 1673) que hace un oficial español ya retirado del ejército, al rey Carlos II de España con el objetivo de exponer la ineficaz conducción de la guerra a causa de un mal servicio que hacen muchos funcionarios administrativos de la corona tanto civiles como militares. Descarnadamente, hace hincapié en el deterioro y abandono en que se encuentra el Reino de Chile, de cómo muchos funcionarios intermedios de la corona compran cargos y escriben informes favorables al rey cuando, en realidad, las cosas de la guerra no están funcionando y la corrupción es la que mueve los hilos de la naciente colonia. En su exposición, el autor pone sobre la mesa un tema que va contra los propios fundamentos de la guerra al presentar a sus enemigos como gente de buenos sentimientos, que son amigables, que sufren por una confrontación que no han buscado y que causa muchas muertes y dolor, que son otras tantas veces vejados y oprimidos por el ejército invasor y menospreciados por la iglesia que los considera unos bárbaros sin alma a los que hay que convertir a la fe cristiana.

“Más conveniente y justo fuera que semejantes escritos y escritores fuesen sepultados y faltasen del mundo, pues de ellos no se puede originar otra cosa que un gran descrédito de la guerra de Chile y de los que han derramado su sangre en servicio de su Rey y señor y padecido varios trabajos y desvelos por acreditar en sus historias a los que con potestad y dineros han adquirido el aplauso de tales coronistas lisonjeros, que con relaciones siniestras y contemplativas dependencias, intentan deslucir calificados méritos y engrandecer calificadas opiniones” (pág. 2)

Cathereen Colters Illescas (2004) en El discurso utópico en una obra colonial chilena: Cautiverio feliz, de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, dice:

"(…) no debemos olvidar que Ñúñez de Pineda, al igual que Alonso de Ercilla en La araucana, también es testigo del trastrocamiento de valores del pueblo español que ha sido divinamente escogido para extender los dominios de la fe por todo el Orbis Terrarum. La contradicción que se presenta aquí es de orden ético, y se hace manifiesta cuando Pineda constata que aquellos valores que añora que se restituyan están siendo encarnados por el pueblo mapuche, al que precisamente lucha por someter definitivamente. Empresa que ha fracasado en todos sus intentos” (p. 269).

Los editores de la primera publicación en Chile (Imprenta del Ferrocarril, 1863) la calificaron “como uno de los monumentos más preciosos de la historia nacional” (Nuñez de Pineda, 1863, p. VI) y el destacado historiador y educador Diego Barros Arana, en su Introducción o prólogo dice: “don Francisco de Bascuñán es uno de esos soldados llenos de honradez y de buen sentido que escaseaban en el ejército de Chile (sic) del siglo XVII, y que se distinguen de sus camaradas por la modestia y la probidad” (Nuñez de Pineda, 1863, p. VII).

En la época en que ocurre esta batalla (siglo XVII), una parte de Europa está sumergida en la llamada Guerra de los 30 años; florece el arte Barroco que alcanza un gran esplendor en la música, la escultura, la arquitectura, la literatura y otras artes. Galileo Galilei, considerado el padre de la física y la astronomía moderna tiene 65 años y, aunque está enfermo, es perseguido por la Inquisición la que lo ha de condenar a prisión unos años más tarde.

Fiel al pensamiento del ejército y la monarquía a la que sirve el Maestre de campo Alonso González de Nájera (1889), un militar que viniera de España a Chile en 1601, en una obra que tituló Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile, se refiere crudamente a los habitantes originarios de Chile como:

“(…) gente indigna de llamarse racional, porque es ajena de toda virtud, hechicera, supersticiosa, agorera, sin justicia, sin razón, sin verdad, sin conciencia y sin alguna misericordia, más que crueles fieras, y principalmente sin Dios, pues no lo conocen ni guardan alguna religión” (p. 45).

Ésta es la visión oficial que los españoles tienen en esa época (y la seguirán teniendo en adelante), de los habitantes originarios de Chile y de América en general.

Los españoles consideraban bárbaros a los pueblos que poblaban América, y actualmente la RAE asimila el término bárbaro a “extranjero” ya que proviene del latín barbárus y éste del griego βάρβαρος que indicaba a personas extranjeras que no hablaban el griego ni el latín (algo que se habría de interpretar como “el que habla una lengua desconocida que suena al oído como un balbuceo incomprensible”) y hasta hoy día la RAE asimila el concepto de bárbaro a quién es fiero, cruel, inculto, grosero y tosco, entre otras acepciones.

Barros Arana, incluso, no está ajeno a este lenguaje peyorativo y en su Introducción a Cautiverio feliz los menciona también como bárbaros y salvajes (pág. III)

El historiador español Juan Carlos Ocaña (2005), Doctor en Historia Moderna y Contemporánea, en su obra Historia de España: desde los orígenes hasta el siglo XX, en el capítulo España del siglo XVII, esplendor cultural, el siglo de oro, refiriéndose a las costumbres y modos de vivir de esa época identifica ciertos aspectos importantes que habrán de reflejarse y transmitirse necesariamente a los soldados y otras gentes que llegaron al “nuevo mundo”:

“La sociedad española siguió marcada por los valores aristocráticos y religiosos de la mentalidad colectiva en la centuria anterior.

Así, valores típicamente nobiliares como el “honor” y la “dignidad” fueron reivindicados por todos los grupos sociales. Un ejemplo de esta mentalidad fueron los duelos, costumbre generalizada que a veces tenía lugar por las ofensas más nimias. Cualquier atentado al honor de un noble llevaba inmediatamente a dirimir la cuestión mediante la espada. Hubo que esperar al siglo XVIII para que se prohibieran legalmente los duelos.

Unido a lo anterior se extendió el rechazo a los trabajos manuales, considerados “viles”, es decir, que manchaban el “honor” y la “dignidad” de aquel quien los ejercía.

Esta mentalidad se apoyaba en los múltiples privilegios que detentaba la nobleza (exención de pagar impuestos directos, no poder ser encarcelados por deudas, no ser torturados, ser enviados a prisiones especiales…)” (Ocaña, 2005).

El otro en el cual nos reflejamos en la obra Cautiverio Feliz

Esto choca con la vivencia de Núñez de Pineda que en Cautiverio Feliz los reconoce y retrata como las reales víctimas de una guerra invasiva y ve en ellos a una comunidad pacífica y solidaria invadida por un ejército feroz, de tratos crueles y vejatorios, que secuestra a sus mujeres y esclaviza a los hombres para que trabajen sus haciendas, hagan sus trabajos domésticos y extraigan oro. Al respecto escribe:

“(…) la esclavitud de esta nación no la tengo por justificada, porque ha obligado a ejecutar grandes desafueros y maldades, la codicia insaciable de los nuestros, con que se perturba y alborota la paz y el sosiego que pudiera haber conseguido este desdichado reino” (Nuñez de Pineda y Bascuñan, 1863, p. 24)

En una inusual escena de su cautiverio, Núñez de Pineda conversa con su captor, el Cacique Quilalebo, quien le reprocha el proceder de los españoles con estas palabras:

“Ves aquí capitán a los cautivos españoles, comen con nosotros, beben con nosotros, visten de lo que nosotros, y si trabajan es en compañía nuestra ¿Por qué los españoles, me pregunto ahora, nos tienen por tan malos pues, según sus acciones y sus tratos se reconoce que ellos son de peores naturales y crueles condiciones, (…) a los prisioneros los tratan como a perros, los tienen con cormas, con cadenas y grillos, metidos en una mazmorra y en un continuo trabajo, mal alimentados y peor vestidos, y como a los caballos los marcan en la cara quemándolas con fuego” (Nuñez de Pineda y Bascuñan, 1863, p. 330).

En una escena dramática del libro, en que el soldado-autor recién es hecho prisionero, guerreros mapuche vibrando todavía con el frenesí de la victoria, quieren darle muerte. Providencialmente, interviene el cacique Lientur, quien intercede por él, instando a los vencedores a perdonarle la vida para intercambiarlo a los españoles por prisioneros mapuche que estos hayan capturado, dada la importancia de rango y linaje del prisionero. Esto no es casual: Lientur y Núñez de Pineda se conocen, pues el primero había sido sirviente en la casa del español. Lo dice el autor (Nuñez de Pineda y Bascuñan, 1863, p. 23):

“y al tiempo que aguardaba de sus manos la privadora fiera de las vidas, llegó a dilatármela piadoso uno de los más valientes capitanes y estimados guerreros que en su bárbaro ejército venía, llamado Lientur; que por haber sido su nombre respetado entre los suyos y bien conocido entre los nuestros, le traigo a la memoria agradecido”

Sus palabras elogiosas hacia el líder enemigo no terminan ahí:

“El tiempo que este valeroso caudillo asistió entre los nuestros, fue de los mejores amigos y más fieles que en aquellos tiempos se conocían; por cuya causa le hizo grandes agasajos (…) mi padre (…) que es nación que se deja llevar de la suavidad de las palabras y del agasajo de las acciones”

Después de varios meses de cautiverio, Francisco Núñez de Pineda fue efectivamente intercambiado por prisioneros mapuche y pudo regresar sano y salvo al servicio del fuerte de San Felipe (Yumbel), donde fue recibido por el gobernador español de la época en persona “llegamos a la casa del gobernador, que a su puerta salió a recibirme acompañado del sargento mayor del reino y gobernador del tercio y sus fronteras” (Nuñez de Pineda y Bascuñan, 1863, p. 325).

Un libro escrito hace casi 350 años sigue vigente hoy y puede ser un importante aporte para ayudar a superar en buena forma la encrucijada político-social por la que atravesamos como nación.

Referencias

Fuentes

González de Nájera, A. (1889). Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile. Imprenta Ercilla.

Nuñez de Pineda y Bascuñan, F. (1863) Cautiverio feliz y razón de las guerras dilatadas de Chile. Imprenta del Ferrocarril. Santiago de Chile.

Bibliografía

Coltters Illescas, Cathereen (2004) El discurso utópico en una obra colonial chilena: Cautiverio feliz, de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán. Fronteras de la Historia 9, pp. 259-278.

Ocaña, J. C. (2005). La España del siglo XVII: esplendor cultural. El Siglo de Oro. Historia de España - La España del Barroco - Mentalidad y cultura en el Siglo de Oro. Recuperado 2021, de http://www.historiasiglo20.org/HE/7f.htm


  1. Aproximadamente 5.500 metros o lo que una persona camina a pie en una hora.